La Ciudad de México, con su vibrante pulso cultural y su historia milenaria, sueña con curvarse ante la enorme emoción de ser sede del Mundial de fútbol. Sin embargo, mientras se planifican estadios y ceremonias, debajo late una ciudad en tensión: su infraestructura – desde el aeropuerto hasta sus calles y drenaje – presenta fallas que, de no remediarse con urgencia, podrían torpedear cualquier gran evento. El AICM está al límite, las vialidades se enfrentan a lluvias récord, y los traslados se convierten en una prueba de paciencia y resistencia. Este reportaje expone cómo la falta de capacidad real amenaza con empañar la imagen de una ciudad “moderna y confiable”.
Estado del aeropuerto y movilidad
El Aeropuerto Internacional Benito Juárez (AICM) es el corazón del transporte aéreo en México. En 2024 transportó más de 45 millones de pasajeros, ubicándose como el segundo aeropuerto con mayor tráfico en América Latina. Su saturación es patente: desde 2014 se ha limitado su operación a 61 movimientos por hora por seguridad. A pesar de remodelaciones como el “Dedo L” y convocatorias de arquitectura en 2024, la capacidad sigue sin ser suficiente.
Más grave aún, una tormenta reciente dejó al aeropuerto bajo el agua. Se cancelaron vuelos, miles de personas —incluyendo familias con bebés— quedaron atrapadas y descansaron en el piso, ante el colapso de pistas e infraestructura. Aeroméxico exigió respuestas urgentes, mientras más de 19 000 pasajeros resultaron afectados.
Aunque se cuenta con el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) como alternativa, la cercanía del AICM lo hace aún más demandado. El tren que lo conectará con la CDMX está en vías de inauguración a cargo del Ejército, pero aún no está operativo. En este contexto, albergar un Mundial podría requerir una modernización urgente o un desfogue logístico que la ciudad aún no está en capacidad de asumir.
Problemas en calles y ciudad
En paralelo, la red vial de la CDMX también acusa una carga insostenible. El sistema de ejes viales, creado en los años setenta para agilizar la movilidad, hoy opera por encima de su capacidad, con reconfiguraciones parciales que no han resuelto el problema estructural del tráfico. En promedio, una persona en CDMX pierde dos horas diarias en traslados, lo que reduce significativamente la calidad de vida y afecta jóvenes profesionales que buscan eficiencia
En esta temporada, las lluvias han roto récords históricos. Julio dejó 298 mm de lluvia en 2025 —el doble del promedio histórico— y el 31 de julio cayó más de 38 millones de metros cúbicos en un solo día. El 10 de agosto, el sistema de alertas en alerta púrpura, tras registrar 84 mm en el Centro Histórico. Esa tormenta colapsó calles emblemáticas como Circuito Interior, Calzada Ignacio Zaragoza, Calzada de la Viga y el Zócalo, que quedaron bajo agua. Incluso el Metro sufrió fallas: ocurrió un cortocircuito en la Línea 2, y el Metrobús registró retrasos severos.
El sistema de drenaje profundo, incluido el Túnel Emisor Oriente, inaugurado en 2019 para mejorar la capacidad hidráulica, no ha bastado para amortiguar estos episodios extremos. Además, el hundimiento constante de la ciudad por sobre-explotación del acuífero —hasta nueve metros en cien años— ha dañado estructuras, calles y drenajes, empeorando el riesgo de inundación.
Una vecina de Tláhuac comenta: “No es culpa de Tláloc” —destacando que el colapso del sistema hídrico —no la lluvia en sí— está en el centro del desastre. Estas expresiones subrayan el cansancio ciudadano tras promesas incumplidas.
Impacto en la percepción internacional
En este escenario, la posibilidad de que CDMX sea vista como una sede moderna y segura para un Mundial se desvanece. Un aeropuerto inundado, viales colapsados, transporte público suspendido, e imágenes virales de caos urbano dañan la percepción internacional. Además, el riesgo logístico y la imposibilidad de movilizar grandes flujos de personas y medios de forma confiable comprometen la organización misma del evento, así como la seguridad y la productividad
¿Qué se necesita hacer?
Para revertir esta imagen y fortalecer su candidatura, la Ciudad de México debe actuar con urgencia:
- Modernizar y robustecer el AICM: ampliar su capacidad real, mejorar drenajes, optimizar movilidad interna y activar rutas alternas, como el AIFA, con conexión ferroviaria completa.
- Impulsar inversión en movilidad urbana: expandir transporte público, integrar sistemas (Metro, Metrobús, Ecobici, Cablebús), reducir tiempos de traslado, activar micromovilidad y priorizar zonas periféricas
- Reforzar la infraestructura hidráulica: elevar capacidad de drenaje, dar mantenimiento continuo, restaurar cauces naturales como humedales urbanos, y diseñar zonas “amortiguadoras” frente a inundaciones
- Planificación integral del tráfico: optimizar semáforos, habilitar rutas alternas, mejorar señalización, evitar embudos urbanos y atender rápidamente los puntos críticos.
- Coordinación interinstitucional y voluntad política: asegurar que el Gobierno de la CDMX, federal y expertos cooperen con enfoque técnico y valores de servicio, responsabilidad y solidaridad—a tono con la Doctrina Social de la Iglesia.
Si Ciudad de México desea realmente posicionarse como una sede digna, profesional y segura para un Mundial, no basta con estadios o presupuesto. La ciudad debe resolver sus deficiencias estructurales: drenajes saturados, aeropuerto al límite, calles que se transforman en ríos y movilidad humana en colapso. La verdadera conquista será lograr que una gran cita global amplifique sus riquezas sin revelar sus vulnerabilidades. Solo así podrá enviar al mundo una imagen potente y digna de la fuerza y los valores de los mexicanos: resiliencia, solidaridad, ingenio y justicia.
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