Hace tiempo visité cuatro veces esa ciudad. La he pasado muy bien allí con personas alegras, abiertas y me consta: muy inteligentes y emprendedoras. Por esas razones y por principios me enoja todo lo que está sucediendo recientemente y que humanamente no se ven planes estratégicos adecuados para poner fin a tantos desmanes que están sufriendo.
Por supuesto, y no niego la necesidad de dar a conocer tanto desmán en los medios de comunicación masivos. Sin embargo, recibí los datos de la institución educativa de Culiacán, también a través de un medio de comunicación de menor cobertura, a la que me refiero en este artículo y que muestran una realidad inimaginable: hay capacidad de construir en medio de la destrucción y la inseguridad.
Noticias así reviven la esperanza y refuerzan las palabras del Papa León XIV: el mal no tiene la última palabra.
La noticia es: el pasado 29 de septiembre, en el santuario de La Lomita, en Culiacán, se celebró la Misa Conmemorativa del 70 Aniversario del Colegio Chapultepec. Añade que se reunieron las familias Chapules, exalumnas, alumnas, personal y amigos de esa gran comunidad educativa. Ese colegio tiene ahora dos sedes: en el norte y en el sur de la ciudad.
Por esa Institución, que va desde preprimaria hasta preparatoria, han pasado aproximadamente tres generaciones, hay abuelas, hijas y nietas. Y Dios previó que hubiera persona formadas allí para aportar preparación, empuje y esperanza en estos momentos tan difíciles. Ya lo han hecho en años anteriores
No sólo en nuestro país sino en otros países de América Latina.
En el evento recordaron los años transcurridos, la historia y el legado que son fundamento de la formación. Pero yo además ese colegio es la primera Obra Corporativa de mujeres del Opus Dei en el mundo. Proyecto que no responde a una lógica humana, porque se llevó a cabo gracias a circunstancias “fortuitas”, que ahora podemos entender mejor. Los hilos eran tejidos por una lógica divina.
Las primeras mujeres del Opus Dei llegaron a la capital del país en el año de 1950. En 1954 fueron tres mujeres a Culiacán porque dos de ellas mexicanas aceptaron un trabajo en ese lugar y las acompañó una de las tres que llegaron cinco años antes.
Las mexicanas, tituladas en Letras por la UNAM, habían pedido ser admitidas en la Obra. Y fueron a dar clases sobre cuidado y conservación de máquinas. ¿Qué sabían?, nada. Pero aceptaron por la necesidad de sostenerse y por su tendencia a ver en los acontecimientos no algo fortuito sino un diseño con largo alcance que supera los proyectos humanos.
En Culiacán se instalaron y empezaron a dar clases a jóvenes obreros, a partir de las siete de la tarde cuando ellos salían de trabajar. El sistema pedagógico que adoptaron fue escoger alguna máquina y pedirles a los chicos que la observaran bien la desarmaran y la volvieran a armar. Ellas por la mañana se preparaban enterándose de lo que podrían decir. La situación no podía sostenerse y decidieron poner al año siguiente un colegio. Empezarían con preprimaria. Se llamaría Chapultepec. Y así fue.
Años más tarde se encontraron con esos chicos y se saludaron con afecto. Ellos les agradecieron su bien trato y las aceptaron por ese motivo, aunque se dieron cuenta que no sabían nada.
En la celebración recordaron a tantas personas que pasaron por la institución, incluso a muchas que ya acompañan desde el cielo. Como recuerdo del inicio, repartieron estampas de la Beata Guadalupe Ortiz de Landázuri. Muy vinculada a ese Colegio. Y rememoras un poco de esa historia.
Guadalupe fue de las tres que llegaron a México, era la mayor y por tanto la que tomaba decisiones. Por eso, estuvo de acuerdo en iniciar el colegio e incluso hizo visitas para enterarse de la marcha de la labor, del cuidado del personal y por supuesto de los padres de familia que son de especial atención y por supuesto del alumnado.
Obviamente Guadalupe asistió a la inauguración del colegio, el 29 de septiembre de 1955 y allí le tomaron una foto, que resultó histórica porque es la elegida para sus estampas y también para una amplificación que estuvo al frente del público, en el estrado que se montó para el festejo multitudinario en Madrid con motivo de su beatificación.
Y ahora ¿qué sigue? Aparentemente la impotencia: todo igual. Podemos pensar que ese festejo equivale a un momento de luces de bengala. Se olvidaron por un día, o tal vez más, por los días de la preparación de la conmemoración. Se relajaron un poquito y nada más.
Pero si tenemos fe, ella nos da respuestas. Este acontecimiento nos hace ver que hay algo muy superior que nos acompaña, que sabe el cómo y el cuándo el mal se desterrará. Pero hemos de perseverar desde nuestro sitio. Haciendo bien lo que nos corresponde, haciendo a otros decidirse por el bien y por la esperanza.
El patrono de Culiacán es San Miguel Arcángel. No pierde batallas. Este triste pasaje de la historia de Culiacán termina bien. El cuándo lo construimos todos si no perdemos la esperanza.
Te puede interesar: La persona y la moda
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com
Facebook: Yo Influyo







