Por décadas, millones de mexicanos se han hecho la misma pregunta al mirar el precio del súper, la renta o el transporte público: ¿cuánto se necesita ganar al mes para vivir tranquilamente? No para lujos ni para un estilo de vida aspiracional, sino para lo elemental: comida, transporte, vivienda, servicios, salud y un pequeño margen de estabilidad. La respuesta no es subjetiva. Tampoco es uniforme. Y, sobre todo, no es alentadora.
Un estudio reciente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ofrece el retrato más actualizado y riguroso del bienestar financiero mexicano. La Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (ENSAFI 2024) revela que una persona necesita, en promedio, 16,421 pesos mensuales para cubrir únicamente sus gastos básicos. Sin embargo, el mapa del país muestra otras cosas: desigualdad extrema, realidades económicas que chocan entre sí y un enorme desafío para hablar seriamente de “vida digna”.
La propia Doctrina Social de la Iglesia recuerda que “la dignidad humana exige condiciones de vida compatibles con el desarrollo integral de la persona”. El ingreso, lejos de ser un número, es un instrumento moral, social y comunitario: permite a las familias sostenerse, planear y contribuir al bien común.
Un país, múltiples países: cuánto se necesita para vivir según el estado
La ENSAFI muestra diferencias tan marcadas que parecen describir países distintos dentro del mismo territorio.
- Ciudad de México: $29,500 mensuales
- Nuevo León: $23,500
- Coahuila: $21,900
- Baja California: $18,800
- Yucatán: $14,600
- Chiapas: $7,000 (el más bajo)
Aunque el promedio nacional es $16,421, la mitad de las entidades se encuentra muy por encima o muy por debajo de esa cifra. En otras palabras, la vida digna cuesta casi cuatro veces más en la capital que en el estado más pobre del país.
Para Sofía Martínez, madre soltera que vive en Iztapalapa y trabaja como empleada de mostrador, estos datos no sorprenden: “Yo gano 11 mil al mes. Solo la renta me come casi la mitad. No queda para ahorrar. A veces pienso que sobrevivimos gracias a mi mamá, no a mi salario”, cuenta.
Testimonios como el suyo coinciden con los datos: la ENSAFI confirma que el 52% de los mayores de 18 años tiene alguna forma de ahorro, pero la cifra cae cuando se trata de mujeres. Mientras 55.2% de los hombres logra guardar algo, solo 49.3% de las mujeres puede hacerlo.
La brecha de ingresos también se percibe en la percepción de lo necesario para vivir dignamente:
- Mujeres: consideran suficiente un ingreso cercano a $15,000
- Hombres: consideran necesarios alrededor de $18,000
Este contraste tiene raíces laborales y culturales. Por un lado, las mujeres ganan en promedio 14% menos, según la ENOE 2024. Por otro, son quienes mayormente realizan trabajo de cuidados no remunerado, lo que reduce su disponibilidad para empleos de tiempo completo o mejor pagados.
El ahorro: el espejo de la tranquilidad financiera
Uno de los puntos más delicados del estudio tiene que ver con la capacidad real de los mexicanos para enfrentar emergencias o planear el futuro. Aunque poco más de la mitad de la población tiene algún ahorro, la cantidad es mínima:
- 57.3% ahorra solo lo equivalente a una quincena de su ingreso.
- 10.3% tiene suficiente para cubrir más de tres meses.
Dicho de forma simple: 9 de cada 10 mexicanos no podrían vivir más de 90 días sin ingresos.
Esto es especialmente grave porque refleja lo contrario a una sociedad con bases sólidas. La estabilidad económica es uno de los pilares de la familia. Sin ella, aumentan el estrés, la fragmentación social y la vulnerabilidad.
La historia de Edgar López, empleado de mensajería en Guadalajara, lo confirma. A sus 32 años, gana 9,500 pesos al mes. Llevaba ahorrados 2,000 para emergencias, pero una infección dental lo obligó a gastarlos. “Después de eso quedé en cero. Da mucho miedo saber que cualquier cosa te puede tumbar. Uno vive con la sensación de que está parado en un hilo”, expresa.
Este miedo constante es, justamente, uno de los indicadores de salud financiera que la ENSAFI considera críticos.
Deudas: cuando no es opción, sino única salida
El estudio muestra que el 36.2% de la población tiene deudas activas. Los hombres reportan mayor incidencia (38.7%) que las mujeres (34.1%). Más aún, el monto “sostenible” para pagar sin comprometer el patrimonio es muy bajo:
- Promedio nacional: $2,777 al mes
- Mujeres: $2,262
- Hombres: $3,382
Esto revela que la mayoría de las personas solo puede asumir créditos pequeños. Algo tan simple como un préstamo para una urgencia médica, un electrodoméstico o una reparación del hogar puede rebasar su capacidad. De acuerdo con el economista Héctor Villarreal Paéz, del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), “los niveles tan bajos de capacidad de endeudamiento muestran un país altamente vulnerable. La gente está viviendo muy al límite y sin amortiguadores”.
Inflación, vivienda y servicios: por qué el ingreso ya no alcanza
La inflación acumulada en los últimos años, aunque se ha moderado, dejó estragos profundos en los bolsillos. Entre 2020 y 2024, alimentos y bebidas aumentaron más de 30%, según el INEGI. El gas LP y la electricidad también crecieron. La vivienda —especialmente la renta— ha subido de forma más acelerada que los salarios.
El incremento del ingreso laboral real ha sido insuficiente. Según el Coneval, el poder adquisitivo del salario mínimo ha mejorado, pero eso no significa que las familias realmente alcancen a cubrir todo. La mayoría percibe ingresos superiores al mínimo, pero inferiores al costo de vida real en sus ciudades.
Esto conecta directamente con los valores mexicanos: el trabajo debe asegurar un salario justo, proporcional y suficiente para sostener a una familia. Cuando eso no ocurre, no solo hay una falla económica, sino una falla social y moral.
La desigualdad territorial: el código postal sí importa
El mapa de la ENSAFI —como el que acompaña este reportaje— muestra una conclusión contundente:
el lugar donde naces determina cuánto cuesta vivir y, por tanto, cuánto necesitas para no ser pobre.
Mientras en la CDMX se necesitan casi 30 mil pesos, en Chiapas apenas se requieren 7 mil. Pero ese dato, más que positivo, revela otra cosa: el estado más pobre del país sigue atrapado en un círculo donde el bajo ingreso convive con menor oferta laboral, menor acceso a servicios y menores posibilidades de movilidad social.
México se vuelve así un país de realidades paralelas:
- Estados industriales con empleos mejor pagados pero vida más cara.
- Estados rurales con vida “más barata” pero oportunidades mínimas.
- Grandes ciudades que atraen talento, pero expulsan a quienes no pueden pagar sus costos.
Hacia un ingreso digno: propuestas y caminos
Desde la perspectiva de política pública, economistas y especialistas coinciden en varios puntos:
- Salarios competitivos, no solo incrementos al mínimo.
- Políticas de cuidados y corresponsabilidad que permitan a las mujeres integrarse plenamente al mercado laboral.
- Educación financiera desde edades tempranas, para mejorar decisiones de ahorro y crédito.
- Movilidad laboral y vivienda asequible en zonas metropolitanas.
- Impulso a empleos formales, pues 55% de la población ocupada sigue en la informalidad (INEGI 2024).
La economía debe estar al servicio de la persona, y no la persona al servicio de la economía. Hoy, México enfrenta el desafío de traducir ese principio en políticas reales.
Más que una cifra, los $16,421 mensuales son un umbral moral. Son la línea que separa a quienes viven con un poco de estabilidad de quienes viven en permanente angustia económica. El país está lejos de garantizar ese nivel a la mayoría de la población. Pero conocer estos datos es el primer paso para exigir mejores condiciones. Porque al final, como dice Sofía, la madre trabajadora: “Yo no quiero lujos. Solo quiero vivir tranquila, sin miedo al mañana.” Eso —precisamente eso— debería ser posible para todos.
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