En la vida, la amistad es uno de los valores más preciados, algo que debemos trabajar y proteger en todo momento para que sea duradera.
A poco más de 15 meses de las elecciones federales del 2018, los ciudadanos debemos prepararnos a cumplir uno de nuestros deberes fundamentales: Elegir con serenidad y con sabiduría a un nuevo Presidente y a los integrantes del Congreso. Una grave responsabilidad, que no podemos tomar a la ligera. Y ahora menos que nunca.
En los próximos meses, una muchedumbre de aspirantes tratarán de convencernos que ellos y sus partidos son nuestra mejor opción. Usarán toda clase de medios, legales e ilegales, leales y desleales, racionales e irracionales, para tratar de persuadirnos. Y muchas veces no necesariamente será de mala fe. Simplemente no saben cómo argumentar.
La mayoría de los ciudadanos, por supuesto, no somos políticos ni filósofos. Como están las cosas, no tenemos muchas opciones de donde escoger para que nos den guía. Tendremos que aprender a reconocer los argumentos que no demuestren nada y mantenernos al día de lo que dicen los candidatos. Para ello, la mayor parte de la tarea le tocará a nuestro sentido común. El menos común de los sentidos, dijo algún pesimista. O muchos elitistas. Pero una herramienta que todos tenemos.
A reserva de profundizar, hay áreas que el ciudadano debería revisar de lo que nos ofrece la clase política. Algunos ejemplos: ¿Me quieren convencer con sentimientos y no con razones? Por ejemplo: el otro es antipático, yo soy simpático. ¿Con prejuicios? Yo fui pobre; por lo tanto, tengo que ser bueno. Yo pasé por lo mismo que tú; por lo tanto yo seré mejor candidato. Yo “hablo bonito”.
Otro punto a revisar: ¿Se dedica a atacar a otros en vez de decir lo que propone? ¿Nos demuestra que lo que ofrece es mejor que lo que ofrecen otros? Una maña muy común. Muchos políticos creen que convencer de que otros están mal, demuestra que ellos están bien. Y puede ser que tanto el atacante y como el atacado sean malos, sólo que de diferente modo. ¿Responde a los ataques con razones o con insultos y descalificaciones? A lo mejor es porque no tiene argumentos.
Todavía más: ¿Demuestra lo que dice con información confiable o espera que le creamos sólo porque lo dice? ¿Tiene la práctica que se requiere para el puesto? Habría que tener mucho cuidado con esto, porque hay gente que, al no pertenecer a la clase política, no tendrá experiencia. Habrá que ver qué ha hecho en otros campos. ¿Cuáles han sido sus resultados en otros puestos?
Habría más que decir, y que escribir sobre este tema. Tenemos que acostumbrarnos a evaluar y validar a estos candidatos. Será una tarea pesada. Pero hay que hacerla. Nuestro deber es votar en conciencia, no dejarnos llevar por superficialidades.
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