Día Internacional de la Mujer

Desde hace unos años ha cobrado importancia el Día Internacional de la Mujer, que inició con el énfasis en la mujer trabajadora, pero que ha evolucionado a integrar muchas de las preocupaciones que afectan a la mitad de la población más allá de lo laboral, destacando desde hace unos años los reclamos para acabar con las diversas formas de violencia que afectan a las mujeres de todas las edades en nuestro país.

Es cierto que estas causas que mueven a la conmemoración, además de lo laboral y la violencia, son muy variadas, y la mayor parte se pueden identificar como justas y compartidas por la aplastante mayoría de las mujeres mexicanas. Sin embargo, hay un tema específico que no resulta común a todas como es la lucha por el supuesto derecho al aborto, el cual se ha entretejido casi irremediablemente entre las peticiones de cada año. Sin embargo, a este tema polémico se le ha unido últimamente otro asunto cuya controversia seguirá creciendo como es la inclusión o no en la marcha del día 8 de marzo de los hombres que se autodenominan mujeres transgénero, que son rechazados por sectores importantes del mismo feminismo de “hueso morado/verde”.

Pero más allá de las polémicas específicas, la conmemoración del Día de la Mujer da lugar a reflexionar sobre las muchas formas en que todavía no se ha logrado que los miembros de ambos sexos gocen de equidad. Es necesario destacar que no se está usando la palabra equidad con liviandad, sino que se usa porque la igualdad que suele ser la aspiración es un ideal imposible de cumplir en la realidad.

Subrayemos que el valor de hombres y mujeres es intrínsecamente el mismo, pero la realidad física, biológica, emocional, social y psicológica nos hace diferentes. Por ello, la lucha por la equidad es más apropiada y alcanzable porque busca que a partir de esas diferencias —y en ciertos casos a pesar de esas diferencias— las mujeres gocen de libertad y oportunidades para desarrollarse plenamente en los campos y en las formas que quieran.

La equidad reconoce pues las diferencias y busca la manera de nivelarlas. Esta nivelación pasa irremediablemente por los roles de cuidado en los hogares. Es innegable que la naturaleza de maternidad implica el cuerpo tanto en embarazo como en la lactancia; y que el vínculo maternal es insustituible. Pero esa realidad es origen de desigualdades en la actualidad porque no hay mecanismos que busquen la equidad en las labores de cuidado donde sí podría haberlos. Además de que por extensión se le asigna a la mujer el cuidado de adultos mayores, enfermos y otros que requieran asistencia.

Esto impacta el desarrollo laboral especialmente. La repetida y denunciada brecha en los sueldos entre hombres y mujeres se da al sacar los promedios de ingreso, porque hay menos mujeres en los puestos con mayores sueldos y las mujeres suelen optar por profesiones que les ofrezcan mayor flexibilidad de horario que suelen ir con menores salarios. Es claro que la cuestión de los ingresos es un tema numéricamente comprobable, pero hay un sinfín de decisiones prácticamente diarias que las mujeres toman que les generan mayor estrés, mayor presión y menos satisfacción.

Por eso, la conciliación hogar-trabajo debería ser una de las causas que más ruido hiciera en la conmemoración del Día de la Mujer —independientemente de que el 1 de junio se ha definido como del Día del Balance Trabajo-Familia— porque si se logra con diálogo, con concesiones y con equilibrio de todas las partes es uno de los pilares que abona a la equidad entre hombres y mujeres, y tiene efectos sociales muy benéficos a corto, mediano y largo plazo. Las generaciones venideras habrán crecido con una visión más equitativa de la realidad de los dos sexos y tendrán modelos de convivencia que tiendan a bajar la violencia intrafamiliar y social, y que creen mayores oportunidades de desarrollo pleno para todos.

Que este Día Internacional de la Mujer sea una invitación para reflexionar sobre las aportaciones femeninas al mundo, revalorando lo hecho en el pasado no para cambiar la historia sino para entenderla mejor y así encontrar caminos nuevos de plenitud y crecimiento para las mujeres, sobre todo, ahora que estamos a meses de tener a la primera presidenta de nuestro país.

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