La defensa que incomoda

Cada 29 de noviembre el mundo vuelve la mirada hacia las mujeres que, desde sus comunidades, colectivos y organizaciones, defienden los derechos humanos en contextos marcados por la violencia, la desigualdad y el silencio. 

La conmemoración del Día Internacional de las Defensoras de los Derechos Humanos no sólo recuerda los riesgos que enfrentan, sino que también visibiliza la vigencia de su lucha y el impacto ético, social y político de su trabajo. 

En un escenario donde las agresiones, los asesinatos y el acoso continúan en aumento — particularmente en países como el nuestro — la fecha se consolida como un espacio para reconocer, documentar y exigir condiciones dignas y seguras para quienes sostienen la defensa de la vida y la justicia.

Una fecha para reconocer una lucha global

Cada 29 de noviembre se conmemora el Día Internacional de las Defensoras de los Derechos Humanos, una jornada destinada a visibilizar y honrar el papel de miles de mujeres en el mundo que trabajan por la defensa y promoción de los derechos establecidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La fecha fue instituida en 2005 durante la Primera Consulta Internacional de Mujeres Defensoras, celebrada en Colombo, Sri Lanka, y desde entonces se ha convertido en un referente de reflexión sobre los riesgos, desafíos y aportes de quienes sostienen esta labor.

El reconocimiento internacional se fortaleció en 2013, cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una resolución específica sobre la importancia del trabajo de las defensoras. Posteriormente, en 2016, la Asamblea General emitió un documento orientado a reforzar los mecanismos de protección para mujeres defensoras y personas que trabajan en la defensa de los derechos de las mujeres.

Violencias que buscan silenciar: riesgos que persisten

Las mujeres defensoras enfrentan condiciones de riesgo particular por su labor. En diversos países, y especialmente en contextos de alta conflictividad o violencia estructural, son objeto de amenazas, campañas de difamación, acoso judicial, detenciones arbitrarias, tortura, agresiones físicas e incluso asesinatos. El intento de silenciarlas se expresa tanto en ataques directos como en violaciones de los mismos derechos que ellas buscan proteger.

En el caso de México, la situación se ha agravado en los meses recientes. La Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) ha documentado asesinatos de mujeres que realizaban labores de búsqueda de personas desaparecidas, como Rosario Lilián Rodríguez Barraza (Sinaloa), Blanca Esmeralda Gallardo (Puebla) y María del Carmen Vázquez (Guanajuato). Sus muertes han evidenciado los riesgos extraordinarios que enfrentan las madres buscadoras y los vacíos existentes en los mecanismos de protección.

Guillermo Fernández-Maldonado Castro, representante de la ONU-DH en México, ha señalado que estas mujeres “siguen enfrentando riesgos extraordinarios e indebidos”, y ha llamado a las autoridades a implementar medidas integrales que incluyan un enfoque de género y garanticen entornos seguros para su labor. La organización ha insistido en la necesidad de redoblar esfuerzos de protección, prevención e investigación para evitar la repetición de estas agresiones.

El valor social de una defensa que no se detiene

La conmemoración de este día no solo recuerda los riesgos, sino también la profunda dimensión ética y social del trabajo de las defensoras. Su labor resulta fundamental para fortalecer la justicia, la igualdad y el respeto a los derechos básicos en comunidades donde los abusos siguen presentes.

Muchas defensoras trabajan en contextos donde su voz ha sido históricamente marginalizada. A pesar de ello, continúan impulsando procesos de cambio social, aun cuando ello implica enfrentar estigmas, violencia o aislamiento. Sus acciones también funcionan como un motor de inspiración para nuevas generaciones, especialmente para mujeres y niñas que encuentran en estas historias modelos de liderazgo, resistencia y transformación social.

Reconocer públicamente a las defensoras contribuye a desafiar estructuras de poder y desigualdad que limitan el ejercicio pleno de los derechos humanos. También permite visibilizar los aportes de quienes sostienen luchas comunitarias, ambientales, territoriales, de justicia de género o de memoria y verdad, muchas veces sin recibir el reconocimiento institucional que su labor merece.

Protección, acompañamiento y memoria

La comunidad internacional ha asumido un papel activo en la protección de personas defensoras de derechos humanos. La Unión Europea (UE) destaca entre los organismos que han desarrollado mecanismos para resguardar su seguridad y apoyar el trabajo que realizan. Delegaciones y embajadas de los Estados miembros impulsan proyectos centrados en la defensa de mujeres y niñas, población vulnerable, libertad de prensa y fortalecimiento de la sociedad civil.

En México, diversas defensoras han accedido a programas de acompañamiento y protección promovidos por la UE. Estas iniciativas buscan asegurar condiciones para que continúen su labor sin ser objeto de represalias o agresiones.

La importancia del tema ha trascendido también al ámbito cultural. El cine ha servido como plataforma para reconocer y retratar la lucha de mujeres que han defendido derechos fundamentales a lo largo de distintas épocas. 

Producciones como Ángeles de Hierro (2004), Clara Campoamor: La mujer olvidada (2011), Sufragistas (2015) y Una cuestión de género (2018), así como el documental What Happened, Miss Simone?, destacan experiencias de liderazgo y resistencia, y mantienen viva la memoria de los movimientos que transformaron la historia de los derechos humanos en el mundo.

Un futuro marcado por nuevos retos

La violencia física, las amenazas de muerte, la tortura y los arrestos arbitrarios continúan siendo riesgos cotidianos. A ello se suman obstáculos emergentes, como el acoso digital, campañas de desprestigio en redes sociales y la utilización de tecnologías para vigilar o intimidar.

Las crisis globales interconectadas —entre ellas la emergencia climática, conflictos armados, desigualdades estructurales y las consecuencias sociales de las pandemias— intensifican las violaciones a derechos humanos y complejizan la defensa que realizan estas mujeres. Aquellas que pertenecen a grupos históricamente marginados, como pueblos indígenas, comunidades LGBTQ+ o personas migrantes, enfrentan capas adicionales de violencia y discriminación.

Organismos como el ACNUDH y ONU Mujeres han insistido en la importancia de fortalecer las redes de articulación entre organizaciones de la sociedad civil y mecanismos internacionales para reforzar la protección colectiva. La Agenda 2030 de las Naciones Unidas, con su enfoque en desarrollo sostenible e igualdad de género, ofrece un marco para vincular el trabajo de las defensoras con objetivos globales y para exigir a los gobiernos políticas efectivas que garanticen su seguridad.

Entre amenazas persistentes y un camino que exige corresponsabilidad 

La conmemoración del Día Internacional de las Defensoras de los Derechos Humanos expone una realidad compleja: la defensa de los derechos fundamentales sigue siendo una labor de alto riesgo, especialmente para las mujeres. Pese a los avances normativos y a los esfuerzos de organismos internacionales, las agresiones continúan escalando y se transforman en nuevas modalidades, desde el acoso digital hasta la violencia letal contra mujeres buscadoras o líderes comunitarias. 

El escenario actual demanda una respuesta coordinada entre instituciones, gobiernos y sociedad civil para garantizar su seguridad y fortalecer políticas integrales con perspectiva de género. La labor de las defensoras no solo preserva derechos; también sostiene democracias, corrige desigualdades históricas y construye rutas de memoria y justicia. Protegerlas, entonces, no es un gesto simbólico, sino una responsabilidad colectiva que define el futuro de los derechos humanos en el país y en el mundo.

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