Anaya y aprender de la experiencia

Tener presente la historia nos ayuda a aprender del pasado, a corregir errores y a aprovechar lo bien hecho. El caso de Ricardo Anaya no es para dejarlo atrás, pues es motivo precisamente de aprendizaje. Las cosas se hicieron mal y no se deben repetir.

Acción Nacional ha hecho cosas bien y cosas mal, equivocadas. Así, por ejemplo, en ocasiones ha postulado como propios candidatos externos cuyos principios y acciones no han estado en concordancia con la doctrina panista del bien común y el respeto a la dignidad de la persona humana. El PAN ha llevado al poder en municipios y estados a candidatos que lo han ignorado en cuanto llegan al poder. Lo mismo con candidatos a legisladores, a veces plurinominales, que van en contra del panismo y que hasta de inmediato le han vuelto la espalda y lo ignoran, y hasta votan en contra de sus principios y a favor de sus adversarios. Los ejemplos abundan, pero al parecer el partido no aprendió, y ya es ocasión única de que no repita los mismos errores.

Otros casos son cuando el PAN ha presentado a elecciones a candidatos con tachas, a veces hasta impresentables, o que han llegado a serlo haciendo vergonzosas trampas o abuso del poder dentro del partido. Los candidatos impresentables han servido para que el PAN sea derrotado, o, lo peor, que lleguen al poder y hagan trapacería y media, y destruyan el prestigio de este partido dañando a México.

El caso de Ricardo Anaya es precisamente uno del que el panismo debe aprender y no repetirlo. Ricardo llegó a ser el candidato a la presidencia en 2018, y era más que evidente, aún con un somero análisis, que iba a perder. Y por muchas razones que sería largo comentar. Pero una de ellas es que su personalidad e imagen, así como gustaban (y siguen gustando) a muchos, eran también desagradables a otros muchos ciudadanos que votan. Pero algo central es que llegó a ser candidato abusando de su puesto como presidente del partido y en connivencia con otros dirigentes nacionales, que no vieron que era un error más que previsible.

Ricardo fue objeto de una muy sucia campaña de denigración como supuesto delincuente, que pasada la elección fue exculpado, con una bien planeada maquinación bastante burda. Lo que me pareció importante es que siendo doctor en Derecho y con equipo de abogados, su defensa ante las acusaciones fue más que mala, pésima. Y eso indicaba debilidades importantes. Pensar que la base perredista que siempre lo vio como su enemigo votaría por él, como deseaba la cúpula del PRD era absurdo.

Al autodesignarse como candidato presidencial, con la complicidad o ingenuidad de la cúpula panista, ya dejaba en claro que como presidente bien podía hacer en casos lo que le diera la gana. Y no ha sido el único que ha llegado así a ser candidato a posiciones ejecutivas o legislativas. Ejemplo, abusando de su posición como también presidente del PAN, Damián Zepeda se convirtió en el primero en la lista plurinominal al Senado. ¿Se puede confiar en alguien que abusa del poder partidario para llegar al poder público?

Quiero insistir, muchos, demasiados personajes panistas o invitados que han ganado elecciones a nombre del PAN han sido malos ejecutivos, hasta ladrones, y malos legisladores. Y por eso el partido ha perdido la confianza de muchos ciudadanos. Y lo peor es que en general era bien previsible que esas personas no debían haber sido candidatos.

El caso de Ricardo Anaya no se puede dejar en el olvido para las próximas elecciones del 2024. Y no es para denigrarlo, acusarlo, señalarlo con “índice de fuego”, no, sino para que el panismo, en especial la dirigencia nacional y las locales, no repitan los mismos errores: el abuso del poder interno para sobreponer los intereses de personas y grupos “de cuates” en la designación de candidatos federales y locales.

Lo esencial para México es que las cúpulas panistas, nacional y locales, pongan de candidatos a quienes hagan el mejor papel en campaña y al llegar a los poderes ejecutivos y legislativos. Se trata de hacer buenos gobiernos, no de simplemente ganar elecciones, esto ya dio pésimos resultados. Candidatos no solamente que no tengan tacha o la llamada cola que les pisen, por lo cual serían aplastados en campaña, para empezar. Candidatos que vean por la nación, con buenos equipos de trabajo al ganar las elecciones. Los malos o mediocres candidatos llevan a perder elecciones desde la campaña.

Como se dice en vieja reflexión: quien no aprende de su historia, de sus errores, volverá a repetirlos. Por eso es importante no olvidar el caso de Ricardo Anaya, para no repetir esos errores. Nunca en la historia moderna del país, México ha estado en gravísimo riesgo de perderse y de continuar la destrucción que hacen el peje y sus cómplices. Por eso las buenas candidaturas son prioridad nacional. Aprender las lecciones del pasado, en especial de 2018.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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