Es paradójico que la ONU sostenga que la prohibición o restricción del aborto constituye una forma de discriminación racial cuando lo contrario es la realidad.
La descristianización de occidente avanza a pasos agigantados de la mano de la revolución sexual que, promoviendo todo tipo de pecados, ha demolido todo principio de moralidad.
Aquí está la condenación de todos los sistemas progresistas y perfecciones con que los modernos filósofos, embaucadores de profesión, han intentado adormecer a los pueblos, esos niños inmortales.
Nuestro horizonte está oscurecido por el pecado y la impiedad. Mas los cristianos hemos nacido para el combate y, a pesar de lo violenta y peligrosa que se antoje la batalla, sabemos que no estamos solos.