La educación mexicana ha sido históricamente uno de los temas más debatidos y determinantes en la construcción del país. De su calidad, cobertura y accesibilidad depende gran parte del desarrollo social, económico y cultural de la nación. Sin embargo, el sistema educativo arrastra profundas desigualdades que se acentúan entre regiones, géneros y niveles socioeconómicos.
Hoy, a pesar de los avances en alfabetización y expansión de la matrícula escolar, millones de estudiantes siguen enfrentando obstáculos para acceder a una educación digna y de calidad. Esta realidad plantea una pregunta urgente: ¿puede México garantizar el derecho universal a aprender en condiciones equitativas?
Un sistema con logros y heridas históricas
La educación en México representa uno de los pilares más importantes para el desarrollo social y económico. Sin embargo, también refleja las desigualdades estructurales que persisten desde hace décadas. Aunque la última década ha mostrado progresos en alfabetización y cobertura, los rezagos educativos, la deserción escolar y las brechas regionales continúan dejando a millones de estudiantes en condiciones de vulnerabilidad.
Analizar la educación mexicana no implica solo revisar cifras, sino comprender cómo éstas inciden directamente en la justicia social, la movilidad económica y el bienestar colectivo.
Avances medibles y retrocesos preocupantes
De acuerdo con el censo de 2020, México cuenta con 4 millones 456 mil 431 personas analfabetas, cifra inferior a los 5.3 millones registrados en 2010, lo que evidencia una mejora gradual. No obstante, las mujeres continúan siendo mayoría en esta condición, lo que mantiene vigente la desigualdad de género dentro del sistema educativo.
El Observatorio de la Educación informó que cerca de un millón de estudiantes abandonaron la escuela durante el ciclo 2024-2025, siendo el nivel medio superior uno de los más afectados. Entre 2018 y 2022, la cobertura en bachillerato cayó de 84.2% a 78.4%, un retroceso que alerta sobre la falta de continuidad educativa.
Además, las modalidades técnicas enfrentan los mayores índices de deserción: 59.5% en Profesional Técnico y más del 93% en Técnico Profesional, lo que deja a miles de jóvenes sin opciones viables de inserción laboral. Frente a ello, el gobierno actual ha anunciado la creación de 200 mil nuevos espacios en bachilleratos, iniciando con 40 mil en 2025, además de fortalecer la educación a distancia y la capacitación docente.
Brechas regionales: la desigualdad que se aprende
Las diferencias en el acceso y la calidad educativa en México van más allá de las cifras nacionales. En comunidades rurales e indígenas, menos del 70% de los estudiantes termina la primaria, y la deserción se duplica en secundaria.
Apenas el 0.3% de las primarias comunitarias cuenta con electricidad, mientras que en el nivel secundaria la cifra asciende solo al 0.9%. Ninguna dispone de internet ni de materiales adaptados a la diversidad cultural o a personas con discapacidad.
En el ámbito de la educación indígena, el panorama es igual de alarmante: únicamente el 8.8% de las primarias cuenta con acceso a internet y el 2.1% dispone de materiales inclusivos. Esto se refleja en los altos índices de analfabetismo entre hablantes de lenguas originarias: 21% a nivel nacional, con cifras que alcanzan el 32.9% en Chihuahua, 30.9% en Guerrero y 25.2% en Chiapas.
El contraste es notorio frente a regiones urbanas: mientras la Ciudad de México supera el 100% de cobertura en educación media superior, estados como Campeche (70%), Colima (68.5%) y Veracruz (66.5%) exhiben rezagos graves.
Educación y bienestar: una conexión vital
La educación no solo determina las oportunidades laborales, sino que influye en la salud, la reducción de la pobreza y la calidad de vida. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), las personas con educación superior tienen el doble de probabilidad de acceder a empleos formales y tres veces más posibilidades de ocupar cargos directivos, además de percibir salarios 81% más altos que quienes solo cuentan con bachillerato.
La relación entre educación y bienestar también se refleja en la vida familiar. Las madres con mayor nivel educativo suelen garantizar mejor nutrición y vacunación a sus hijos, reduciendo así la mortalidad infantil. Estudios internacionales estiman que, si todas las niñas completaran la educación primaria, podrían salvarse 98 mil vidas cada año.
A su vez, los niños con buena salud aprenden mejor, lo que crea un ciclo virtuoso en el que educación y bienestar se retroalimentan de manera constante.
La educación como base de cohesión social
Más allá de los indicadores académicos, la educación tiene el poder de moldear ciudadanía. Datos del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) indican que más de 146 mil mujeres concluyeron recientemente algún nivel educativo, representando más de la mitad de las certificaciones emitidas. Esto demuestra cómo la educación es también una herramienta contra la desigualdad de género.
El secretario de Educación Pública, Mario Delgado Carrillo, ha enfatizado que “la educación es la herramienta más eficaz contra la inseguridad y la violencia”. Jóvenes que encuentran propósito y pertenencia en su formación académica son menos propensos a involucrarse en la delincuencia, ya que la escuela les brinda un sentido de identidad y contribución social.
Políticas y desafíos estructurales
El abandono escolar en México responde a factores complejos: falta de recursos económicos, desinterés, lejanía geográfica, escasa conectividad y precariedad en infraestructura. La pandemia de COVID-19 agravó estas condiciones. La prueba PISA 2022 reportó un rezago grave en matemáticas y comprensión lectora, reflejo de la desigualdad digital y de los cierres prolongados de escuelas.
Ante ello, programas como la Beca Universal Benito Juárez, que en 2025 beneficia a más de 4.2 millones de estudiantes, y La Escuela es Nuestra, que ha destinado recursos a más de 6 mil planteles, buscan reducir las brechas. No obstante, especialistas insisten en que se requiere una política educativa sostenida, con enfoque de justicia social y financiamiento constante, para garantizar el derecho universal a aprender.
El motor del futuro
El porvenir de México está ligado íntimamente a la educación. Si bien hay avances en alfabetización y cobertura, las desigualdades regionales, sociales y de género siguen siendo un desafío estructural. Apostar por una educación inclusiva, moderna y de calidad no es solo un deber gubernamental, sino una condición de supervivencia nacional.
Educar significa garantizar bienestar, cohesión social y oportunidades reales. Convertir a la educación en el motor de igualdad y progreso no es una utopía, sino una urgencia para que millones de jóvenes vean en la escuela no un sueño truncado, sino un camino posible hacia el futuro.
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