Es claro que lo que se ha dejado en la situación del México actual no refleja un Estado fuerte, sino uno peleado y con ganas de que las cosas cambien, pero sin saber realmente cómo hacerlo.
El legado del papa que nos deja es la unidad, la humildad y el trabajo, proteger a los más marginados y el espíritu de ayuda, elementos que todo Franciscano debería tener.
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