Premios y castigos

De manera natural todas las personas tenemos estructuras básicas semejantes. Unas son biológicas como la configuración del cuerpo, otras psicológicas como los sentimientos y la afectividad, otras son de organización y dominio. A estas últimas me voy a referir.

La organización siempre es necesaria para dar un lugar a los objetos necesarios para vivir, para trabajar, para descansar, en definitiva, para poder desempeñar nuestras actividades cotidianas y muchas otras que realizamos esporádicamente solos o con otras personas.

También la organización tiene que ver con la distribución de tareas, el espacio en donde las realizaremos y los recursos necesarios.

Obviamente a la organización y al reparto de tareas les acompaña el dominio sobre los equipos necesarios y los espacios. A veces los equipos y los espacios son adquiridos personalmente, otras veces forman parte de la propiedad de terceros y los utilizamos mientras formamos parte de los convenios.

Por ejemplo, hay trabajos en los cuales se advierte a los trabajadores que requerirán su propio coche. Otras veces la institución lo dará. Hay instituciones que facilitan el equipo, otras veces cada persona debe contar con eso, por ejemplo, con las personales computadoras.

Además, cuando se usan bienes de una empresa y algún compañero de trabajo resulta ser miembro de la familia de alguno de los dueños, pueden aparecer grandes diferencias en el modo de utilizar los recursos. A veces el pariente descuida los recursos o con facilidad utiliza los de los compañeros. Todo eso es fuente de incomodidades por el ejercicio de privilegios mal entendidos.

Ante estos posibles escenarios, conviene revisar qué premios o qué castigos se aplican o qué premios y castigos esperamos.

Hay quienes no se atreven a castigar a los parientes de los dueños. Entonces cometen la injusticia de dejar pasar faltas que deberían corregir y sí las corrigen en los demás. Esto puede llegar a crear muy mal ambiente en las relaciones laborales y en las familiares. Y además muchas faltas de justicia.

Puede haber compañeros de trabajo que decidan cultivar la amistad con los parientes de los dueños simplemente porque ven la facilidad de que a ellos también se les trate de otro modo.

Los premios o los castigos se han de asignar por el desempeño, por el cuidado de los equipos y los espacios. Injusto será utilizar los equipos de los trabajadores sin el consentimiento de los dueños.

Una injusticia bastante generalizada es premiar con ascensos a los parientes o amigos de los dueños o de los directivos, cuando otros de los trabajadores son más destacados en su desempeño. Generalmente estos problemas son más frecuentes en las empresas familiares. Y causan mucho malestar en los demás.

Es de desear la buena aplicación de los premios y castigos -hay muchas personas que lo viven-, porque los premios certifican la buena conducta y los castigos subrayan la equivocación. Así, a quienes dudaban de su modo de actuar les queda claro su merecido. Esta es la razón de ser justos al premiar o castigar.

Desgraciadamente hay una tendencia en el ámbito escolar de desaparecer los premios y los castigos. Equivocadamente los quieren impedir para evitar el hecho de que algunos alumnos no reciban algún premio. En realidad, si con el premio se refuerza el conocimiento de la buena conducta, y con el castigo la de la mala, lo adecuado es dar premios de acuerdo a algún aspecto destacado, así todos aprenden a ver sus fortalezas y nadie queda excluido. Podríamos asegurar así un ejercicio de educación positiva.

De este modo se fomenta el aprecio por las diferencias de los demás sin envidiarlas porque cada quién tiene las suyas, y se entiende mejor la complementariedad. Es un modo de facilitar el trabajo en equipo, en donde todos trabajan y ninguno deja de aportar pues todos saben dar lo que los distingue.

También se evitan las envidias y las comparaciones. Y se capta mejor la realidad del mérito. Esto también demuestra la equívoca postura del igualitarismo que tiende a fomentar la envidia y la pereza.

Como conclusión podemos afirmar que aunque todos coincidamos en la estructura básica, el modo de aplicar y dosificar nuestras funciones y nuestras propiedades es muy personal. Porque personal es la manera de dar peso y medida a las cosas, personal es el aprovechamiento de nuestros recursos, y personal es el modo de compartir lo propio. Todo esto sucede porque cada persona es muy singular en sus valoraciones.

Podemos ver qué premiamos o qué castigamos y eso nos dará idea de nuestra capacidad de reconocer las diferencias y de fomentar la imprescindible ayuda mutua. Al hacer este análisis nos llevaremos muchas sorpresas, pero podremos descubrir un aspecto del personal modo de ser.

Sobre todo, aceptar qué tan justos o injustos podemos ser, qué facilidad tenemos para admirar lo diferente y el modo de complementarnos sin querer uniformar a los demás de acuerdo a nuestros puntos de vista.

Si admitimos las diferencias personales y premiamos cuando las aprovechas en servicio a los demás o castigamos cuando no las aprovechan estaremos construyendo un mundo plural y verdaderamente inclusivo.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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