El 6 de mayo de 2025, el Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, cardenal Kevin Farrell, ejecutó el solemne acto de inutilizar el Anillo del Pescador y el Sello de Plomo del papa Francisco, en presencia de cardenales testigos. Así se formalizó litúrgicamente el final de su pontificado y se declaró la Sede Vacante, es decir, la interrupción temporal de la autoridad papal hasta la elección de un sucesor.
La destrucción de estos dos objetos no es un gesto ceremonial vacío: representa el cese de toda potestad pontificia. Ningún documento puede ya salir en nombre del Papa. No hay más Sucesor de Pedro en funciones. La Iglesia entra en interregno.
Anulus Piscatoris: el anillo que sella la misión de Pedro
El Anillo del Pescador fue descrito por primera vez en 1265 bajo el pontificado de Clemente IV. Representa a San Pedro pescando, en alusión directa al pasaje evangélico de “pescador de hombres” (Mt 4,19). Durante siglos fue usado para sellar documentos privados del Papa, aunque su papel se volvió más simbólico con el paso del tiempo.
En el momento de su muerte, este anillo debe ser inutilizado para impedir falsificaciones y cerrar simbólicamente la era de ese papado. Se destruye con un martillo de plata o se marca con una cruz. Así fue tras Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. En tiempos recientes se opta por grabar una cruz sobre el anillo en lugar de destruirlo físicamente.
El Sello de Plomo: autoridad en disco metálico
El Sello de Plomo, también llamado bula, era usado tradicionalmente para autenticar documentos solemnes. De allí derivan expresiones como “bula papal”. Aunque su uso es hoy meramente representativo, su anulación sigue siendo parte del protocolo post-mortem del Papa. La imagen de San Pedro y San Pablo, junto con el nombre del pontífice, quedaba grabada en él.
LA EXCEPCIÓN BENEDICTINA: EL ÚNICO PAPA MODERNO QUE NO MURIÓ EN EL CARGO
El 11 de febrero de 2013, el papa Benedicto XVI anunció su renuncia. Fue un acto sin precedentes desde la Edad Media. Con él, el rito de destrucción del Anillo del Pescador no desapareció, pero cambió radicalmente su contexto: no fue una anulación tras la muerte, sino tras la dimisión.
En lugar de destruirlo, se optó por rayarlo con una cruz para simbolizar su inutilización sin implicar que el pontífice hubiera fallecido. Lo mismo ocurrió con su sello de plomo, que no volvió a usarse, pero tampoco fue destruido violentamente.
Este matiz fue clave para comprender el carácter canónico pero inédito de su renuncia, regulada apenas en el canon 332 §2 del Código de Derecho Canónico. No se proclamó una “Sede Vacante por muerte”, sino por sede impedida voluntariamente. Fue un parteaguas que obligó a reinterpretar antiguas ceremonias bajo una nueva luz.
HISTORIA DEL RITO: DE MEDIEVAL A MODERNO
Desde tiempos medievales, el Camarlengo ha sido el encargado de ejecutar estos gestos. El cardenal Eduardo Martínez Somalo lo hizo tras la muerte de san Juan Pablo II en 2005. Jean-Marie Villot actuó en 1978 tras Pablo VI. En 1958, el cardenal Eugenio Tisserant rompió el anillo de Pío XII.
Estos actos tienen una raíz más profunda que la liturgia: simbolizan que el poder pontificio no es perpetuo ni hereditario. Se interrumpe para abrirse al discernimiento del Espíritu Santo en el cónclave. Como enseñó san Agustín: “El que ama el poder, ama una silla prestada”.
DIMENSIÓN TEOLÓGICA: “CONFIRMAR EN LA FE”
En su encíclica Lumen Fidei, escrita en parte por Benedicto XVI y completada por Francisco, se recuerda que el Sucesor de Pedro “está llamado a confirmar a sus hermanos en la fe”. Pero esta autoridad no se adhiere al hombre: le es conferida para ejercerla y luego le es retirada.
Este principio se expresa también en la Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II, que regula el período de sede vacante y exige que se inutilicen todos los sellos y anillos del Papa fallecido para evitar usurpaciones. El poder pontificio se entiende así como servicio temporal, no como posesión vitalicia o mágica.
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