La lucha por la igualdad que ha tenido como objetivo suprimir las diferencias naturales entre el hombre y la mujer, ha llevado a muchas mujeres a renegar de su feminidad.
Al tiempo que desterramos a Dios de la plaza pública, depositamos, ingenuamente, nuestra confianza en líderes que en lugar de principios, tienen intereses.
La reiteración de determinadas palabras y frases equívocas, ambiguas y engañosas logran enmascarar conceptos inadmisibles y transformar nuestra manera de percibir y entender la realidad.
La familia ha sido desfigurada perversamente mediante el paulatino reconocimiento de tantos tipos de “familia”, que el modelo auténtico está ya lejos de ser la norma.
Una sociedad que se acostumbra a distorsionar y manipular la realidad a través del lenguaje, deja de distinguir entre la verdad y la mentira, entre lo bueno y lo malo, entre la luz y las tinieblas.