Por el encuentro de dos mundos existimos nosotros

Hoy nos quejamos cuando tenemos que esperar dos o tres horas en un aeropuerto para después sufrir por otras doce horas en un avión para llegar a lo que llamamos el viejo mundo, o sea Europa. Imaginemos con el mayor realismo posible lo que sería para Colón y su tripulación prepararse para una travesía en el inmenso océano sin la certeza del tiempo que tendrían que viajar para llegar a un lugar que suponían sería el extremo oriental de Asia, pero resulta que en el camino se le atravesaría un inmenso continente que inclusive nunca llegó realmente a conocer en su totalidad, y de ese inesperado descubrimiento la historia cambiaría.

Hoy se ha puesto de moda disminuir la figura del almirante don Cristóbal Colón, pero con todos sus defectos y errores será siempre innegable que su persona y su viaje que llegó a tierra el 12 de octubre será una fecha trascendental para la historia universal, y por lo tanto digna de ser siempre recordada.

También es una moda muy socorrida hoy en día y que en nuestra historia particular, siempre ha sido mitificada y no pocas veces con fines ideológicos, que el mundo americano era un mundo ideal y que los después llamados conquistadores vinieron a destruir, tampoco faltan los contrarios que quitan todo mérito de civilización a los llamados pueblos originarios y los catalogan de unos bárbaros, y siendo objetivos podemos llegar a concluir que ambas posiciones extremas están fuera de la realidad, porque la humanidad en esencia es la misma, en todos lugares y en todos los tiempos han existido personas de gran valor humano y también de gran maldad y ambición, y esto aplica a todas las civilizaciones y a todos los seres humanos.

Pero para nuestra historia personal, tenemos que estar conscientes de que sin este encuentro la mayoría de nosotros ni siquiera existiríamos y, por lo tanto, si en algo valoramos nuestra vida es importante reconocer que ese 12 de octubre es una fecha significativa para nosotros, pues al menos una gran mayoría de los que nos llamamos mexicanos procedemos de generaciones que surgieron de ese encuentro, salvo los que son de origen totalmente indígena u originarios de otras naciones.

Es sin embargo necesario recordar que los mexicanos no somos aztecas. Puesto que el territorio que hoy conocemos como México era un conjunto de pueblos totalmente independientes que nunca fueron ni se sintieron una nación, había un pueblo predominante y por eso odiado por muchos otros que también forman hoy parte de los mexicanos, y todos esos pueblos se sentirían ofendidos si los confundiéramos con aztecas. La realidad es que, con la caída de Tenochtitlán por un ejército comandado por Hernán Cortés, pero formado en su gran mayoría por habitantes originarios de lo que hoy conocemos por México, terminaron con ese imperialismo local y se inició con dolor y sacrificio lo que primero se conoció como la Nueva España y después desembocó en lo que ahora es México. Por eso no se puede decir que Hernán Cortés conquistó nuestro país, porque simplemente ese país que hoy es México no existía.

La realidad es que nos fuimos formando a través de muchos años, fue más importante la labor de los misioneros que de la espada de los conquistadores lo que fue logrando el cambio religiosos de unos dioses que exigían la sangre de los humanos para conservar la creación, por un Dios que se ofrecía ÉL como sacrificio para lograr la salvación de los hombres, y que con el tiempo fue también conformando la forma de vida de todos los habitantes y formando las grandes tradiciones en los pueblos mexicanos que giraban en torno a sus fiestas religiosas y que forman hoy en día parte esencial de nuestra cultura, que aunque muy secularizada todavía conserva mucho de su religiosidad.

Hoy ante una crisis de identidad provocada por un gobierno que busca el enfrentamiento y la desunión, es importante recordar que los mexicanos tenemos un origen común, que con dolor, como es el inicio de la vida en el parto se inició con el encuentro de dos mundos y que se fue consolidando, sin llegar ni lejanamente a una unidad perfecta, pero si con muchos valores comunes, y que tiene el derecho de tener la posibilidad de vivir bajo condiciones que le permitan generar oportunidades para todos sus habitantes, con garantías de libertad, de seguridad, de justicia y de un crecimiento personal en todos los aspectos de lo humano, es decir no solamente en conocimientos técnicos, científicos y culturales, sino también en esos que son la base fundamental de las personas, lo emocional, lo espiritual y lo religioso, tan menospreciado en esta era de la tecnología y de las comunicaciones abrumadoras que dominan nuestro espacio, por eso decía Anacleto González Flores: “Si hemos llegado a ser un pueblo tuberculoso, lleno de úlceras y en bancarrota, ha sido, es solamente, porque una vieja conjuración legal y práctica desde hace mucho tiempo mutiló el sentido de lo divino”.

No se trata de ir al pasado para pedir que se nos pida perdón por algo que no se necesita perdonar, porque es tan absurdo como decir: pídeme perdón por ser responsable de mi existencia, más bien se debe trabajar por una unidad que nos permita presentar alternativas reales para enfrentar el rumbo equivocado por el que nos están conduciendo, porque como decía el ya citado Lic. Anacleto Gonzalez Flores: “La raíz vital y profunda de un pueblo se encuentra en la unidad. Por eso nada es demasiado sacrificio, si ese sacrificio va en línea recta a conservar, a defender y rehacer la unidad. Porque la desunión es hacerse la guerra, es debilitarse, es suicidarse. De aquí que la unidad interna de los pueblos es cosa sagrada”.

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