López Obrador frente a Trump

La “honestidad valiente” de López Obrador es cada vez más cuestionada, pues hoy PRI, PAN y aun PRD, están de veras reocupados de que pueda ganar la Presidencia de México.



La actitud camaleónica de Andrés (así le dicen sus cuates dizque izquierdistas) surte más efecto ahora y engatusa a más gente, sobre todo de las altas esferas económicas, a quienes llamaba socios de la “mafia del poder”, pero ya olvidó que les puso ese mote.

Absuelve a quienes se unen a sus filas, así sean los más irredentos priistas, les perdona sus pecados, por más grandes que sean, con tal que lo sigan y, desde luego, se caigan con su cuerno.

Semeja a un taumaturgo mexicano que recorre el país en campaña presidencial eterna e ilegal para atraer a cojos y lisiados, absolverlos, perdonarlos, curarlos e ingresarlos a su redil.

¿Pensará que por ese sendero acabará con la corrupción, sin preocuparse por ver si sus nuevos adeptos dejan afuera del aprisco sus mañas, o de lo que se trata es de que las afilen mejor y que haya más ricos corruptos en torno suyo, apóstoles de la “honestidad valiente”, que le aporten más lana para enriquecerse?

Al cabo él ni revela cuánto gana, ni con qué hace su campaña permanente; ni paga impuestos y las casas que compra las pone a nombre de su esposa e hijos, y declara que él no tiene nada ni el rancho La Chingada, que según dijo, heredó de sus padres y él lo heredó al mayor de sus vástagos; o sea, sin recato, lo mandó a la chin…

Ya salió el peine de por qué el senador Miguel Barbosa, quien se le unió y, pese a ello quiere seguir mangoneando a los senadores perredistas: es que ha manejado 535.5 millones de pesos sin dar cuenta a nadie y quiere seguir haciéndolo. Y lo menos que uno se pregunta: ¿cuánto de eso dio por su admisión en Morena, el partido de López Obrador, al que brincó porque quiere ser candidato a gobernador de Puebla en 2018?

Es bien sabido que “el mesías tropical” no da paso sin huarache. Cuando Manuel Bartlett se le unió, se publicó que le aportó un millón de pesos, y está comprobado que todo diputado, senador, alcalde o regidor de Morena debe entrarle con su tajada mensual para él, jefe de la tribu.

Caso clásico de la “honestidad valiente” del Peje: Bartlett, acusado por la izquierda en 1988 de robarle la Presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas –con el fraude electoral de la “caída del sistema” en la Comisión Federal Electoral (de la Secretaría de Gobernación) – fue perdonado por Andrés en 2011, mediante módica tajada, y lo puso de líder de los senadores del PT, de donde le ha de pasar también una corta de los millones que recibe.

Este sábado Andrés fue citado a las 7 de la noche, en el lugar que quisiera de Veracruz, donde anda de gira, por el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares para entregarle las pruebas de que recibió millones de pesos del ex gobernador priista fugado Javier Duarte para que inflara un gallo de Morena que tratara de quitarle votos al propio Yunes en la elección del 5 de junio pasado, y así ayudara a ganar al prospecto del PRI, Héctor Yunes, por cierto, que de todos modos perdió.

López Obrador se salió por peteneras: “¿Cómo voy a ir –afirmó– si corro peligro de que me robe la cartera?” Forma infantil y cínica de rehuir un debate, a los que siempre les saca, porque no sabe debatir, sino sólo lanzar y repetir frases hechas (clichés) que le elaboran sus intelectuales orgánicos.

Con enorme gasto editó, presentó y distribuye su última obra maestra: “2018: La salida, decadencia y renacimiento de México”, su programa de gobierno para el sexenio 2018-2024, una sarta de promesas mendaces e irrealizables para engatusar a la gente y bajarle el cielo, la luna y las estrellas, como dice José Alfredo Jiménez en sus canciones.

Cree que con una serie de decretos y puntadas podrá resolver los ingentes problemas del país. Bueno, no es que lo crea, sino pretende engañar a los pobres, por ejemplo, con que mediante un decreto abatirá la pobreza extrema y la desigualdad, o que controlará a los narcos y acabará con la criminalidad, la impunidad y la inseguridad pública.

Cuánta razón tienen quienes lo comparan con Trump, que, a base de twitters y puntadas, promete restaurar la grandeza de Estados Unidos y la felicidad de su gente, porque habrá empleo y prosperidad para todos, así tenga que expulsar a millones de migrantes, a los que acusa de criminales, sin probarlo, porque es falso.

Quién iba a decir que “el apóstol de la izquierda mexicana” se asemejaría tanto al de la derecha estadounidense, misógino, chouvinista, enemigo irracional de México y de todo lo que huela a extranjero, aunque el gobierno mexicano no quiera admitirlo y siga creyendo que lo convencerá con frases y retóricas huecas.

Es el camino por el que los populistas de siempre se han apoderado de las mentes y las naciones, Stalin, Hitler, Mussolini, y en nuestro continente: Castro, Hugo Chávez, y la serie de dictadorzuelos bananeros que éste sembró en Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Si queremos vernos gobernados por un Nicolás Maduro, votemos por Andrés y México será al rato otra Venezuela, donde no hay libertad, ni alimentos, ni medicinas ni forma de salirse de esa cárcel descomunal.

Recuérdese simplemente que López Obrador, montado en el poder, no admite críticas. En 2004, cuando “gobernaba” el DF, para no hacer caso a la mayor manifestación popular y pacífica que ha habido (“la marcha blanca”) contra la incontenible violencia, dijo: ”Fue una manifestación de pirruris”.

Tiene razón el Papa Francisco: “Los populismos son mesiánicos y terminan mal”, porque “se basan en la utilización de las personas”, no en beneficiarlas y rescatarlas de sus problemas.

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