¿Quién no se ha estado consumiendo últimamente series o películas sobre temibles zombies? The Walking Dead, Guerra Mundial Z, Estación Zombie… tan populares como aterradoras. Nos cautiva ver cómo los protagonistas intentan sobrevivir al apocalipsis zombie.
Pero, ¿y si la amenaza zombie ya estuviera aquí en forma de ciudadanos convertidos en autómatas, esclavizados mentalmente al servicio de oscuros intereses políticos? Personas sin capacidad de cuestionarse informada y críticamente la realidad, tragándose propaganda y slogans que terminan por zombificarlos.
Así es, hay entre nosotros zombies políticos. Son aquellos privados de su derecho a informarse, evaluar propuestas políticas y tomar postura de manera libre y autónoma. Sencillamente repiten y defienden consignas que les ordenan apoyar desde el poder.
Estos zombies son presa fácil para líderes autoritarios que, ávidos de seguidores ciegos, los convierten en masa acrítica para aplaudir todas sus decisiones sin miramientos. Les arrebatan su dignidad y libertad al succionarles la capacidad de analizar, disentir y participar activamente en los asuntos públicos.
Se apoderan de su voluntad para perpetuarse en el poder, consiguiendo que propaguen la ideología dominante y ataquen ferozmente cualquier cuestionamiento, por sensato que sea. Los zombifican ofreciéndoles migajas o la ilusión de pertenencia.
Así nos encontramos con hordas de zombies políticos defendiendo lo indefendible: la militarización creciente, proyectos dañinos para el medioambiente, recortes a libertades fundamentales o el desmantelamiento de contrapesos necesarios en una democracia. Lo hacen contra viento, marea y su propio beneficio.
Este fenómeno representa un grave riesgo de involución autoritaria y nos compete evitarlo.
¿Cómo podemos contrarrestar esta ola zombificante que ya permea parte del tejido social? El antídoto está en cada uno de nosotros. Debemos nutrirnos de un ejercicio de pensamiento crítico: cuestionar lo que se nos dice, indagar más allá de los encabezados propagandísticos, contrastar datos duros.
Informarnos desde una diversidad de fuentes confiables es vital para ampliar perspectivas y evitar la manipulación. Un ciudadano despierto se hace responsable de documentar los dichos de políticos sobre sus logros y resultados en la realidad tangible.
También es indispensable valorar sensatamente cualquier iniciativa gubernamental con base en su impacto real comprobado, no solo buenas intenciones. Dejar de lado filias, fobias y prejuicios para ponderar con objetividad los grises existentes en todas las propuestas.
Solo así lograremos formarnos genuina opinión propia, construir nuestra brújula ciudadana interior y blindarnos frente a quienes desean convertirnos en sus zombies por conveniencia e intereses espurios. ¡Seamos inmunes!
En las históricas elecciones de 2024 tenemos la responsabilidad de votar informados, analizando a fondo propuestas y desempeño efectivo de los candidatos, en lugar de tragar entero el primer eslogan bonito. Que nadie zombifique tu voto ni vulneren tus derechos. ¡Sé libre y responsable! Nuestro futuro está literalmente en tus manos y en tu criterio personal para elegir a quienes tomarán decisiones clave.
Rompe esas cadenas interiores que te atan a la ignorancia o la manipulación externa. Como bien decía Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar cubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Solo ciudadanos despiertos, críticos y comprometidos lograrán las grandes transformaciones que México necesita con urgencia. ¿Estás dentro? ¡Juntos podemos! ¡Yo saldré a votar este 2 de junio!
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