La complejidad de las relaciones exteriores y la exigencia ciudadana

Es difícil valorar el peso que las propuestas en torno a la política exterior de quienes son candidatos a la presidencia de México tienen en la decisión de los electores, porque se suele pensar que no es un aspecto que afecte directamente la vida cotidiana de la mayor parte de los ciudadanos. La elección de 2018 quizá sí fue la excepción, pues en Estados Unidos estaba en la presidencia uno de los personajes más peculiares de su historia: Donald Trump, que se expresaba constantemente de forma despectiva de los mexicanos. El entonces presidente Enrique Peña Nieto no mostró nunca una actitud combativa, incluso lo recibió durante su campaña lo que lo valió internacionalmente. El actual titular del Ejecutivo en campaña buscó contrastar esto mostrándose con una actitud altiva prometiendo enfrentarlo.

Como tantas cosas más, ya en el ejercicio del poder, la realidad fue diferente. Y llevó incluso a que Trump se jactara de “México pagó el muro”, pues una de las tareas prioritarias de la Guardia Nacional desde su creación ha sido el control de los migrantes que cruzan por el territorio nacional. Este tema es medular en la política exterior ya que literalmente une nuestra relación con Estados Unidos y con los países de Centro América.

Hace unos años, México aspiraba a lograr una solución para la realidad de los millones de mexicanos que cruzaron la frontera y se establecieron ilegalmente en Estados Unidos. Eran los años del anhelo de la “enchilada completa”, metáfora que definía la concreción de un acuerdo que reconociera que los aportes que los migrantes mexicanos han hecho y que facilitara su legalización y las de sus hijos.

Ese anhelo fue quedando atrás porque beneficiados por el crecimiento económico que se dio antes de este gobierno, que si bien no fue espectacular, fue lo suficientemente estable para que la migración mexicana quedara casi en ceros, además de que el crecimiento de la población en el país se ha desacelerado por tanto menos gente se iba.

Aunque en los últimos dos años, la migración de mexicanos volvió a crecer tanto por el descuido al campo como porque muchas poblaciones han quedado a merced del crimen organizado. El titular del Ejecutivo pudo haber gritado el 15 de septiembre pasado “Vivan los hermanos migrantes”, pero si se refería a los mexicanos no se ha reunido con ninguna asociación ni con grupos de ellos en sus pocos viajes a Estados Unidos, lo que sí habían hecho sus antecesores. Hay quejas poco publicitadas de que la austeridad redujo significativamente los servicios que se les daban en los consulados. No obstante, se agencia como triunfo, un día sí y el otro también, que las remesas han llegado a niveles nunca antes vistos. Sin que nadie entienda como la dependencia de los ingresos obtenidos en otro país por la expulsión de sus trabajadores sea un triunfo.

En Estados Unidos ya no hay ningún interés o al menos no evidente de lograr resolver el problema de los ilegales en el territorio, a pesar de que se asumía que era un ideal de los demócratas, pero últimamente todo el tema migratorio, más allá de los que ya están allá, está cobrando mayor dimensión conflictiva incluso en territorios “totalmente demócratas” como Nueva York o California.

Por ello, el tema de la migración ya no se puede ver sin tomar en cuenta a Centro América, a los países del Caribe e incluso Venezuela. Como se ha dicho muchas veces, el diagnóstico del titular del Ejecutivo de que se deben atender las causas en los países de origen no es errado, lo que ha sido ineficaz y despilfarrador ha sido la supuesta solución. La Secretaría de Relaciones Exteriores fue la responsable del traspasar a los países centroamericanos partidas presupuestales de los impuestos de los mexicanos para financiar especialmente dos programas: Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro. Y sobre ambos se extiende una grave sospecha de corrupción, no han dado el menor resultado y han servido solamente para ganar aliados —y no siempre, pues con El Salvador suscitó conflicto— en la región. Por otra parte, la presencia de los migrantes en el territorio nacional no se ha abordado abiertamente por parte del gobierno federal, y la problemática real en muchas zonas ha sido ignorada.

Dado que Estados Unidos tendrá campaña electoral más o menos empalmada con la mexicana, el tema volverá a tener presencia mediática y será una oportunidad para conocer —aunque lo que se diga en la campaña ya vimos que no siempre se hace— cuál es la postura de las candidatas punteras. Es importante que los ciudadanos seamos especialmente exigentes en este tema que por años fue sólo de política exterior pero que hoy está irremediablemente relacionado con la política interior, y se ha entronca con temas de seguridad para los ciudadanos.

Evidentemente, el tema migratorio es sólo uno de los muchísimos temas que implican las relaciones con Estados Unidos, y las relaciones exteriores no se limitan a las que tenemos con los países que tenemos frontera. De hecho, el entramado de tratados comerciales, de cooperación y de participación de México en organismos internacionales era uno de los más destacados a nivel mundial, aunque en este sexenio ha habido un deterioro de la posición de liderazgo y participación del país en foros internacionales provocado por la constante ausencia del titular del Ejecutivo, así como por la eliminación de organismos como ProMéxico que nutrían una red de contactos comerciales y estratégicos que nos posicionaban en muchos países.

Esta inhibición es resultado de la parquedad de miras del titular del Ejecutivo, pues como en tantos temas se quedó atrapado un nacionalismo trasnochado que prioriza sus inclinaciones ideológicas que se escuda en una falsa idea de la austeridad y no se da cuenta de las consecuencias internacionales de sus posturas y de la repercusión interna de las mismas. Esa cortedad de miras ha generado todo tipo de conflictos y fricciones desde los que ponen en tensión el T-MEC en temas como el maíz, hasta la reprobación generalizada por la ambigüedad en situaciones como la guerra en Ucrania o el apoyo irrestricto a regímenes dictatoriales como los de Nicaragua, Cuba y Venezuela.

En materia de relaciones exteriores el reto es muy grande para cualquiera que aspire a gobernar a México; pero en la circunstancia actual de retraimiento en muchas áreas, de sometimiento en otras y de capricho en muchas más, han vuelto todavía más complicado el reto. Por todo lo anterior, y como ya se mencionó, los ciudadanos debemos fijarnos y señalar las variadas problemáticas que se derivan de él como centrales en las propuestas que queremos se vuelvan realidad en los siguientes seis años porque la vida de los mexicanos en el país y fuera de él pues la vida de los mexicanos sí se ve afectada por lo que se haga o se deje de hacer en esta materia.

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