El poder ciudadano que incomoda al poder

En un país donde las instituciones del Estado se ven constantemente sometidas a presiones políticas, desigualdades históricas y retos en materia de justicia y seguridad, la sociedad civil emerge como uno de los pilares más sólidos para la construcción de una democracia auténtica. México ha demostrado que su ciudadanía organizada no solo protesta: propone, acompaña, vigila, denuncia y educa.

La relevancia de la sociedad civil va más allá de acciones puntuales o causas específicas. Su aportación más valiosa es la construcción de una cultura social basada en la participación, la dignidad humana, la justicia y el bien común, profundamente arraigados en los valores mexicanos.

El concepto moderno de “sociedad civil” tomó forma en México a partir de la década de 1980, especialmente tras el terremoto de 1985, cuando la ciudadanía asumió tareas que el gobierno no pudo atender. Ese momento marcó un antes y un después: nacieron organizaciones, redes de voluntarios y mecanismos de apoyo que más tarde se convertirían en instituciones ciudadanas formales.

Desde entonces, la sociedad civil mexicana ha protagonizado capítulos decisivos:

  • Defensa de los derechos humanos: Desde el Centro Prodh hasta Amnistía Internacional México, numerosas organizaciones documentaron desapariciones, abusos y violaciones a derechos fundamentales.
  • Lucha contra la corrupción: La creación del Sistema Nacional Anticorrupción en 2016 contó con el impulso directo de colectivos como “Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad” y “Transparencia Mexicana”.
  • Movimiento por la igualdad de género: Colectivas feministas han logrado reformas históricas, como la tipificación del feminicidio o avances en políticas de prevención de violencia.
  • Participación electoral: La observación independiente y ciudadana fortaleció la transición democrática mexicana, especialmente en los años 1990 y 2000.

Pese a estos avances, el país sigue enfrentando enormes retos: desigualdad, desconfianza institucional, inseguridad y pobreza. De acuerdo con el Coneval, casi 47 millones de mexicanos viven en situación de pobreza (2024), mientras que la confianza en instituciones políticas se mantiene por debajo del 25%, según Latinobarómetro.

Frente a ello, la sociedad civil sigue siendo una de las fuentes más estables de esperanza. “Nosotros no esperamos a que cambien las cosas; empezamos a cambiarlas desde donde estamos”, dice María Fernanda López, de 28 años, voluntaria en una organización de apoyo a mujeres víctimas de violencia en Monterrey. “La primera vez que acompañé a una mujer a denunciar, entendí que la ciudadanía también tiene que proteger, no solo votar. Somos parte del mismo país y nadie se queda atrás”. Su experiencia refleja un fenómeno creciente: jóvenes que participan, se organizan y exigen.

Funciones y contribuciones de la sociedad civil

1. Vigilancia y control social. Uno de los roles más importantes de la sociedad civil es vigilar al poder.
Organizaciones como Artículo 19 documentan ataques a periodistas, mientras que el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM destaca que la transparencia, la denuncia y el escrutinio ciudadano han sido claves para frenar actos de corrupción que, sin esta vigilancia, habrían pasado desapercibidos. La Suprema Corte ha reconocido en diversas sentencias la “función esencial de contrapeso democrático que realizan las organizaciones ciudadanas para asegurar la transparencia y rendición de cuentas”.

2. Participación en políticas públicas. La sociedad civil también incide en la creación de leyes y programas. Ejemplo de ello:

  • La Ley General de Víctimas fue impulsada por colectivos de familiares de desaparecidos.
  • Las reformas para crear el INAI y garantizar el acceso a la información nacieron de presión ciudadana.
  • Organizaciones empresariales y comunitarias han impulsado iniciativas de desarrollo local, seguridad comunitaria y fortalecimiento municipal.

Este tipo de participación refleja la subsidiariedad, que plantea que la sociedad debe actuar en aquello que el Estado no cubre suficientemente.

3. Promoción de derechos humanos y justicia social. La sociedad civil mexicana acompaña a quienes más lo necesitan: pueblos indígenas, mujeres víctimas de violencia, migrantes, personas desaparecidas, comunidades rurales sin servicios básicos y familias en situación de pobreza extrema. Según el Registro Federal de OSC, hoy existen más de 40,000 organizaciones activas, muchas dedicadas a: acceso a la salud, alimentación, vivienda educación, atención a personas con discapacidad Su trabajo cotidiano encarna el principio cristiano del bien común, entendido como la promoción de condiciones que permitan el desarrollo digno de todas las personas.

4. Fomento de valores éticos y cultura cívica Una de las contribuciones menos visibles, pero más trascendentes, es la formación ciudadana. Organizaciones como Scouts de México, TECHO, Caritas, universidades y fundaciones promueven: el servicio, la solidaridad, la corresponsabilidad, la ética pública, el respeto a la dignidad humana. Estos valores constituyen el tejido moral que sostiene toda democracia.

Pese a su importancia, la sociedad civil mexicana enfrenta desafíos estructurales:

1. Desigualdad en recursos y participación. No todas las organizaciones acceden a financiamiento o capacitación. Según el CIESC, más del 70% de las OSC operan con menos de cinco personas y recursos inestables.

 2. Presiones políticas y riesgos. En los últimos 10 años, más de 40 líderes sociales han sido asesinados (datos de Front Line Defenders). La criminalización, la difamación y el hostigamiento reducen su margen de acción.

3. Falta de articulación. Las organizaciones trabajan muchas veces aisladas, lo que reduce su capacidad de incidencia real a nivel nacional.

4. Necesidad de fortalecer transparencia. Aunque muchas organizaciones cumplen, aún existen casos de opacidad que dañan la confianza pública.

Perspectivas y desafíos futuros

Para consolidarse como motor transformador, la sociedad civil debe avanzar en:

1. Construir alianzas con gobiernos, empresas y academia. Los desafíos nacionales requieren colaboración: seguridad, educación, salud, cuidados, cambio climático y movilidad.

2. Impulsar una ciudadanía activa. La apatía es uno de los mayores enemigos de la democracia.
Según Latinobarómetro, solo 17% de los jóvenes mexicanos confía plenamente en la política. Sin participación, no hay contrapesos.

3. Crear una cultura que valore la labor social. Reconocer, apoyar y proteger a los defensores de derechos humanos y a las organizaciones ciudadanas es un deber del Estado y de la sociedad.

La sociedad civil es una expresión directa de tres principios fundamentales:

  1. Dignidad humana: toda persona tiene derechos inviolables.
  2. Solidaridad: los mexicanos nos cuidamos unos a otros.
  3. Bien común: el progreso no es real si excluye a alguien.

La sociedad civil encarna estos valores en su trabajo diario, especialmente en la defensa de los más vulnerables.

La sociedad civil mexicana es una fuerza transformadora real. No reemplaza al Estado, pero lo complementa, lo vigila y lo mejora. Representa la conciencia ética del país y la expresión organizada de sus valores más profundos: solidaridad, justicia, dignidad y amor por México.

Su fortalecimiento es indispensable para construir un país más justo, equitativo y solidario.
Y aunque las organizaciones son importantes, la fuerza decisiva proviene del ciudadano común: de jóvenes como Fernanda, de familias que se organizan, de comunidades que no se rinden.

Porque México no cambia por decreto.
México cambia cuando su gente decide cambiarlo.

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