Mi voto ya no vale ni cuenta

Durante décadas, el fraude electoral fue sinónimo de urnas embarazadas, votos desaparecidos o “caídas del sistema”. Hoy en México, el fraude es más sofisticado, legalizado e institucional. El reciente proceso de elección de jueces por voto popular, promovido por Morena y sus aliados, ha revelado el rostro más cínico del autoritarismo electoral: candidaturas impuestas, campañas simuladas, nula información para el votante y una manipulación sistemática desde el poder. En palabras de la politóloga Denise Dresser: “No es una elección, es una asignación disfrazada. El pueblo sólo fue convocado para validar lo que ya estaba decidido desde Palacio Nacional”.

¿Qué es el fraude electoral y cómo se da en México?

En su definición tradicional, el fraude electoral consiste en alterar deliberadamente la voluntad popular a través de medios ilegítimos. En México hoy, el fraude incluye:

  • Designar a modo a los candidatos “populares” del Poder Judicial, vinculados al partido en el poder.
  • Ocultar información, eliminando debates, biografías o comparativas entre candidatos.
  • Inhibir la participación, retirando presupuesto de promoción ciudadana y limitando la observación electoral.
  • Simular campañas, donde los aspirantes repiten acordeones partidistas sin capacidad real de propuesta.
  • Utilizar programas sociales para condicionar el voto, particularmente en zonas marginadas.

Así lo denuncia Leticia Romero, abogada electoral de Chihuahua: “Estas no fueron elecciones, fue un espectáculo. El votante ni siquiera entendía qué estaba eligiendo. Fue fraude por omisión, por imposición y por simulación”.

Fallas y vulnerabilidades del sistema electoral mexicano

Lejos de ser errores, las fallas actuales son síntomas de una democracia manipulada desde el poder:

  • Colapso del INE como órgano autónomo, tras la aprobación del “Plan B” electoral que recortó su capacidad de fiscalización.
  • Magistrados a modo en tribunales electorales, sin independencia del Poder Ejecutivo.
  • Abandono de la promoción del voto informado, lo que permite que las elecciones se conviertan en ritual vacío.
  • Influencia del crimen organizado, con presencia cada vez más abierta en procesos locales.
  • Uso masivo de desinformación digital, como estrategias de bots y campañas negras.

Según Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad al menos el 63% de las candidaturas judiciales tenían vínculos con el partido oficialista, sin ningún contrapeso legal.

Consecuencias: cuando la democracia es un teatro

El daño ya no es simbólico. Las consecuencias del fraude sistemático son devastadoras:

  • Pérdida total de confianza en las instituciones: cada elección valida menos, no más.
  • Ciudadanía desmovilizada y desencantada, especialmente entre jóvenes.
  • Erosión del Estado de Derecho, pues se someten a jueces al poder político.
  • Polarización violenta, donde el que disiente es perseguido como traidor o golpista.

Así lo expresa Alberto Medina, ciudadano de Toluca: “En mi colonia nadie sabía que se elegían jueces. No hubo información, no hubo debate. Cuando te das cuenta, ya ganaron los de siempre. ¿Eso es democracia?”

¿Cómo se combate un fraude institucional?

La lucha no puede ser solo electoral: es política, cultural y estructural.

  • Recuperar la autonomía del INE y del Poder Judicial, blindándolos constitucionalmente.
  • Restaurar el sistema de contrapesos, hoy inexistente.
  • Impulsar auditorías ciudadanas independientes, más allá del aparato estatal.
  • Apoyar la observación internacional, incluso en elecciones locales.
  • Movilizar la sociedad civil y los medios críticos, única vía para mantener viva la verdad.

En países como Polonia o Brasil, la presión ciudadana y judicial logró frenar intentos similares de captura del Estado.

México como ejemplo: del fraude electoral al autoritarismo

México ya no vive bajo riesgo de fraude: vive en un sistema que lo reproduce como método de gobierno. Desde la elección de consejeros electorales afines, hasta la manipulación en las elecciones judiciales, el modelo es claro: el voto no decide, sólo legitima.

  • En 1988, se cayó el sistema.
  • En 2025, el sistema ya está diseñado para caer siempre del mismo lado.

Futuro: ¿aún se puede salvar la democracia?

Sí, pero no con ingenuidad. México necesita una nueva cultura democrática, que entienda:

  • Que la lucha no es solo votar, sino vigilar, denunciar y organizarse.
  • Que la impunidad es el fertilizante del fraude.
  • Que sin medios libres, observadores activos y ciudadanía valiente, el autoritarismo gana en silencio.

Como dijo el exministro de la Corte, José Ramón Cossío: “No hay nada más peligroso que unas elecciones donde el ganador ya está decidido. Esa es la antesala de la dictadura”.

El fraude en México ya no necesita esconderse: se ha legalizado. Si el pueblo no despierta, si la sociedad no se articula, el voto seguirá siendo una ceremonia vacía. La democracia no muere con un golpe de Estado, sino con la rutina del engaño. Pero todavía hay tiempo, si hay coraje.

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