Entre la “fe” y el crimen, la Luz del mundo

La Luz del Mundo, nacida en Guadalajara en 1926, se presentó como una alternativa cristiana. Pero tras casi un siglo de existencia, la organización se ha convertido en sinónimo de abuso, manipulación y poder político. Desde el fundador, Eusebio Joaquín (Aarón), hasta su nieto, Naasón Joaquín, hoy preso en Estados Unidos, la historia está marcada por una línea de continuidad en el control absoluto de los fieles y un patrón intergeneracional de abusos sexuales y corrupción.

Más que una iglesia, los testimonios de sobrevivientes, documentos judiciales y la investigación periodística demuestran que estamos ante una maquinaria que utilizó la fe como arma para doblegar, silenciar y manipular.

Los primeros abusos: Aarón y los silencios fundacionales

En 1942, una joven de 13 años, Guadalupe Avelar, acusó al fundador de haberla violado. Aunque el caso apenas trascendió en aquel tiempo, derivó en un hijo reconocido tardíamente: Abel Joaquín Avelar. Este episodio, según investigadores, ilustra que el abuso sexual estaba presente desde los orígenes de la congregación.

El poder de Aarón creció en Hermosa Provincia, Guadalajara, gracias a una doctrina que rechazaba la Trinidad y depositaba en un solo hombre —“el Apóstol”— la autoridad absoluta. Ese modelo carismático, que parecía un liderazgo religioso, fue en realidad la semilla de un sistema coercitivo.

Samuel Joaquín y el salto al poder mundial (1964–2014)

Con la llegada de Samuel Joaquín, hijo del fundador, La Luz del Mundo se expandió a más de 50 países. Se construyó un templo monumental con capacidad para 12 mil fieles y se establecieron colonias enteras, como Hermosa Provincia, donde la vida gira en torno al “siervo de Dios”.

Pero en paralelo a ese crecimiento se gestó una red de abusos sexuales y patrimoniales. Investigaciones de Univisión y Telemundo documentan que Samuel y su familia amasaron un imperio inmobiliario, con propiedades en México y EE. UU., a nombre de hijos y colaboradores.

En 1997, la joven Karem León denunció públicamente que Samuel la había violentado desde los 17 años: “Me golpeaba, me mordía y me decía que era una prueba de mi fe”. Su testimonio, difundido en televisión, derivó en un expediente en Gobernación. Pero nunca hubo acción penal.

Un año después, Moisés Padilla relató que Samuel lo violó cuando era menor. En 1997, antes de que su denuncia se hiciera pública, fue secuestrado y recibió 68 puñaladas. Sobrevivió de milagro y huyó a EE. UU., donde fingió su muerte para escapar. “Quiero que los fieles sean libres”, dijo años después, convertido en símbolo del costo de denunciar.

La justicia mexicana guardó silencio. Samuel murió en 2014 rodeado de homenajes multitudinarios, protegido por la omisión del Estado.

Naasón Joaquín y la caída judicial

En 2014, tras la muerte de Samuel, su hijo Naasón asumió el liderazgo. Modernizó la imagen pública de la iglesia, se acercó a autoridades y expandió la obra en EE. UU. y América Latina.

Pero en 2019, la Fiscalía de California lo acusó de 26 delitos, entre ellos pornografía infantil y tráfico sexual. El caso se sustentó en testimonios de víctimas —las Jane Does— que detallaron cómo eran manipuladas bajo la amenaza de condenación espiritual.

En 2022, Naasón aceptó un acuerdo: se declaró culpable de tres cargos de abuso sexual y fue condenado a 16 años y 8 meses. El juez lo llamó “depredador sexual”. Sin embargo, la pena fue percibida como indulgente.

Lejos de terminar ahí, en 2023 la justicia federal de EE. UU. lo acusó por crimen organizado (RICO), trata de personas y explotación infantil, junto a su madre, Eva García, y otros cómplices. Hoy enfrenta la posibilidad de cadena perpetua.

Una maquinaria de control: doctrina, aislamiento y finanzas

La Luz del Mundo desarrolló un sistema de manipulación basado en:

  • Autoridad incuestionable del Apóstol: obedecer al líder es obedecer a Dios.
  • Aislamiento comunitario: colonias cerradas donde escuela, trabajo y vida social están bajo la iglesia.
  • Control económico: diezmo obligatorio y donativos que han nutrido fortunas millonarias.
  • Vigilancia y amenazas: expedientes internos de fieles y hostigamiento a disidentes.
  • Brazo armado: “Los Jahzer”, grupo paramilitar descubierto en 2025 en Michoacán, entrenaba con tácticas militares para proteger al líder y acallar opositores.

Según la Unidad de Inteligencia Financiera, en 2020 se bloquearon más de 359 millones de pesos vinculados a operaciones fraudulentas de la iglesia.

Influencia política y judicial en México

El poder de La Luz del Mundo no se limitó a lo espiritual. En 2019, un homenaje a Naasón en Bellas Artes reveló sus vínculos con el senador Israel Zamora, cuñado del líder. Diputados como Emmanuel Reyes Carmona y Hamlet García Almaguer, ambos de Morena, defendieron públicamente a la congregación.

En 2023, el INE otorgó registro a la agrupación política Humanismo Mexicano, formada casi exclusivamente por miembros de la iglesia y alineada al proyecto oficialista. En 2025, al menos tres juezas de distrito con vínculos familiares a la congregación resultaron electas, lo que despertó alarma sobre la infiltración en el Poder Judicial.

“Yo crecí creyendo que él era santo. Cuando me obligaron a servirle, me dijeron que si me negaba estaba negando a Dios. Tenía miedo de perder a mi familia, de ser rechazada por todos. El dolor no se va, aunque él esté en la cárcel”, compartió bajo anonimato una sobreviviente de Jalisco.

Este testimonio refleja el trauma psicológico y espiritual que enfrentan las víctimas, muchas de las cuales aún callan por miedo al hostigamiento o a perder a sus seres queridos dentro de la congregación.

El caso de La Luz del Mundo no es solo un escándalo religioso: es un espejo de cómo la fe, manipulada, puede convertirse en instrumento de control, abuso y poder político.

Ninguna institución puede situarse por encima de la dignidad humana ni del Estado de derecho. El respeto a la legalidad y la protección de las víctimas deben ser prioridad.

La caída de Naasón abre una oportunidad para que México atienda una deuda histórica: reconocer a las víctimas, desmantelar las redes de poder que permitieron la impunidad y garantizar que ninguna fe sea utilizada para esclavizar.

Como dijo Moisés Padilla: “Los fieles no son sectarios, están engañados”. La tarea ahora es liberar a las personas de esa maquinaria de manipulación y asegurar que ningún “apóstol” esté nunca más por encima de la ley.

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