Estar mejor no es ser mejor persona

El mundo del “bienestar” se va imponiendo al mundo del “bienser”, en un proceso de permanente desgaste, devaluación y finalmente desprecio de los principios humanos naturales.


Bienser


Es indiscutible la serie de beneficios que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, con su vertiginoso avance, aporta a la humanidad en prácticamente todos los campos.

La rápida difusión del conocimiento científico, la inmediata cobertura de las noticias a escala mundial, el enlace permanente entre personas, son hechos cotidianos sin los cuales suena impensable vivir, pero que no eran siquiera imaginables hace pocos lustros.

Todo ello va abonando, en los hechos, a la predicción de Marshall McLuhan, quien auguraba la constitución de una aldea mundial que sustituiría al mundo dividido en el que vivimos.

Pero no todos los frutos sociales del avance tecnológico son dulces. Algunos efectos son negativos en la sociedad. Es el caso de la capacidad de asombro, de la empatía con los que sufren y de la pereza mental para investigar, calcular, contar, por citar algunos casos.

Hoy, las barbaridades que se perpetran en todo el mundo para conseguir notoriedad, poder y riqueza, ya no sorprenden a casi nadie. La miseria en la que viven grandes grupos de personas, algunas sumamente cerca de quien se entera de ello o lee noticias al respecto, le importa a cada vez menos gente. Muy pocos aprovechan la posibilidad de ejercitar el cerebro con cálculos matemáticos elementales, como una resta para saber cuánto sobre de un billete al pagar algo.

Así, el mundo del “bienestar” se va imponiendo al mundo del “bienser”, en un proceso de permanente desgaste, devaluación y finalmente desprecio de los principios humanos naturales.

Recientemente, con el apoyo de la organización internacional de perfil abortista Planned Parenthood (Paternidad Planeada), la Corte Constitucional de Colombia revirtió una ley que, desde hace 6 años, prohibía el tráfico de órganos y tejidos de niños no nacidos.

Es una atrocidad que se produce sobre las bases, endebles por cierto, de asumir que el “producto” no es un ser humano, que “la mujer tiene derecho sobre su cuerpo” (nada se dice del cuerpo del nonato) y de que, por tanto, el asesinato de niños en el vientre materno, hoy llamado con eufemismos “interrupción del embarazo”, es normal y válido.

Y sí, si el lector se atiene a los términos estadísticos, es cada vez más normal asesinar bebes no nacidos, aunque nunca será natural. Del mismo modo que la manipulación de la vida y el aborto mismo, pueden ser prácticas legales; pero esa legalidad no las convierte ni las convertirá, conforme a la naturaleza humana, en justas o lícitas.

Depende de la individualidad, de la conciencia de cada uno, del ejercicio responsable y comprometido de la inteligencia en la búsqueda de la justicia y la verdad, rechazar la masificación y evitar que permeen en las personas, en las familias y en la sociedad, en ese orden, las corrientes en boga, que incluyen el feminismo, la ideología de género y la opción por el bienestar sobre el bienser.

Elegir entre estar mejor y ser mejor persona depende de cada quien.

 

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