Cuando la esperanza entra en ruinas: Gaza

Desde hace décadas, la región de la Franja de Gaza ha sido epicentro de un conflicto que trasciende lo territorial para abarcar dimensiones políticas, humanitarias y morales. La búsqueda de paz —enraizada también en valores como la dignidad humana, la solidaridad y la justicia social propios de la Doctrina Social de la Iglesia— se vuelve urgente no sólo como objetivo diplomático, sino como imperativo ético.
Este reportaje aborda el contexto histórico del conflicto en Gaza, describe su situación actual, analiza los esfuerzos internacionales por la paz, explora los desafíos que persisten, revisa el seguimiento y monitoreo existentes, y finalmente plantea perspectivas de futuro. Al mismo tiempo inmortalizamos la voz de quienes viven la realidad de primera mano.

“Cuando explotó la casa de mi primo, lo perdimos todo. Ahora levantarse cada día es un acto de fe: fe en que los disparos se callen y podamos sembrar algo de esperanza en medio del escombro”, comparte Fatima al-Samara, refugiada en Gaza-City cuya familia quedó atrapada entre los bombardeos y el hambre. Su historia resume que no se trata de líneas en un mapa, sino de vidas fragmentadas que buscan reconstruir.

Contexto histórico del conflicto en Gaza

Para entender cómo se llegó al punto actual, es necesario remontarse al surgimiento del moderno conflicto israelí-palestino y al lugar de Gaza en él. Tras el establecimiento del Estado de Israel en 1948, se consolidaron —y siguen vigentes— innumerables causas de tensión: desplazamientos, asentamientos, derechos de los refugiados, ocupación, y la fragmentación administrativa del territorio palestino.

Particularmente, la Franja de Gaza fue escenario de guerras, bloqueos y múltiples enfrentamientos entre organizaciones palestinas, Israel y actores regionales.

Las hostilidades recientes —incluyendo el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre de 2023 y la contraofensiva israelí— derivaron en una catástrofe humanitaria. Según la CFR (Council on Foreign Relations), las operaciones militares israelíes y la respuesta de Hamas han provocado un “colosal sufrimiento humano” en Gaza. 

Por otra parte, la Office of the United Nations High Commissioner for Human Rights (OHCHR) advierte que en Gaza no existe un lugar seguro para los civiles, con cerca de 1.9 millones de personas desplazadas en un territorio de poco más de dos millones de habitantes. 

Desde la mirada del humanismo trascendente, que pone al centro la dignidad de la persona humana, la migración, el sufrimiento y la vulnerabilidad de los desplazados resaltan la necesidad de políticas de paz que sean verdaderamente humanas y no meramente estratégicas.

Importancia de la búsqueda de paz en la región

La paz en Gaza no es solo una aspiración geopolítica: representa un imperativo humanitario, un deber de solidaridad internacional y una exigencia de justicia histórica. Aun más, para la población civil —mujeres, niños, ancianos— cada día sin paz incrementa el costo de la supervivencia: la interrupción de servicios, la desintegración familiar, la pérdida de oportunidades.

En términos políticos, alcanzar una paz estable implicaría mejoras sustanciales: reapertura de infraestructuras, eliminación de bloqueos, reconstrucción integral, retorno o reubicación digna de desplazados y el restablecimiento de la normalidad social. Pero también supone un acto de responsabilidad moral: reconocer que los valores de paz, reconciliación y convivencia son compatibles con la soberanía, el derecho internacional y la dignidad humana.

El humanismo trascendente nos recuerda que la paz es fruto del orden justo y del respeto a la persona: «No existe paz sin verdad, justicia, perdón y camino de reconciliación», expresó el Papa Benedicto XVI en su mensaje al pueblo palestino. Este valor adquiere especial vigencia en Gaza, donde la reconstrucción física debe ir acompañada de restauración de la convivencia, la memoria y la esperanza.

Situación actual en Gaza

Aunque en octubre de 2025 se logró un acuerdo de cese al fuego entre Israel y Hamas, los indicadores muestran que la tensión persiste. De hecho, según la Associated Press, Israel informó que mantendrá cerrado el paso de Rafah hasta que Hamas cumpla con la entrega de todos los cuerpos de rehenes como parte del acuerdo. 

Asimismo, la cooperación se ve entorpecida por acusaciones mutuas de violación del cese al fuego: tanto Israel como Hamas se acusan de incumplimientos y hostilidades persistentes. 

Un alto funcionario de Hamas declaró que la organización «no puede comprometerse todavía al desarme» sin una negociación más amplia sobre gobernanza de Gaza. 

Impacto humanitario en la población civil

El saldo humano y social del conflicto es abrumador. De acuerdo al informe del CRS del Congreso estadounidense, alrededor del 90 % de la población de la Franja de Gaza está desplazada, enfrentando carencia de comida, agua potable, servicios médicos y saneamiento. 

La destrucción de infraestructura vital —plantas de tratamiento de agua, hospitales, sistemas de electricidad— agrava los riesgos de enfermedades, malnutrición y muerte.
Para ilustrarlo, imagine que una persona en Gaza tiene acceso a apenas 8,4 litros de agua potable por día, muy por debajo del mínimo recomendado por la OMS: ese dato lo reporta un análisis reciente citado en Time

Fatima (la testigo al inicio) es una de los miles de niños, jóvenes y familias que viven esta realidad. Su voz nos recuerda que detrás de cada cifra hay una familia que busca dormir sin temor a que su hogar desaparezca, a que el agua falte, a que la escuela nunca vuelva a abrir.

Esfuerzos internacionales por la paz

La mediación internacional ha sido clave en los últimos años. La Naciones Unidas ha reiterado su compromiso de apoyar todos los esfuerzos para poner fin al conflicto en Gaza y aliviar el sufrimiento civil. 

Artículos recientes señalan que potencias del Sur global están jugando cada vez un papel más activo en la mediación entre Israel y Palestina. 

En octubre de 2025, el acuerdo de paz impulsado por el entonces presidente estadounidense Donald Trump (y apoyado por Egipto, Qatar y otros) permitió la liberación de 20 rehenes israelíes a cambio de la liberación de unos 2 000 prisioneros palestinos. 

Acuerdos temporales y sus avances o retrocesos

Ese acuerdo representa un avance concreto, pero está cargado de condiciones difíciles. Un análisis de la Council on Foreign Relations (CFR) ofrece una guía sobre los “20 puntos” del plan de paz, sus implicaciones y obstáculos. 

Sin embargo, los retrocesos también son claros: un documento de Brookings Institution advierte que aunque el acuerdo es significativo, “permanece en gran medida incompleto y frágil”. 

Por ejemplo, la reapertura de los cruces, el flujo de ayuda y la retirada de tropas eran parte del primer fase del plan — pero ya se reportan bloqueos de ayuda, cierre de pasos fronterizos y declaraciones de partes que no se retiran. 

Desafíos para la paz en Gaza

Internamente, la división entre facciones palestinas —y la fuerte presencia de Hamas como autoridad de facto en Gaza— complica el escenario. Un alto líder de Hamas reconoció que no se puede comprometer al desarme sin negociaciones más amplias.
Externamente, la intervención de actores regionales e internacionales (Estados Unidos, Egipto, Catar, Turquía, la ONU) genera dinámicas donde los intereses nacionales, geoestratégicos y humanitarios se entrecruzan. Esta complejidad puede dificultar la claridad del mandato de paz.

El humanismo trascendente  nos recuerda que la paz auténtica exige transparencia, participación de las partes y acompañamiento internacional con respeto a la soberanía y al bien común.

Uno de los factores más críticos es la presencia de grupos armados —Hamas es el actor dominante— que mantienen estructuras de poder, logística militar y redes dentro de Gaza. Su influencia plantea un reto directo ante la idea de una gobernanza pacífica y de largo plazo que contemple el desarme y la integración civil.

La liberación de prisioneros y rehenes es un avance, pero sin una estrategia clara de reducción del armamento, control de armas y reintegración de combatientes, la paz permanece como un castillo de naipes.

Desconfianza mutua: ambas partes ven al otro como incumplidor o intransigente.
Infraestructura arrasada: la reconstrucción es esencial, pero sin seguridad activa, los fondos pueden malgastarse o generar dependencia.
Flujo de ayuda condicionado: ya se observan recortes en el número de camiones de ayuda diarios permitidos por Israel como presión.
Crisis humanitaria persistente: mientras civiles padecen hambre, desplazamiento y muerte, la legitimidad del proceso de paz se debilita.
Control de los cruces fronterizos: el cierre del cruce de Rafah y otros afecta el ingreso de ayuda y la movilidad de personas. 

Seguimiento y monitoreo

Los acuerdos de cese al fuego y liberación de presos están siendo supervisados por mediadores internacionales (EEUU, Catar, Egipto), la ONU y otras entidades de observación. Por ejemplo, se establecieron mecanismos para verificar el retorno de rehenes y cuerpos, así como para monitorear cumplimiento de fases del plan de paz. 

La academia aporta herramientas innovadoras: un estudio técnico reciente utilizó radar de apertura sintética (InSAR) para monitorear destrucción de edificios y cambios semanales en Gaza. 

Organizaciones como la ONU, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, y ONGs especializadas tienen la función de presentar informes, documentar violaciones y garantizar que las partes rindan cuentas. No obstante, algunos análisis señalan que la estructura internacional adolece de desequilibrios de poder que afectan su capacidad de intervención decisiva. 

Entre los avances, destaca la liberación de rehenes, el acuerdo firmado, el aumento de atención internacional al asunto. 

Entre los retrocesos, el cierre persistente de cruces, la reducción del flujo de ayuda, acusaciones de incumplimiento y la mortalidad civil siguen siendo alarmantes. 

Impacto en la población y el papel de la comunidad internacional

El impacto social es profundo. Los niños de Gaza crecen en ambientes donde el miedo, el desplazamiento, la pobreza y la pérdida se convierten en su cotidianeidad. Según el CRS, el 90 % de la población de Gaza está desplazada. 

Este tipo de sufrimiento genera un “círculo vicioso”: trauma familiar, ruina económica, infraestructura destruida, desempleo masivo, lo que hace más frágil cualquier intento de paz.
La comunidad internacional tiene un papel clave: no basta con declaraciones, se requiere financiamiento, reconstrucción eficaz, protección de los derechos humanos y acompañamiento sostenible.

Una paz duradera en Gaza necesita más que un acuerdo temporal:

  • Inversión en infraestructura (agua, electricidad, viviendas).
  • Educación y empleo para jóvenes que actualmente viven sin expectativas.
  • Reintegración social de combatientes y reparación a víctimas.
  • Gobernanza que combine autogobierno y supervisión internacional para asegurar que se respeta el derecho y la legalidad.
    Desde la Doctrina Social de la Iglesia, esto se traduce en el principio de subsidiariedad (respetar el protagonismo local) y en la preferencia por los pobres (poner a quienes más sufren en el centro de la atención).

Perspectivas futuras

El escenario de un acuerdo definitivo no es utópico, pero sí condicionado. Si las partes logran cumplir las fases del plan, abrir los cruces, reconstituir la infraestructura y construir confianza mutua, la posibilidad existe. Sin embargo, la historia reciente enseña que los retrocesos son frecuentes.

El análisis del Atlantic Council advierte que muchas de las preguntas claves siguen sin responder: cómo garantizar la seguridad de Israel sin castigar a los civiles palestinos, cómo establecer un Estado palestino viable, cómo dividir responsabilidades de reconstrucción y seguridad. 

El diálogo debe ser inclusivo (palestinos de Gaza, de Cisjordania, israelíes de diversas corrientes) y la cooperación internacional debe mantenerse como garantía de que no se abandone el proceso. Una paz sin participación ciudadana, sin memoria, sin reconstrucción real, sería frágil.

Los valores del respeto a la legalidad, la dignidad humana y la solidaridad —valores mexicanos que también compartimos— nos convocan a ver en Gaza no solo un conflicto europeo-occidental, sino una crisis global en la que todos podemos influir desde la conciencia, la diplomacia, la ayuda humanitaria.

La situación en Gaza es una llamada urgente a que la comunidad internacional, los Estados y la sociedad civil actúen con coherencia, responsabilidad y humanidad. El sufrimiento de familias como la de Fatima no puede quedar reducido a una estadística.

Como jóvenes —millennials y centennials— que esperan un mundo más justo, tenemos la posibilidad de informarnos, de demandar que los medios, los gobiernos y las organizaciones hagan su parte.

La paz en Gaza no es solo un objetivo lejano: es una exigencia ética, un reto de nuestra generación. Que el seguimiento al proceso no quede en un titular de hoy, sino en acciones perdurables que restauren dignidad y esperanza.

Porque al final, como enseña el humanismo trascendente, la verdadera paz “no es solo la ausencia de guerra, sino la presencia de la justicia, del amor y del bien común”.

Que este artículo contribuya a que esa semilla crezca, y que todos podamos decir #YoSiInfluyo en el cambio.

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