Los efectos de la mentira reiterada

La verdad no está sólo en lo que se dice, también en quién lo dice, a quién, por qué, cómo y bajo qué circunstancias.

Václav Havel, Cartas a Olga

La mentira tiene muchas caras y eso es lo que la hace más peligrosa. Pues la mentira usualmente se presenta con algún viso de verdad, casi nunca como completa mentira. La mentira se dice a las multitudes, la mentira se dice al oído, la mentira se dice en negociaciones. La mentira se puede decir respecto a algo del pasado, pero igual se puede lanzar hacia el futuro. Vivir bajo mentiras es muy desgastante y causa mucho daño en las relaciones personales; pero cuando se vuelve un mecanismo de gobierno el daño es exponencial.

El principal efecto destructor de la mentira reiterada y sistemática es socavar, al menos en parte (¡como buena mentira!), la capacidad de reconocer la verdad; porque se vuelve difícil distinguirla al estar constantemente rodeada de tantos engaños. El segundo efecto destructor es la renuencia a reconocer la verdad, porque la mentira resulta más cómoda.

El reciente escándalo mediático por el hackeo de millones de correos con documentos confidenciales que se hizo a la Secretaría de la Defensa, más allá de lo peligrosísimo que es que esta dependencia no cuente con la suficiente ciberseguridad, ha puesto en jaque al modo de comunicar del Ejecutivo; pues ha subrayado su carácter poco confiable. En otras palabras, no es una sorpresa que se haya mentido, ya se sabía; ahora se comprueba la extensión de las mentiras.

De hecho, la mentira es más frecuente que la verdad en las mañaneras, como el doctor Luis Estrada ha venido constatando con sus conteos. Este especialista, con su equipo, hacen un análisis diario de lo que se dicen en cada mañanera, y en promedio se dicen 94 falsedades en cada una, lo que da un total de casi 87 mil desde el inicio del sexenio. El analista ha perfilado que esas falsedades se dan bajo cuatro modalidades: la promesa (que resulta incumplida); el compromiso (le responde al reportero que le enviará la información); los datos que no se pueden comprobar (o sea vaguedades al extremo) y “los otros datos” que lanza incluso cuando contradicen los datos dados por él antes o por su gabinete.

En este clima, incluso la aceptación de la verdad se vuelve una especie de mentira, como sucedió con las revelaciones de la precaria salud del titular del Ejecutivo que salieron a la luz con el hackeo, que en lugar de ser negadas (como algunos esperaban) se aceptaron con frases “es del dominio de todos” o “ustedes ya sabían”.

Cabe señalar, primero, que la cuestión de la salud es peccata minuta frente a la gravedad de otras de las filtraciones como la revelación de que sí había orden de aprehensión contra Ovidio Guzmán que se negó en su momento para suavizar la gravedad de la orden presidencial de soltarlo y que probablemente en un futuro ideal de justicia implicaría una causa judicial o las comprobaciones de que el Ejército espía a ciudadanos y periodistas. Y, en segundo, que esa aceptación de la veracidad de las revelaciones de su salud trae una validación genérica y a priori de cualquier material que a partir de hoy cualquiera diga que proviene de la filtración de Guacamaya. Así lejos de abonar a que se inicie una etapa de mayor claridad o más cuidado en la rendición de cuentas nos meten nuevamente en la confusión. Cualquier cosa podría ser verdad; pero cualquier cosa podría ser inventada para pasar como verdad.

Este clima de confusión ha ido creciendo en este sexenio, eso es innegable; pero no es una novedad, como todo lo que sucede ya en el ejercicio de gobierno, es sólo la exacerbación de lo que se coció por años y le permitió ganar elecciones con un porcentaje de votos sin precedente.

El apoyo masivo en las urnas de votación se debió a que en campaña dijo muchas cosas que resultaron mentiras: combatir la corrupción, regresar al Ejército a sus cuárteles, no cancelaría el aeropuerto, viviría en una casa modesta en el centro de la Ciudad de México… pero al mismo tiempo dijo muchas verdades como que iba a mandar al diablo a las instituciones. Alguno podría argumentar que le fue imposible distinguir las mentiras de las verdades y que eso lo orilló a dar su voto de manera “sincera”.

Pero hay otros que siguen bajo el segundo efecto de la mentira reiterada que es la renuencia a ver la verdad porque la mentira es más cómoda. A estos, resulta prácticamente imposible moverlos de su posición porque no están dispuestos a afrontar las consecuencias de su empecinamiento. Ni las evidencias que surjan del hackeo los moverán de donde están.

Sin embargo, la mentira reiterada de este gobierno también representa un doble reto para aquellos que no le han creído desde hace décadas y que no votaron para que llegara o los que sí han sido capaces de reconocer que México está en riesgo si seguimos por este camino. La primera parte del reto es mantener la cabeza fría y no engolosinarse con cualquier información que parezca “veraz” hasta lograr comprobar que lo es (las fake news tienen enganche porque nos gusta creer que algo que se ajusta nuestros deseos).

El segundo reto es lograr formas de articular las verdades se quieren comunicar de manera clara, verídica; pero también de manera emotiva y comunicativa; pues en un ambiente como el actual no basta con que la verdad se anuncie, pues será como unos faros que apenas se distinguen entre la neblina del bosque; la verdad debe llegar con suficiente luminosidad y calor para poderla confiar que iluminará nuestro futuro. Será muy complicado; pero es el único camino que sí nos saque adelante; sino seguiremos perdidos en un bosque cada día más oscuro.

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