Redes sociales moldean la vida diaria

Han transformado la manera de informar, de consumir, de vincularse y de actuar en la vida de las personas. En menos de dos décadas, las redes sociales han pasado de ser plataformas emergentes a ocupar un lugar central en la vida cotidiana, al punto de moldear hábitos, decisiones políticas, relaciones humanas e, incluso, la economía. Hoy, casi ningún ámbito social está exento de su influencia.

Aunque su origen se remonta a desarrollos tecnológicos previos al siglo XXI, fue la irrupción de plataformas como Facebook, Twitter (ahora X), YouTube o Instagram la que modificó radicalmente las dinámicas de interacción. Lo que comenzó como un espacio para conectar amistades o compartir intereses comunes ha evolucionado hasta convertirse en un entorno donde se difunden noticias, se promueven causas, se construyen identidades y se libra una intensa batalla por la atención.

El acceso masivo a internet y la proliferación de teléfonos inteligentes han sido factores clave en este fenómeno. Según datos de We Are Social y Meltwater (2024), actualmente hay más de 5,040 millones de usuarios activos de redes sociales en el mundo, lo que representa el 62.3 por ciento de la población global. México no es ajeno: con más de 100 millones de usuarios de internet, cerca del 90 por ciento utiliza redes sociales, de acuerdo con la Asociación de Internet MX.

La presencia de estas plataformas ha tenido impactos ambivalentes. Por un lado, han democratizado la comunicación, dando voz a quienes históricamente no la tenían. Las redes han impulsado movimientos sociales, visibilizado causas olvidadas y ofrecido herramientas de organización y denuncia. Las protestas globales por el cambio climático, el movimiento feminista, las campañas contra la violencia o en favor de los derechos humanos han encontrado en ellas un canal de amplificación crucial.

Por otro lado, también han sido escenario de desinformación, polarización, discursos de odio y vigilancia masiva. El uso de algoritmos para personalizar contenidos ha generado burbujas informativas que refuerzan prejuicios, dificultan el diálogo y exacerban divisiones sociales. Además, la acumulación de datos personales y la manipulación algorítmica han levantado preocupaciones sobre la privacidad y el control que ejercen las grandes corporaciones tecnológicas.

Los jóvenes han sido protagonistas y, a la vez, los más expuestos. En un mundo donde la validación social muchas veces depende de la cantidad de “me gusta” o seguidores, han surgido nuevas formas de ansiedad, presión estética y adicción digital. Organismos como la Organización Mundial de la Salud y UNICEF han advertido sobre los efectos negativos del uso intensivo de redes sociales en la salud mental de adolescentes y jóvenes.

Aun así, la vida contemporánea resulta difícil de imaginar sin ellas. Desde el comercio hasta la educación, pasando por la política y la vida personal, las redes sociales se han integrado en casi todos los ámbitos. Las campañas electorales se planifican con estrategias digitales, las marcas invierten millones en publicidad en estas plataformas, y la conversación pública, tanto la seria como la banal, se libra en tiempo real a través de posts, reels y comentarios.

Hasta día de celebración tienen

Desde 2010, el 30 de junio se conmemora el Día Mundial de las Redes Sociales, una iniciativa promovida originalmente por el portal tecnológico Mashable con el propósito de reconocer la influencia de estas plataformas en la sociedad y fomentar su uso responsable. Aunque no es una celebración oficial establecida por organismos internacionales, cada año gana más relevancia y es aprovechada por empresas, medios, gobiernos y usuarios para reflexionar sobre su papel y evolución.

Las redes sociales no surgieron de la nada. Tienen antecedentes en los primeros foros de internet y servicios de mensajería como ICQ o AOL Instant Messenger en los años noventa. En 1997 apareció SixDegrees, considerada por muchos como la primera red social moderna, pues permitía crear un perfil y listar amigos. Posteriormente, surgieron Friendster, MySpace y Hi5, populares en los años 2000.

El verdadero punto de inflexión llegó con el lanzamiento de Facebook en 2004, seguida de YouTube (2005), Twitter (2006), Instagram (2010) y TikTok (2016). Estas plataformas introdujeron nuevos formatos de contenido, mayor interactividad y una experiencia centrada en el usuario. También redefinieron el concepto de influencia, dando lugar a los llamados influencers, creadores de contenido con miles o millones de seguidores que hoy generan negocios, tendencias e incluso cambios culturales.

En poco tiempo, las redes dejaron de ser un pasatiempo para convertirse en una herramienta estratégica de comunicación y una ventana al mundo. Su crecimiento acelerado planteó nuevas preguntas éticas, políticas y sociales que hoy siguen sin resolverse del todo.

Las redes sociales son espejo y motor de una sociedad en constante transformación. No son neutras: amplifican lo que ya existe, pero también lo moldean. Frente a su enorme potencial y sus riesgos, el desafío colectivo está en encontrar un equilibrio entre la libertad de expresión, la protección de derechos y la construcción de entornos digitales más saludables y seguros.

Más allá de la celebración simbólica de una fecha, lo que está en juego es el modo en que nos comunicamos, nos informamos y nos relacionamos como humanidad.

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