¿Qué significa la democracia para los ciudadanos?

La palabra democracia en su sentido etimológico es simplemente el gobierno del pueblo, sin embargo, en la práctica esta palabra ampara un abanico de significados y de situaciones reales por las que su defensa es, ante todo, una cuestión ciudadana de la mayor relevancia.

La primera nota característica de vivir en democracia hoy es la posibilidad de, con el voto, elegir a los gobernantes (cabeza del poder Ejecutivo) y los representantes (poder Legislativo), pero también de manera indirecta porque la especialización de su labor se beneficia de eso, a los integrantes de la Suprema Corte (cabeza del poder Judicial), así como de los que encabezan muchos órganos autónomos —en otros países, como EUA, los fiscales también son electos por voto directo al ser un órgano “intermedio” entre Ejecutivo y Judicial—. En otras palabras, la democracia la asociamos por la forma de elección con la forma de gobierno más extendida: la república. Y la república, cuando funciona plenamente, es la forma de gobierno que ofrece mayor posibilidad de contención de los afanes autoritarios, especialmente del Ejecutivo, porque “divide” las cargas de fuerza.

De ahí se deriva otra nota característica de la democracia es la percepción de que va ligada a la libertad y del respeto a los derechos humanos. Puesto que si todos y cada uno de los ciudadanos tenemos la libertad de elegir a quiénes queremos que los gobiernen y representen; de manera cuerda solemos elegir a aquellos que nos ofrecen cuidar nuestra libertad, nuestros derechos y claro crear las condiciones de desarrollo económico y social para que el país crezca con seguridad y justicia. 

Y, como los pusimos, tenemos el derecho a demandarles que cumplan con lo prometido y a decidir diferente a la siguiente elección si no cumplieron o si los otros candidatos parecen más capaces en esta ocasión. En contraste, si me quitan la libertad de ejercer mi derecho/deber de elegir a mis gobernantes, seguramente perderé antes o después otras libertades y derechos; por eso es tan cara a los ciudadanos la democracia porque es la punta del iceberg de otras muchas ventajas o desventajas. 

Otra característica más de la democracia es que se da por mayorías, y el acuerdo funcional es que cuando no se gana esa mayoría tanto el candidato como los que lo apoyaron lo aceptan que perdieron. El candidato esperará mejor ocasión, pero los ciudadanos mantienen la posibilidad de demandarles que cumplan con su función. Es probable que lo hagan con mayor ahínco incluso que los votantes “ganadores”, pero les hacen un favor también a éstos al impulsar a gobernantes y representantes a que hagan mejor su trabajo, a que callen a esas voces. 

Estas dos últimas notas se cumplen a cabalidad cuando hay un organismo confiable que organice las elecciones porque da reglas claras y sanciones, porque organiza el día de la elección, porque capacita a los ciudadanos y acompaña para dar certeza en los conteos. 

En nuestro país, las condiciones para que la democracia funcione se están perdiendo. Antes que nada, porque el titular actual del Ejecutivo que llegó por la vía democrática a ser parte de una república, desde el inicio, y en complicidad con parte importante del Legislativo, ha encontrado cómo vulnerar la separación de poderes, y amenaza con que su candidata, de resultar electa, continuaría con esa tarea de demoler la república y su equilibrio de poderes, acabando en consecuencia con los órganos autónomos que regulan áreas que requieren ser reguladas incluso por cuestiones del T-MEC.

Si bien la pérdida de libertades y derechos no es generalizada todavía, sí se ha atacado frontalmente a muchos periodistas, a activistas y a voces independientes de la sociedad civil. Los números de asesinados entre activistas y periodistas son más elevados que antes. Eso sin contar que la falta de seguridad y el ceder al crimen organizado zonas y zonas ha impactado la libertad y los derechos mucho más de lo que se habla.

Pero finalmente, el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral no se están comportando a la altura. El Tribunal no está completo, faltan nombramientos detenidos por el Ejecutivo y la consejera presidenta del INE no acaba de mostrarse fiel a su encargo, ha entrado en conflicto con el resto de los consejeros y hoy el INE no opera como se necesita en este momento de la historia. 

Por todo ello, es imperativo que los ciudadanos se manifiesten preventivamente en favor de la democracia, pues esta representa la república, la libertad, los derechos y elecciones confiables. La marcha del 18 de febrero es para eso.

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