AMLO internacional

Al presidente López Obrador no le importa el mundo, lo que pasa y lo que se diga en él. Nuestro presidente vive en una burbuja nacionalista en la que nada perturba sus sueños de opio con grandes obras, inauguraciones entre aplausos, abrazos a la mamá del Chapo, ajusticiamientos públicos a sus adversarios y canciones de Silvio Rodríguez, mientras se refina unos tacos de cerdo en pasilla acompañados de un vaso de tepache.

Por supuesto, el presidente tiene todo el derecho a proyectar la imagen propia que él quiera. Pero los mexicanos también tenemos derecho a querer que nuestro presidente, aunque sea él, sea visto con respeto por otros mandatarios del mundo y por la comunidad internacional. Como ha sido la tónica en este sexenio, los deseos y anhelos del presidente van por un lado y los de una buena parte de la ciudadanía por el otro. Lo cierto es que la imagen del presidente mexicano es el hazmerreír de la comunidad.

Cuando se habla del presidente en el mundo, no podemos olvidar su intervención ante decenas de mandatarios en la que se le ocurrió hablar de Mussolini, diciendo que se llamaba así por Benito Juárez. ¿Quién se atreve a mencionar al fascista italiano en un foro de ese nivel? Pues ya sabemos quién. Lo mismo cuando dice que somos un país que se fundó hace 10 mil años o cuando afirmó que no éramos colonia “ni de Rusia, ni de china, ni de Estados Unidos”, o que puso “en pausa”, según él, las relaciones con España. De elevadorista con Biden y Trudeau, o con ellos mismos cuando ocupó más de 25 minutos en una respuesta para que no pudieran decir nada. En materia internacional López Obrador es un oso permanente.

Recientemente la emprendió contra Perú, a tal grado que ese gobierno decidió retirar a su embajador en nuestro país. López Obrador, que se la pasa hablando de la soberanía de los pueblos y de que nadie se meta con los demás, que no acepta el comentario de un extranjero por considerarlo injerencista, se despacha con la cuchara grande cuando se trata de defender gobernantes empobrecedores de sus países. “Nosotros no aceptamos toda la farsa que ha significado la destitución del presidente Pedro Castillo, porque no se respetó la voluntad del pueblo de Perú, se pisoteó la democracia y se cometió una gran injusticia al destituirlo y encarcelarlo, y luego establecer de facto un gobierno autoritario, represor”, dijo sin respeto alguno por la soberanía peruana. Pero fue más allá, porque ya sabemos que su pecho no es bodega. Alertó que nadie habla de esa injusticia y barrió parejo con “la prensa mundial, los periódicos más famosos del mundo, OEA, ONU y organizaciones de derechos humanos”. O sea, es él solo contra el mundo. Pobre, cuánta incomprensión.

Como sabemos los mexicanos, el presidente tiene un gran motivador en la autosuperación. Constantemente se supera a sí mismo en sus retos. Así que decidió impactar a medio mundo –literal– difundiendo una foto de un aluxe. Claro que llamó la atención y se volvió la mofa de los medios internacionales. El presidente de México cree en manifestaciones de otro mundo, en la aparición de seres fantásticos. A él le parece muy místico lo que a los demás les parece algo demencial. Pero en fin, ya se ve que los alcances de la transformación lopezobradorista llegan a niveles insospechados.

Quedaremos a la espera del nuevo oso internacional del presidente. A la mejor sale jugando Ouija con sus colaboradores o adorando a un becerro de oro o aventando princesas mayas a los cenotes para apaciguar la furia de los dioses. O a la mejor hace la apología de Stalin. Cualquier cosa puede pasar.

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