Los consulados operan con un presupuesto raquítico y se les quiere obligar a hacer lo imposible y no hay siquiera una cabeza reconocible en la cancillería mexicana que dé el soporte necesario a las más de cuarenta oficinas consulares en territorio estadounidense.
El resultado está a la vista: la elección judicial fue un fracaso por donde se le quiera ver. Un fracaso que, por cierto, costó decenas de miles de millones de pesos.
El mundo asistió a la elección de este nuevo pontífice con atención independientemente de que se fuera católico o no. El evento sirvió para reafirmar el peso político y espiritual del catolicismo.
El asunto brincó por donde nadie lo esperaba: la gobernadora de Baja California ha quedado en el patíbulo del juicio público cuando el gobierno gringo le quitó la visa.
Faltar a misa es lo primero que hace cualquiera que quiere ser un mal católico. Es un camino sencillo y normalmente se logra el objetivo de alejarse, por las razones que fueren, de su religión.
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