Prioridades

En el fondo hay una necesidad de establecer prioridades y de separar fenómenos. El error consiste en contraponer las faltas para eliminar una de las dos, en lugar de jerarquizarlas y atacarlas en consecuencia.


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Alentados por la principal fuente de polarización y sectarismo y basados en la natural tendencia a juzgar todo con criterio maniqueo, los mexicanos debatimos en los últimos días si la violencia de algunas mujeres contra monumentos y propiedades privadas es digna de apoyo o no.

La discusión se incendia en el marco divisionista que surge del discurso oficial; se atiza el fuego por el hábito de enjuiciar todo como bueno o malo, sin más opciones, y desemboca en la exigencia de castigar a quienes dañaron la Columna de la Independencia, o exonerarlas y concentrarse en castigar a los policías que violaron a una joven.

Por supuesto que ambas posiciones encuentran eco en la sociedad, y precisamente eso es lo peligroso. Se produce y se acentúa una polarización similar a la que se dio hace 16 años, cuando un video clandestino exhibió a René Bejarano recibiendo fajos de billetes de Carlos Ahumada: unos defendían la grabación no autorizada y otros exigían olvidar el punto y concentrarse en castigar la corrupción.

¿Qué opinión es la atendible? ¿Castigar a los violadores o a las autoras del vandalismo? ¿Qué era lo castigable en 2003? ¿La violación de la vida privada o la corrupción exhibida?

Todo indica que colocar a cualquiera de ambos casos en los extremos es inapropiado y engañoso. Es reprobable la violencia expresada en ataques a monumentos y propiedad privada, como lo es la obtención ilegítima de imágenes videograbadas. Y es indignante la impunidad de quienes atacan a mujeres, como lo es la corrupción en las esferas políticas.

Sin embargo, en el fondo hay una necesidad de establecer prioridades y de separar fenómenos. El error consiste en contraponer las faltas para eliminar una de las dos, en lugar de jerarquizarlas y atacarlas en consecuencia.

México quiere que termine la inseguridad, la criminalidad contra mujeres y la corrupción en las altas esferas. También quiere que se actúen dentro de la ley, que no se viole la intimidad de nadie ni se dañen los monumentos. Pero no quiere todo eso con la misma urgencia, ni con la misma intensidad. Para acabar con los efectos, necesitamos combatir las causas, y la causa está, en el caso actual, en la impunidad otorgada a quienes atacan a mujeres, como lo estuvo hace casi tres lustros en el solapamiento de la corrupción exhibida.

Es preciso enfriar la cabeza antes de emitir juicios, y desechar, eso sí, el recurrente ejercicio de dividir a los mexicanos en dos bandos. Ni los partidarios de Morena son los buenos, ni los críticos del presidente de la República son los malos. Todos somos el mismo pueblo y con ese ánimo debemos trabajar por mejorar nuestro entorno.

 

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