La humanidad atraviesa uno de sus momentos más convulsos en lo que va del siglo XXI. Las guerras activas, los conflictos armados prolongados y la violencia política han generado una crisis global de paz, según advierten organizaciones internacionales como la ONU y el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI). En un contexto marcado por el incremento de víctimas civiles, desplazamientos masivos y desestabilización económica, los focos de guerra en distintas regiones han escalado a niveles que ponen en riesgo la seguridad internacional y el orden mundial.
De acuerdo al Proyecto de Datos sobre Localización y Eventos de Conflictos Armados (ACLED, por sus siglas en inglés), en 2024 en el mundo se registraron al menos 59 conflictos armados activos, siendo las guerras más visibles la de Ucrania o la ofensiva de Israel en Gaza, las cuales han monopolizado la atención mediática, pero otras igualmente devastadoras persisten sin tregua.
En Ucrania la guerra iniciada tras la invasión rusa en 2022 ha dejado más de 500 mil muertos y heridos combinados, según el Ministerio de Defensa del Reino Unido, cifras estimadas por la CNN en mayo de 2024. Las hostilidades han destruido ciudades enteras y provocado la huida de más de 10 millones de personas.
En Siria, la guerra civil iniciada en 2011 continúa con múltiples frentes activos. De acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, el conflicto ha cobrado más de 600 mil vidas y ocasionado el desplazamiento de 13 millones de personas, de las cuales 6.8 millones se encuentran fuera del país.
En Yemen, el conflicto entre los hutíes y el gobierno respaldado por Arabia Saudita sigue generando una de las peores crisis humanitarias del planeta. Según la sección de Naciones Unidas encargada de reunir a los actores humanitarios para garantizar una respuesta coherente ante emergencias, OCHA, más de 21 millones de personas necesitan asistencia humanitaria y al menos 4.5 millones están desplazadas internamente.
En Etiopía la guerra en la región del Tigray ha dejado miles de muertos desde 2020. Aunque en 2022 se firmó un acuerdo de paz, los enfrentamientos entre grupos étnicos en otras regiones, como Amhara, reactivaron la violencia. La ONU ha documentado crímenes de guerra y limpiezas étnicas.
Intereses globales
Detrás de cada conflicto subyacen factores estructurales complejos. Las causas más comunes incluyen rivalidades políticas internas, crisis económicas, tensiones religiosas y enfrentamientos étnicos. En Yemen y Siria, por ejemplo, las divisiones sectarias entre chiitas y sunitas han sido explotadas por actores externos.
La presencia de intereses estratégicos globales ha complicado la resolución de los conflictos. En Ucrania, la guerra es también una disputa geopolítica entre Rusia y Occidente. Estados Unidos y la OTAN han enviado armamento y ayuda a Kiev, mientras Moscú afirma defender sus “zonas de influencia”. En Medio Oriente, potencias como Irán, Arabia Saudita, Turquía y Rusia respaldan diferentes facciones en Siria y Yemen, alimentando la prolongación de los combates.
El precio lo pagan los civiles. Según la agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), a finales de 2024 había más de 117 millones de personas desplazadas forzosamente en el mundo, la cifra más alta jamás registrada. La mayoría huye de conflictos armados o persecuciones políticas.
La inseguridad alimentaria también se ha disparado. En Yemen, más de 17 millones de personas sufren hambre aguda. En Gaza, el bloqueo y los ataques han generado un colapso sanitario y alimentario, según Médicos Sin Fronteras. En Sudán, los enfrentamientos entre militares y paramilitares han provocado la huida de más de 8 millones de personas y han destruido hospitales e infraestructura básica.
Las guerras también tienen efectos colaterales sobre la salud. Brotes de enfermedades como cólera, malaria y desnutrición infantil aumentan en zonas de conflicto, donde los servicios de salud colapsan.
El impacto trasciende las fronteras. La guerra en Ucrania provocó un aumento abrupto en los precios del petróleo y del gas, así como en los granos como trigo y maíz, afectando la seguridad alimentaria en países dependientes de las importaciones. En 2022 y 2023, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), los conflictos armados fueron uno de los principales factores de inflación global.
Las cadenas de suministro también han sido afectadas. La inestabilidad en el mar Rojo por los ataques hutíes ha incrementado los costos de transporte marítimo hasta en 400 por ciento, según datos de Drewry Shipping Consultants. Esto repercute en los precios finales de productos en todo el mundo.
Esfuerzos de paz y obstáculos
A pesar de la magnitud de la crisis, los esfuerzos de resolución han sido limitados o ineficaces. La ONU, a través del Consejo de Seguridad, enfrenta bloqueos por parte de miembros permanentes con intereses en los conflictos. ONG como Cruz Roja Internacional, Amnistía Internacional y Human Rights Watch denuncian constantemente violaciones al derecho internacional humanitario, pero su capacidad operativa está restringida por la inseguridad en terreno.
Algunos países han actuado como mediadores. Turquía ha intentado facilitar el diálogo entre Rusia y Ucrania, y Noruega ha participado en procesos de paz en Etiopía. Sin embargo, el clima de desconfianza, la polarización ideológica y el intervencionismo hacen difícil alcanzar acuerdos duraderos.
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