La amenaza latente

En México asistimos a un proceso de sucesión presidencial inédito. Todas las reglas y conductas que se habían observado por parte de las instituciones encargadas de organizar el proceso de elección, así como los actores políticos, han seguido otra ruta y se han tenido que ajustar al ritmo de un calendario que se modificó, de acuerdo con los tiempos marcados desde palacio nacional. 

De tal forma que las decisiones para seleccionar a los candidatos del oficialismo, como los de la oposición, se han adaptado a este reloj sin reglas. Todos los avances democráticos que habían empezado a operar durante el primer cuarto del siglo XXI se están alterando a tal punto, que podrían repercutir fatalmente en los resultados del día de la elección, el próximo 2 de junio. 

Si la lucha por la democracia durante la primera mitad del siglo XX era para acotar al poder presidencial, ahora desde ese mismo poder se hace todo para restaurar la fuerza dominante del ejecutivo, con todos los recursos a su alcance. El objetivo del presidente es imponer su visión personal y trascender más allá de su mandato, como ya lo hemos comentado en otras colaboraciones. Es por eso que el próximo 5 de febrero, a través de una serie de iniciativas legales, el primer mandatario busca marcar cual será la ruta a seguir por su sucesora o sucesor, pues evidentemente dichas iniciativas van más allá de su mandato que concluye ya en 8 meses.

Pero hay un suceso que debió sacudir, no sólo a la oposición, sino a su propia candidata, Claudia Sheinbaum. Ocurrió el pasado 25 de enero, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que buscará reducir el porcentaje de participación requerido para que el resultado de una consulta de revocación de mandato sea válido. Su iniciativa busca que con sólo el 30 por ciento de participación de los ciudadanos inscritos en la Lista Nominal de Electores, se pueda tumbar al próximo presidente o presidenta.

Una lectura simple es qué, si su probable sucesora no sigue la ruta marcada, simplemente se le puede quitar en el tercer año de gobierno, sólo basta que se le dé la instrucción al pueblo sabio de ir a las urnas para retirar a la titular del ejecutivo, por no continuar en el camino trazado por su antecesor. Lo mismo aplica si ganará la oposición por supuesto, pero el tema es que con esta reforma se intenta poner una amenaza latente para el siguiente mandato.

Con esa amenaza de continuidad sobre la mesa, la señal está clara, como habría dicho el chino Zhenli Ye Gon: “O copela o cuello”. 

Esta ruta marcada por las iniciativas legales que se anunciarán próximamente, son las señales de una voluntad política que busca ir más allá de su periodo y que se va consolidando con distintas acciones y actos meta legales por los que transita el titular del ejecutivo. Con este factor presidencial que domina el escenario electoral, veremos como se desempeñan los candidatos a la presidencia en la siguiente etapa de campaña constitucional, porque por ahora el que marca temas, tiempos y ritmos es el titular del poder ejecutivo.

Hasta ahora esta ruta que busca imponerse, sólo se ha sacudido, no por la acción de la oposición, sino por las distintas notas que esta semana irrumpieron en la escena mediática, cuando algunos medios internacionales dieron a conocer una investigación de la DEA, realizada hace ya algunos años, y que ha venido a reforzar el manto de sospecha sobre una alianza entre el crimen organizado y la campaña presidencial de López Obrador desde la elección del 2006. 

Sin embargo, si cada mañana al despertar, el presidente consulta el espejo de las encuestas que le dicen quien es el presidente más bonito, y mantiene en alto la opinión favorable del pueblo, el presidente no aceptará ningún cambio de ruta y es probable que se radicalice ante los escándalos crecientes. 

Y bueno, suele suceder en la vida de nosotros pobres y mortales seres humanos, que donde está nuestra fortaleza está nuestra debilidad y eso tarde o temprano nos lleva a cometer errores, consecuencias que no vemos venir hasta que la realidad nos golpea; y aún, en ese escenario, solemos encontrar culpables para nunca reconocer que hemos sido nosotros los que hemos tomado malas decisiones y nos sobrestimamos fatalmente.

“No está en las estrellas llevar nuestro destino sino en nosotros mismos.” 

William Shakespeare

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