Jóvenes, economía y la próxima elección

Entre los muchos temas que el gobierno actual se distinguió de los tres anteriores fue en la forma de abordar el inicio de las actividades económicas de la juventud y el tema es definitorio de la visión que se tiene del impulso a la misma economía. Por ello, conviene revisar el tema pues de un lado se ofrece continuidad sin revisión ni rectificación y del otro todavía se adivina que cambiará; pero no es muy claro cómo, aunque el anunció preliminar ha sido una contrafigura a lo existente hoy.

La diferencia fundamental entre gobiernos del pasado y el actual fue el empuje al emprendimiento con apoyo a pymes que se materializó con el Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM) fundado en 2013, el cual concretó esfuerzos en materia de apoyo a jóvenes emprendedores con diversos programas desde 2004. El apoyo ofrecía todo tipo de recursos no sólo económicos sino de capacitación y asesoría. Fue una de las primeras víctimas de la cuchilla de la “austeridad”, pues fue cerrado prácticamente al inicio del sexenio (junto con las Estancias Infantiles).

El programa estelar de apoyo a jóvenes que se adoptó fue el de Jóvenes Construyendo el Futuro que se enfocaba a los llamados “ninis” (neologismo para los que ni estudian ni trabajan). El cual consiste en que jóvenes de 18 a 29 años sean aprendices en empresas establecidas y reciban una beca por 12 meses que en 2024 es de 7 mil 572 pesos mensuales más seguro médico del IMSS.

El programa sonó mucho al inicio sobre todo por la presión que se ejerció sobre muchas empresas para que recibieran a los aprendices, y posteriormente, por irregularidades en el mismo y hasta por subejercicio en el primer año y reducción significativa del presupuesto en el segundo. Encontrar resultados reales sobre el programa es difícil, la página oficial señala que han pasado por éste un total de 2 millones 969 mil 269 jóvenes (1,244,432 hombres y 1,724,837 mujeres). Estas cifras llaman la atención pues en 2022 se anunció que ya se había logrado la meta del gobierno de atender a 2.3 millones de jóvenes y que lo ampliarían a 3 millones. En el mejor de los casos no se habrán actualizado desde 2022 las cifras y los beneficiados en 2023 y los inscritos en 2024 porque los beneficiados deberían ser muchos más.

Independientemente de esa discrepancia en la información, el programa en sí resulta un tanto contradictorio pues carga a las empresas con obligaciones que no necesariamente les generaron algún beneficio, y tan es así que no es parte de la conversación pública, casi no se habla de ellos en términos de éxito. Por otra parte, el programa va claramente encaminado a la creación de “empleados”, y no hubo nada que retomara la incentivación de creación de pymes o de empresas.

Como paréntesis, el mensaje fue absolutamente coherente con el nulo apoyo a las empresas —el único país de la OCDE que no lo hizo— durante la pandemia. Así se ha traducido la relación con los emprendedores y empresarios en este sexenio: los usaremos, los vigilaremos, los fiscalizaremos y los acusaremos de ser explotadores, injustos y egoístas, entre otras lindezas.

¿Hacia dónde deberíamos encaminarnos los próximos seis años? Es la pregunta que los jóvenes de 18 a 29 años se deberían plantearse ante las elecciones que vienen —los primeros votantes 18/19 años suelen ser participativos, los niveles de abstención entre 21 a 35 años especialmente entre varones son los más altos— no sólo porque su futuro inmediato sí está en juego, sino que el rumbo que se fije en los próximos años definirá sus posibilidades de desarrollo como generación.

Es cierto que el emprendedurismo se puede considerar una vocación, es un hecho que no todos tienen el temple, las ganas, el carácter, las ideas y la perseverancia para serlo; por lo que resulta buena idea el apoyo de aprendices”; sin embargo, hoy deben nacer y ser cuidadas las empresas que darán empleos y abrirán espacios para los futuros aprendices.

Es de todos conocido que los números de supervivencia de las pymes en nuestro país es muy baja, y seguirá en picada si no recuperamos planes, programas e instituciones gubernamentales que brinden asesoría y guía para elevar la eficiencia y la sustentabilidad de esos emprendimientos especialmente de los jóvenes.

Un gobierno que centra su política económica en puros planes asistencialistas y que por otra parte presiona de manera unilateral a las empresas acaba por matar a la gallina de los huevos de oro. Porque los recursos destinados a programas sociales —asumamos que llegan íntegros y sin corrupción alguna a sus destinatarios— provienen de los impuestos que se generan de la actividad económicas o del endeudamiento. Y este gobierno está recaudando menos, gastando desordenadamente y para el sexto año ha disparado en una proporción sólo vista en los 80 el endeudamiento. Y esa deuda es ya hoy un lastre para las nuevas generaciones, un lastre que no conocían justamente porque los gobiernos anteriores tachados de neoliberales, y con muchísimos defectos, sí se habían comprometido y trabajado arduamente en mantener equilibrio en las finanzas.

El voto joven, sin duda, no es fácil de atraer porque entre las mismas características de la juventud está esa despreocupación natural por el futuro, pero esta elección no es cualquier otra. Parte de la definición entre estatismo (que sólo se da con tintes dictatoriales) y libertad pasa definitivamente por la libertad económica, y ésa debería importarnos a todos; pero más a los jóvenes que cargarán con los errores o se beneficiarán de los aciertos.

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