Revolución Mexicana, mito y fracaso

La Revolución Mexicana se ha tomado como paradigma del México moderno tanto por los gobiernos del PRI, del PAN y ahora con una fuerza renovada por el actual presidente, se habla de ella como si hubiera sido un movimiento inmaculado consagrado por la lucha de todo un pueblo contra la tiranía de uno solo. El problema es que el dictador general Porfirio Díaz contra quien se enfoca toda la crítica se fue del país casi recién iniciado el movimiento en 1911 y solamente quedaban los libertadores y entonces surge la pregunta. ¿Si ya el dictador había sido derrocado, contra quien o quienes se luchó tantos años desgarrando al país?

Una vez asesinado Madero, la guerra de revolución se convirtió en una guerra de caudillos donde todos decían defender las grandes causas de los mexicanos, pero en realidad defendían sus propios intereses, por ello los grandes héroes de la misma revolución se combatieron con ferocidad y se fueron eliminando unos a otros, hasta que Calles, después de la muerte de Obregón, tuvo la idea de reunir a todos los sobrevivientes en un partido que sirviera para repartir el poder en la forma más equitativa posible, con un disfraz democrático que funcionó eficientemente para los intereses políticos con diferentes nombres hasta llegar a ser el PRI que todos conocemos, que operó bajo muchas ideologías, pero con una sola idea: mantener el poder.

Pero dentro de este contexto de violencia surgieron grandes mexicanos que eran ciudadanos que amaban a su patria y querían que la justicia y la libertad resplandecieran, entre ellos destaca por sus cualidades el Lic. Anacleto González Flores que refiriéndose al porfiriato decía: : “La crítica serena […] señala a un hombre, al viejo dictador y su obra que fue un mausoleo gigantesco donde fueron sepultadas todas las libertades y donde juntamente con todos los rebajamientos y degradaciones, incubaron los gérmenes de una disolución que al desbordarse sobre la superficie nos ha llenado de estupor y de asombro[…] El viejo dictador apuntaló el edificio que levantó con su espada, con los despojos de la libertad profanada en todas sus manifestaciones, y a trueque de un progreso material que a muchos deslumbró y que no ha pocos hizo renunciar a las prerrogativas del hombre y del ciudadano, lo empujó todo hacia el abismo.”

Sin embargo, el remedio no resultó mejor que la enfermedad, así el mismo Anacleto hace la siguiente reflexión “[…]. Y es que la revolución es esencialmente demoledora, porque es la negación de la autoridad que es esencialmente ordenadora y reconstructora […] la revolución es el vértigo, el desquiciamiento, la catástrofe […] Por eso nosotros creemos que al conocer nuestros compatriotas la Revolución en sus hombres y en sus locuras, buscarán ansiosamente el ancla salvadora en medio del naufragio a que nos ha conducido la anarquía disolvente que pesa sobre el pensamiento y sobre sus distintas manifestaciones.

[…] sin embargo nosotros llamamos la atención de los hombres sobre dos puntos de capital interés; a saber: lo superficial del conocimiento que se tiene de nuestras dolorosas tragedias y la interpretación torcida que se les ha dado hasta ahora. Es verdad que hemos asistido al desenvolvimiento y a la consumación del drama sangriento; pero como sucede en todas las catástrofes no hemos podido tener la visión de conjunto, el estrépito, la polvareda cegó nuestrosojos, el fondo oscuro de donde procede el impulso demoledor escapó a nuestras miradas ensordeció nuestros oídos y de súbito nos encontramos rodeados de escombros.

Y es que de la Revolución surgió una generación de políticos muy poco comprometidos con el verdadero progreso del país, en sus artículos el mismo Anacleto decía a ese respecto:

“Ellos –los políticos- no saben más que inventar impuestos para decretarse dietas exorbitantes, para hacer sus inmensas fortunas, para hacer sus maniobras, para comprar prensa y adeptos. El pueblo apenas tiene tiempo para sembrar para que los políticos reciban la cosecha sagrada e inmensa, regada por el sol. El plebiscito resulta imposible”

“Gritaron a más no poder contra los ricos y lo primero que han hecho es enriquecerse; gritaron contra la imposición y lo primero que han hecho es imponerse; gritaron contra la violación del voto, y lo primero que hicieron fue burlar el voto; gritaron contra la tiranía de la palabra y lo primero que han hecho es amordazar; gritaron contra la propiedad y lo primero que han hecho es acumular…”

No se puede decir que la Revolución Mexicana haya sido un modelo de éxito, cuando después de más de 100 años de concluida tenemos un país con una cantidad enorme de pobres y cuando se dice que siguiendo un pasado mítico, pero aplicando doctrinas que son probadamente fracasadas, el presente gobierno está conduciendo al país por rutas aún más equivocadas que han destruido aún los insuficientes logros que se habían obtenido, y destruyendo proyectos en los que de alguna manera ya se había avanzado.

Pero esta situación nos conduce a reflexionar que hay algo más de fondo que simplemente haber elegido al gobierno equivocado, hay también una responsabilidad de la sociedad por haber abandonado su participación social y política, y más aún por haber perdido en algún momento el sentido de unidad en torno a las tradiciones y valores que nos dieron identidad.

Una de las imposiciones de la Revolución Mexicana fue el laicismo que nunca fue solicitado por un pueblo que era en esencia religioso, nadie pretendía un Estado confesional, pero sí con libertad absoluta de expresión, así como hoy se imponen muchos falsos derechos por una minoría audaz que domina a una mayoría dócil y temerosa, porque se suprimió la libertad de expresión de uno de los sentimientos más importantes para la persona humana que es el sentimiento religioso, con la finalidad de irlo eliminando , puesto que estos sentimientos siempre han sido un contra peso contra el poder absoluto del Estado, y eso es algo que sin notarlo nos ha llevado a este estado de cosas.

Por lo anterior el ya mencionado Lic. González Flores se hacía los siguientes cuestionamientos y se daba una respuesta. “¿Que ha faltado y que le falta a nuestros esfuerzos, a nuestra ciencia, a nuestro arte, a nuestros descubrimientos, a nuestras construcciones? Una sola cosa: el amor. Y por esto nadie se mueve ni se ha movido para salir de sí mismo y para ir en busca de los pobres, de los débiles, de los desheredados, de los ignorantes que son los más y derramar sobre ellos la luz magnífica de las doctrinas salvadoras, la quietud y el sosiego que brotan del esparcimiento de la riqueza según los principios de la Sociología Cristiana”.

“Nosotros hundiremos nuestro pensamiento y nuestra palabra en las profundidades del alma de la Patria, incrustaremos en ellas con cinceladuras muy hondas la figura de Cristo, y así lograremos tener lo que jamás han logrado producir todas las revoluciones juntas: hombres de virtud acrisolada, amantes de practicar la justicia, de respetarse a sí mismos y a los demás. De sacrificarse, de hacer el mayor bien posible a sus semejantes y a rendirle culto fervoroso y sincero al derecho. Entonces la libertad reinará”.

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