Desafíos del feminismo

La violencia, como la presentada en el 8M, clausura el diálogo y la discusión racional como medios ineficaces para resolver los conflictos. Tal remedio, sin embargo, más que resolver el problema, lo agrava.


Vandalism exitoso


No podía faltar en clase la consabida discusión sobre el feminismo, la marcha y el paro. Una alumna sobresaliente opina: “Las radicales feministas son un ejemplo, son unas valientes, pues han sabido capturar la atención pública con sus gestos desafiantes”. De pronto todo encaja: ¿por qué las marchas provida y profamilia parecen estar condenadas a la irrelevancia pública, haciéndoles escaso o nulo caso los medios? ¡Porque son pacíficas!, ¡porque son ordenadas!, ¡porque son respetuosas! Porque son ingenuas… ¿Qué tenemos que hacer para que se nos tome en cuenta? ¡Violencia!

No le falta razón. Han monopolizado la atención pública estos días. ¿Cuál es el saldo? Bombas molotov detonadas, una policía quemada, vandalismo en el patrimonio nacional, templos religiosos, comercios, ¡ni los bomberos se han salvado! (hay que tener “mala leche” para dañar a quienes desinteresadamente se preocupan por la seguridad de todos los ciudadanos). Relevancia exige violencia; la violencia funciona como amplificador de un justo reclamo.

El mensaje es: la violencia funciona como vía de legitimación. Es eficaz. La marcha es violenta, y como hemos sufrido violencia tenemos derecho a destruir la ciudad, el patrimonio histórico, los comercios, los templos religiosos. “Podemos ejercer la violencia frente a quienes defienden monumentos, templos, o portan el pañuelo azul provida, porque las que organizamos la marcha somos del pañuelo verde, proaborto”. Ejerce la violencia para acabar con la violencia.

Se clausura así el diálogo y la discusión racional como medios eficaces para resolver los conflictos. Tal remedio, sin embargo, más que resolver el problema, lo agrava: agudiza la espiral de violencia al responder violentamente y fuera del marco de la ley a las ofensas violentas y al margen de la ley. Promueven la misma lógica que rechazan. No es de extrañar tampoco, que promuevan el aborto, finalmente un acto de violencia que se mueve dentro de la misma lógica.

Queda en el aire la pregunta: ¿hicieron bien los obispos mexicanos al respaldar tanto la marcha como el paro? Pareciera que no, dado que muchos templos fueron agredidos, así como los fieles que los protegían. Lo dijo claramente el mismo cardenal Sandoval, arzobispo emérito de Guadalajara. Sin embargo, es un hecho que la sociedad en general y la juventud en particular respaldan este movimiento, pues tiene justas y legítimas demandas: los feminicidios, la violencia soterrada pero real hacia la mujer, así como cierta desigualdad laboral.

La clave está en quién enarbola la causa y lidera el movimiento, y con él, sus justas demandas: grupos radicales que envenenan el alma de los jóvenes, incitándolos a la violencia como forma de resolver los conflictos sociales. Sin embargo, la inmensa mayoría de las mujeres que participaron no comparten la ideología abortista ni laicista quema-curas y quema-templos. La inmensa mayoría de las que participaron fueron mujeres normales, responsables civilmente, que decidieron comprometerse y poner su granito de arena para terminar con los feminicidios, las diversas formas de violencia hacia la mujer, la desigualdad y el miedo que tantas veces las ha acompañado. Tienen todo el derecho a vivir en una sociedad diferente.

Por eso los obispos hicieron bien en apoyar, a pesar de los desmanes sufridos en iglesias; porque no son todas, ni la mayoría las anticlericales abortistas. Este es un grupo activista, pequeño en número, pero grande en influencia. No debemos dejarles que capitalicen ellas solas la indignación pública. Se precisa, sin embargo, una presencia más protagónica de mujeres conciliadoras, que sepan encontrar los puntos en común, con los que estamos todos de acuerdo, con la madurez y la capacidad para convocar una marcha pacífica. También porque la violencia deslegitima la causa, máxime cuando es infringida hacia mujeres, sean policías o fieles que defienden sus templos. Resolver el problema requiere una sinergia que aúne a todas las mujeres en torno a un tema concreto: eliminar la violencia y la discriminación hacia ellas, sin incluir abusivamente temas no pactados, como el aborto y los tintes anticlericales. De esta forma, abortistas y providas, practicantes y laicistas, podrán estar unidas en torno a la legítima causa que las une: la defensa de la mujer, denunciar la violencia y la desigualdad de la que es objeto. Y con ello, ganará fuerza, claridad y legitimidad su improrrogable reclamo.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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