El 6 de abril de 1926, en plena efervescencia posrevolucionaria, nació en Guadalajara, Jalisco, un movimiento pseudo religioso que con el tiempo se transformaría en una de las organizaciones religiosas más controvertidas de México y el mundo: La Luz del Mundo (LLDM). Su fundador, Eusebio Joaquín González, conocido entre los fieles como Aarón, imprimió desde el inicio un sello personalista, centralizado en la figura del “Apóstol de Jesucristo”, que marcó el ADN de la institución. La historia de sus primeros años no puede entenderse sin la mística de su líder, la creación de la colonia Hermosa Provincia y el establecimiento de una doctrina que combinaba fanatismo religioso, disciplina comunitaria y obediencia absoluta.
Eusebio Joaquín, de soldado a “Apóstol”
Eusebio Joaquín González nació en 1896 en Colotlán, Jalisco. Hijo de una familia humilde, participó en las filas revolucionarias antes de proclamarse receptor de una revelación divina en 1926. Según el relato oficial de LLDM, Aarón escuchó la voz de Dios que le encomendaba restaurar la iglesia primitiva de Cristo. Esa revelación, transmitida en medio de un México que aún padecía la persecución religiosa derivada de la Ley Calles y la Guerra Cristera, fue la chispa que dio origen a la nueva congregación.
La antropóloga Renée de la Torre, especialista en movimientos religiosos en Guadalajara, explica que “La Luz del Mundo nace en un contexto de tensión: mientras el Estado mexicano reprimía a la Iglesia católica, Aarón se presentaba como alternativa moderna, nacional y con un liderazgo carismático absoluto” (de la Torre, CIESAS, 2008).
Al inicio, su ministerio reunió apenas a unas cuantas familias en casas improvisadas. Pero pronto la visión de Aarón trascendió: no se trataba solo de predicar, sino de fundar una comunidad cerrada, donde lo espiritual y lo cotidiano se fundieran bajo un mismo orden.
Doctrina no trinitaria y bautismo en el nombre de Jesucristo
Desde el principio, LLDM se distinguió por su doctrina no trinitaria. Aarón rechazaba la fórmula clásica del Padre, Hijo y Espíritu Santo, y estableció que el bautismo debía hacerse únicamente “en el nombre de Jesucristo”. Para sus seguidores, este rito simbolizaba la recuperación de la iglesia original descrita en los Hechos de los Apóstoles.
La Comisión Nacional de Asuntos Religiosos de la SEGOB ha documentado que, en sus primeras décadas, “La Luz del Mundo se presentó como una iglesia cristiana mexicana, no subordinada a jerarquías extranjeras, lo que atrajo a sectores populares en busca de identidad y autonomía espiritual”.
Esta doctrina diferenciadora, junto con el carisma de su fundador, cimentó la convicción de que solo a través del Apóstol era posible alcanzar la salvación. En otras palabras, desde los años 30 se sembraba la semilla de una obediencia total hacia la figura central.
Hermosa Provincia: el corazón de un nuevo orden
Uno de los mayores legados de Aarón fue la fundación de la colonia Hermosa Provincia en Guadalajara, concebida como la “ciudad santa” de la congregación. Allí se concentraron templos, escuelas, comercios y viviendas para los fieles. Con el tiempo, este espacio se transformó en el corazón organizativo y espiritual de LLDM.
El periodista jalisciense José de la Torre recuerda en sus crónicas que “Hermosa Provincia fue diseñada no solo como un barrio, sino como un sistema cerrado de vida. Los niños estudiaban en escuelas propias, las familias compraban en comercios internos y todo giraba en torno al templo. Era un proyecto de vida totalizante” (Archivo Hemerográfico de Guadalajara, 1962).
Para los creyentes, habitar allí representaba un privilegio espiritual; para críticos y exmiembros, fue el inicio de un modelo de control social que ha caracterizado a la iglesia hasta la actualidad.
La construcción del liderazgo absoluto
En la narrativa oficial, Aarón no era un simple pastor, sino el “Apóstol de Jesucristo”. Esta designación no fue producto de una elección comunitaria ni de un consenso doctrinal: se trató de una autoproclamación respaldada por el relato de la “revelación divina”. Desde entonces, en LLDM no existen órganos colegiados que regulen el poder: todo recae en el Apóstol.
El historiador Jean-Pierre Bastian, experto en iglesias cristianas en América Latina, advierte que “el modelo apostólico de La Luz del Mundo generó una teocracia personalista. La fe en el Apóstol equivalía a la fe en Dios mismo, y esto instauró una relación de obediencia absoluta que ha perdurado por generaciones” (Bastian, 1994).
Bajo Aarón, las decisiones sobre la vida comunitaria —matrimonios, educación, trabajo, disciplina— pasaban por su aprobación directa o la de sus representantes. Este sistema vertical eliminaba disidencias y consolidaba un liderazgo sin contrapesos.
María (nombre cambiado), hoy una mujer de 74 años que abandonó LLDM en los años 70, recuerda su infancia en Hermosa Provincia: “Todo era muy ordenado, pero también muy controlado. Íbamos a la escuela de la iglesia, donde nos enseñaban que Aarón era el Apóstol de Jesucristo y que solo a través de él podíamos salvarnos. No podíamos escuchar música que no fuera de la iglesia ni relacionarnos con gente de afuera. Mis padres daban el diezmo aunque no tuviéramos para otras cosas. Yo sentía orgullo de pertenecer, pero también miedo de fallar”.
Este testimonio ilustra cómo la vida cotidiana estaba marcada por la presencia constante de la doctrina y el control institucional. Para algunos fue un refugio de identidad; para otros, un entorno que anulaba la libertad individual.
Durante casi cuatro décadas, Aarón encabezó la iglesia y consolidó su autoridad. Bajo su liderazgo, LLDM pasó de ser un pequeño grupo en Guadalajara a tener presencia en varios estados de México y en comunidades migrantes en Estados Unidos.
El 9 de junio de 1964, Aarón falleció. Su muerte marcó el inicio de lo que más tarde se denominaría un “nepotismo sagrado”: el traspaso del liderazgo a su hijo Samuel Joaquín Flores. La herencia dinástica no fue un accidente, sino la consecuencia natural de haber construido una teocracia centrada en la familia fundadora.
La primera etapa de La Luz del Mundo, de 1926 a 1964, muestra cómo un movimiento religioso puede transformarse en una estructura totalizante: doctrina particular, comunidad cerrada y liderazgo carismático absoluto, tiranía que utiliza la “fe” para fines particulares. Lo que para los fieles representaba el cumplimiento de una revelación divina, para los críticos sentaba las bases de una maquinaria de control que en décadas posteriores se vería envuelta en escándalos, abusos y acusaciones criminales.
Entender los orígenes de LLDM es clave para comprender su poder actual. Aarón no solo fundó una “iglesia”: estableció un modelo de obediencia ciega y control comunitario que, bajo el nombre de “fe”, configuró una verdadera teocracia en suelo mexicano.
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