Una orquestada tendencia

Durante las últimas décadas, el movimiento que ha tomado como bandera el arcoíris, no sólo ha secuestrado nuestras calles, sino que, apoderándose de incontables cuerpos y seduciendo no pocas mentes, ha logrado una rápida y dramática transformación social. Algunos que han analizado las causas de que se pasara, en unas cuantas décadas, de un mayoritario rechazo a una amplia aceptación de la homosexualidad, como una opción más, son: El conocido periodista político, James Kirkup, con su análisis del manual contenido en “The Denton’s Document” (El documento Dentons); Darel E. Paul, con su libro: “From tolerance to equality” (De la tolerancia a la igualdad) y Marshall Kirk y Hunter Madsen con su obra: “After the ball” (Detrás del balón). Todos ellos exponen cómo, a través de la exposición continua de atractivos ejemplos, se logró normalizar una conducta que había sido, por siglos, ampliamente rechazada por ser contraria a la ley natural.

Para este fin, se contó con un Caballo de Troya que ya se encontraba adentro de la mayoría de los hogares; la televisión que, de manera sutil y astuta, fue introduciendo escenas y personajes cada vez más inmorales pero que, debido a su atractivo y repetición, logró familiarizar a la audiencia con éstas. El público, después de habituarse a contemplar la fornicación, el adulterio y otros pecados, estuvo listo para contemplar a las primeras parejas del mismo sexo (aunque fuese como personajes secundarios). Programas como Friends, Will and Grace, Sex and the city y Modern family, entre otros, lograron manipular emocionalmente a un público que se familiarizó con personajes de “sexualidad diversa” quienes, a través de la pantalla, dieron la impresión de que su estilo de vida, lejos de ser inmoral y objetable, era muy similar a la de la familia natural.

El feroz apoyo y promoción de las celebridades y líderes de opinión así como el adoctrinamiento continuo, unido a la manipulación emocional, orquestado por los grandes medios de comunicación a los que se fueron uniendo varias instituciones educativas y hasta algunas religiosas ha sido altamente productiva. En 1987, de acuerdo con las encuestas de Gallup en los Estados Unidos, el 55% de los entrevistados opinó que las relaciones homosexuales debían estar prohibidas, sólo el 33% declaró que debían ser legales y el restante declinó dar su opinión. Unas cuantas décadas más tarde esto cambio radicalmente. De acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew, en su encuesta realizada en el 2019: 72% en los Estados Unidos, 85% en Canadá, 69% en México, 89% en España y 76% en Argentina se declararon a favor de las relaciones homosexuales. Y a pesar de que la Unión Europea acusa a Polonia y a Hungría de restringir los derechos de las minorías sexuales (debido a que ambos gobiernos protegen a la niñez de ser expuestos en los colegios a la ideología de género) la realidad es que actualmente, de acuerdo con la reciente encuesta del Centro de Investigaciones Pew, la mayoría en ambos países, el 53 % de los polacos y el 52 % de los húngaros, opina que la homosexualidad debe ser aceptada socialmente.

Este cambio también se puede observar en los políticos. Basta recordar que en la campaña del 2008 para la candidatura a la presidencia del progresista partido demócrata; Hillary Clinton y Obama (al menos por estratégica política) competían para ver cuál de los dos, estaba más a favor del matrimonio natural. Unos pocos años después, ambos se pronunciaban a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. En el 2017, el “ultraconservador” Donald Trump, fue el primer presidente que entró a la Casablanca apoyando el llamado matrimonio homosexual. Desafortunadamente, esto no es particular de los Estados Unidos pues en gran parte de occidente vemos cómo, la mayoría de los partidos de “derecha”, han otorgado su apoyo, en mayor o menor grado, a varias leyes que van en contra de la ley natural.

Desafortunadamente, esta tendencia no se limita a la política, sino que ha permeado las mismas filas del catolicismo. La tibieza, disfrazada de prudencia, de unos; la ambigüedad de otros y el abierto apoyo de algunos; han contribuido enormemente a que dicha conducta gané cada vez mayor aprobación entre varios católicos que, por ignorancia o falsa compasión han claudicado ante el mundo y sus mentiras, aceptando el pecado y negándole con ello, al pecador, la compasión y la caridad cristiana que tanto necesita. De ahí que (con ciertas diferencias en porcentaje) tanto en Europa Occidental como en Estados Unidos y Canadá, la mayoría de quienes se definen como católicos apoyen el llamado matrimonio homosexual.

Como vemos, la descristianización de occidente avanza a pasos agigantados de la mano de la revolución sexual que, promoviendo todo tipo de pecados, ha demolido todo principio de moralidad. Bajo las alas engañosas de un sentimentalismo al que osamos llamar amor, crece un movimiento que para obtener todo aquello que la naturaleza le niega; no duda en ir contra ella, destruyendo a su paso, lo que sea necesario; pues a esta rebelión total contra la ley natural que tiene su fundamento en Dios, lo que le hace falta, es el amor.

Sigamos el consejo de San Pablo en su carta a los hebreos (13:8-9): “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas varias y extrañas; porque es mejor fortalecer el corazón con la gracia que con viandas de las que, ningún provecho sacaron los que a ellas se apegaron.”

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