El mexicanísimo Día de Muertos

Hace ya varias décadas que, al llegar estos días finales de octubre, se practica el “Halloween”, costumbre importada del vecino país del norte y ajena a la idiosincrasia del pueblo mexicano.

Una costumbre extraña en la que vemos a los niños –y también algunos adultos- disfrazarse de personajes siniestros como lo son brujas, momias y vampiros.

Una costumbre que, a pesar de que nos la quieren meter con calzador, no acaba de desplazar a una tradición tan nuestra como es el Día de Muertos.

Una tradición netamente católica y mexicana que hunde sus raíces en siglos pasados y que es uno de los símbolos de la mexicanidad.

¿Quién no ha saboreado un delicioso pan de muerto remojado en una taza de chocolate bien caliente?

¿Quién, al comerse una calavera de azúcar, no sabe que en el fondo se está burlando de la muerte?

¿Quién no ha sentido una piadosa emoción al contemplar las fotos de sus seres queridos en un Altar de Muertos decorado con flores de cempaxúchitl?

¿Quién no ha sentido más cercana la presencia de sus difuntos al visitar estos días sus tumbas en los cementerios?

Algo único en el mundo ya que –a pesar de las incontables tragedias padecidas- el mexicano se burla de la muerte al reconocerle su verdadera importancia, pero sin permitir que le aterrorice.

La muerte es el fin de la vida terrenal. Es algo por lo que todos tenemos que pasar. Es la puerta de entrada a otra vida que será eternamente feliz o eternamente desdichada dependiendo de cuál haya sido nuestra conducta aquí en la tierra.

El hombre que tiene Fe –y el mexicano es un pueblo con Fe-comprende todo esto a la perfección puesto que lo aprendió gracias a las enseñanzas de su abuelita o a que su mamá lo enviaba a las clases de Catecismo que daban los padrecitos en la parroquia del barrio.

Y al tener Fe, al mexicano no le asustan ni los cuentos de terror, ni las películas de momias o vampiros.

En cambio… ¿Qué mensaje nos da el Halloween?

Un mensaje de miedo y desesperación al creer erróneamente como –después de un final terrorífico- todo se acaba.

La mexicanísima tradición del Día de Muertos, con todo y que tiene a la muerte como principal protagonista, es una fiesta divertida que no le pide nada a extrañas costumbres importadas de pueblos muy distintos al nuestro.

El Día de Muertos es una de las grandes fiestas del costumbrismo mexicano en que nuestro pueblo se vuelve confianzudo con una calavera que en otras latitudes sólo miedo produce.

Una frase del folklore popular lo explica todo: “¡A mí la calaca me pela los dientes!”

Y dentro de lo mismo y ya para rematar el tema.

Desde hace pocos años –y debido a una película de James Bond- la tradición mexicana del Día de Muertos se vio enriquecida con el gran desfile de catrinas que, partiendo de la Columna de la Independencia tiene el Zócalo como punto final.

Algo único que vale la pena presenciar junto con los seres queridos y que, aparte de fortalecer la convivencia familiar, puede traer frutos espirituales si a los niños les hacemos comprender el verdadero significado de la muerte que –aunque parezca paradójico- es el gran momento de nuestra vida.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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