Marcelo, en vilo

Para Juan Pablo Adame, hombre de causas y batallas.

¿A Marcelo lo engañaron? No. ¿Asistió voluntariamente al montaje de la obra ‘Es Claudia’? Sí. ¿Sabía a qué iba? También. ¿Puede llamarse engañado? No. ¿Apostó todo su capital en esta aventura? Casi todo, a saber si le queda algo. ¿Tiene futuro político? Sí, pero poquito. ¿Le hicieron fraude? No. ¿Merecía algo mejor? Según él, sí. Según López Obrador, no.

En política quien apuesta mucho, gana mucho o pierde mucho y Marcelo apostó mucho y perdió. Todos lo vimos desde el principio. Claro que a él no le quedaba de otra más que dar la batalla en la que se había metido. Reclamó, le dijeron que sí, le hicieron concesiones. Pero esas concesiones fueron su firma de legitimidad en el proceso de ungimiento de Claudia. La participación y la propia crítica constante de Ebrard al proceso y a la ganadora, autorizaron que le pasaran por encima sin problema alguno. ¿Qué pasará con Marcelo? No lo sabemos, pero la respuesta a esta interrogante ha ido perdiendo importancia conforme pasan los días. A lo mejor está tranquilo y en paz y por eso aplazó cinco días un anuncio que no sabemos de que será, pero que no tendrá la relevancia que él piensa. Sí le pasó una aplanadora, pero nada que no hubiera pensado con anterioridad, nada que no hubiera podido haber prevenido. Paradójicamente su día, al igual que el de Claudia, fue el día de la elección. Ya pasado ese día, su margen de maniobra se acortó.

Los escenarios han cambiado rápidamente. Ebrard era un candidato viable en la oposición hace unos meses. Las fuerzas opositoras, desesperadas por no tener a alguien competitivo, veían una posible salida de Ebrard como la respuesta a su angustia electoral. Pero llegó Xóchitl y cambiaron las cosas y cambiaron para todos. El efecto Xóchitl pegó políticamente en todos lados. Y la posible red de salvamento de Marcelo se rompió. Los opositores están muy cómodos con Xóchitl porque es una genuina antilopezobradorista, y porque no los obligó a reciclar los vestigios del pejismo.

Las encuestas que han medido lo que podría ser una eventual candidatura de Ebrard en la oposición (por ejemplo, MC) dicen que le quita votos a la alianza opositora y no a Morena. Eso sin contar que el gobierno emprendería una campaña de desprestigio en contra de él, de proporciones considerables. Además, el escenario para un candidato hombre de competir contra dos mujeres consolidadas ante el electorado, como serán Xóchitl y Claudia, se antoja más que difícil. Es momento de mujeres.

Nada parece indicar que el gobierno quiera iniciar el defenestre de su excanciller. Lo dejarán perderse solo, no le contestarán, no le darán respuesta que no sea el berrinche, el pataleo. Seguramente esperarán un par de días a ver qué hace con el ofrecimiento de permanecer en el movimiento. Le quedaría entonces ser senador conforme al acuerdo firmado y después rebelarse contra el sheinbaunismo –que hará todo por aplastarlo– y pasarse a la oposición a principios del gobierno entrante, en caso de que ganara Claudia; si ganara Xóchitl sería el mejor de los mundos para él, pues encontraría una vía de recomposición. Eso lo saben en Morena así que ahora más que importar si se quiere quedar es si los otros quieren que se quede. Se ve complicado el panorama para Marcelo Ebrard.

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