Trump: Pro vida en campaña, cómplice en la sombra

A principios de 2024, la justicia estadounidense publicó una nueva tanda de documentos judiciales relacionados con el caso de Jeffrey Epstein. Entre los nombres revelados aparecen expresidentes, empresarios, científicos, abogados, académicos y celebridades. Uno de los que más ha generado controversia es el de Donald J. Trump, expresidente de Estados Unidos, quien ha cimentado gran parte de su base política en una narrativa provida, conservadora y profamilia. ¿Qué significa, entonces, que aparezca en los archivos del mayor escándalo de tráfico sexual de menores del siglo XXI?

Los documentos no son una sentencia, pero sí son parte de declaraciones juradas, agendas de vuelos, correos electrónicos y testimonios presentados ante tribunales. Su valor no es solo penal, sino ético y político. En un momento donde la coherencia moral es exigida por millones de jóvenes que buscan autenticidad y verdad en sus líderes, este caso obliga a mirar más allá de los slogans.

¿Quién era Jeffrey Epstein y qué hizo?

Jeffrey Epstein fue un financiero y supuesto gestor de fortunas, con contactos privilegiados en la élite política y económica global. Durante décadas operó una red de tráfico sexual de menores, muchas de ellas reclutadas mediante engaños, amenazas o explotación de situaciones vulnerables. Fue arrestado en 2008, pero logró un acuerdo con la fiscalía que le permitió evitar cargos federales y cumplir una condena mínima. Su segunda detención, en julio de 2019, se produjo tras una ola de reportajes e investigaciones periodísticas, especialmente de The Miami Herald. Murió un mes después en su celda, en circunstancias que siguen generando sospechas.

¿Qué contienen los “Epstein Files”?

Los “Epstein Files” no son un único expediente, sino un conjunto de más de 1,000 páginas de documentos desclasificados, resultado de años de litigios en cortes federales. Incluyen los testimonios de Virginia Giuffre, una de las principales víctimas, quien acusa a figuras como el príncipe Andrés de Inglaterra y al abogado Alan Dershowitz de haber abusado de ella cuando era menor.

Los documentos también incluyen libretas de contactos de Epstein, agendas de vuelo de su avión privado (apodado “Lolita Express”) y correos entre él y su mano derecha, Ghislaine Maxwell, condenada a 20 años de prisión en 2022 por su rol en el reclutamiento de menores.

Entre los nombres más destacados figuran Bill Clinton, Bill Gates, el director de cine Woody Allen, el científico Stephen Hawking (quien asistió a cenas y eventos en la isla, pero sin acusaciones formales), y Donald Trump. No todos están acusados penalmente, pero sí están vinculados por evidencia documental a encuentros, vuelos o eventos organizados por Epstein.

Donald Trump: un viejo conocido de Epstein

Trump y Epstein fueron cercanos durante la década de 1990. El expresidente reconoció en 2002 que Epstein era “un tipo estupendo”, y que “le gustan las mujeres tanto como a mí, y muchas de ellas muy jóvenes”. Esta cita, rescatada por el periodista Michael Wolff en su libro Fire and Fury, se ha convertido en una piedra en el zapato para los defensores más acérrimos del discurso moral conservador de Trump.

En los documentos judiciales, el nombre de Trump aparece en al menos cinco vuelos y en múltiples ocasiones como invitado a fiestas privadas de Epstein en Palm Beach y Manhattan. Una declaración de 2016, parte del expediente civil, alega que Trump abusó de una menor de 13 años en una de esas fiestas. La acusación fue retirada antes de ir a juicio, y no se ha presentado formalmente una nueva demanda penal. Aun así, la sola mención, bajo juramento, plantea un dilema ético ineludible.

Las contradicciones del discurso provida y profamilia

Desde su campaña en 2016, Donald Trump ha cortejado a los sectores provida y evangélicos conservadores. Fue el primer presidente en asistir a la Marcha por la Vida en Washington D.C. y nombró a tres jueces conservadores a la Suprema Corte, facilitando la revocación del caso Roe vs Wade.

Sin embargo, las acusaciones contra él por agresión sexual (al menos 26 mujeres han denunciado comportamientos indebidos), su historial de infidelidades y ahora su vínculo con Epstein minan seriamente su credibilidad ante quienes creen que la defensa de la vida comienza en el respeto por la dignidad de cada persona.

El padre Thomas Reese, jesuita y analista del National Catholic Reporter, fue directo: “No basta con decir que estás en contra del aborto si, en lo personal, no respetas la integridad de las mujeres ni tomas distancia del pecado estructural que representa el abuso sistemático de menores” (NCR, enero 2024).

El silencio cómplice: política, poder y encubrimiento

Uno de los aspectos más inquietantes del caso Epstein es el silencio sistemático de la élite. Muchos sabían. Pocos hablaron. Y casi nadie actuó. La periodista Julie K. Brown, quien destapó la segunda investigación, denunció que “hubo complicidad en muchos niveles: judicial, político y mediático” (The Miami Herald, 2018).

Trump, como otros, ha dicho que rompió relación con Epstein “hace muchos años”. Pero no ha condenado públicamente su red ni ha mostrado empatía hacia las víctimas. A diferencia de otros líderes que se han retractado o expresado arrepentimiento por haber tenido vínculos con el magnate caído en desgracia, Trump ha minimizado o ignorado el tema.

En palabras de María del Rosario, activista por la protección de menores en México: “Si uno de los hombres más poderosos del mundo aparece en la lista de un pedófilo convicto, y no da explicaciones, ¿qué mensaje manda eso a millones de víctimas en silencio?”.

Lo que está en juego: no solo justicia, sino verdad

El escándalo Epstein no es solo sobre nombres y cifras. Es sobre estructuras de poder que usan a los más vulnerables como objetos. Es sobre la fragilidad de una cultura política que se dice cristiana pero calla frente a los abusos cuando vienen de los suyos. Es también una llamada urgente a los votantes jóvenes: a exigir coherencia, no ídolos.

La Doctrina Social de la Iglesia enseña que “la persona humana es el principio, sujeto y fin de toda la vida social” (Compendio, n. 106). Defender la vida no es solo legislar contra el aborto, sino también proteger a las niñas vulneradas, condenar el abuso, y romper pactos de silencio.

Reconstruir la confianza desde la verdad

La aparición de Trump en los archivos de Epstein obliga a un examen de conciencia colectivo. ¿Hasta qué punto hemos normalizado que líderes públicos se contradigan sin consecuencias? ¿Cuánto pesan la conveniencia política o los intereses partidistas frente a la dignidad de la persona?

No se trata de un juicio penal —eso lo determinarán los tribunales—, sino de un juicio moral y social. La defensa de la familia no puede estar al servicio de narrativas que encubren o toleran el abuso. La fe, si es auténtica, debe ser coherente.

En palabras de Virginia Giuffre, sobreviviente del círculo de Epstein: “Lo que quiero no es venganza, sino que se sepa la verdad. Porque mientras sigan callados, otros seguirán abusando” (NBC News, 2023).

Esa verdad, por dolorosa que sea, es el primer paso para la justicia. Y también para la esperanza.

 

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