Aunque el gobierno celebra cifras positivas de crecimiento económico, diversas señales apuntan a un enfriamiento cada vez más evidente de la economía mexicana. Con una combinación de factores internos y externos que afectan la inversión, el consumo y el empleo formal, expertos advierten sobre el riesgo real de una desaceleración prolongada e incluso de una recesión técnica. Comprender estas señales es vital para anticipar sus efectos sobre la población y actuar antes de que el daño sea irreversible.
Radiografía del momento: cifras recientes del desempeño económico
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el Producto Interno Bruto (PIB) creció apenas 0.2% en el primer trimestre de 2025, frente al trimestre anterior. Aunque a tasa anual el crecimiento es del 1.9%, la tendencia es clara: la economía se está desacelerando.
Por su parte, el Banco de México mantiene la tasa de interés en niveles elevados (11.25%) para controlar la inflación, lo que ha afectado el acceso al crédito y la inversión privada. La inflación, aunque moderada respecto a 2022, aún ronda el 4.6% anual, afectando el poder adquisitivo.
El consumo interno ha comenzado a resentirse. De acuerdo con el Consejo Nacional de la Industria Maquiladora y Manufacturera de Exportación (Index), el consumo privado cayó un 1.3% anual en abril, especialmente en bienes duraderos como autos y electrodomésticos.
Los obstáculos al crecimiento: entre lo estructural y lo global
a) Factores internos: Entre los problemas más serios que enfrenta México están la inseguridad, que encarece operaciones y aleja inversiones; la falta de infraestructura, sobre todo en el sur; y la alta desigualdad, que limita el mercado interno. A esto se suma una política económica que privilegia programas asistenciales, pero descuida la inversión productiva.
El país no tiene una estrategia de largo plazo para fomentar la competitividad; se han abandonado sectores clave como las energías limpias y se desmantelaron instituciones como ProMéxico o el INADEM.
b) Factores externos: En el plano internacional, la desaceleración de Estados Unidos y China afecta directamente las exportaciones mexicanas. El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento de solo 1.8% para EE.UU. en 2025, lo que impactará a los sectores automotriz, electrónico y de servicios que dependen del vecino del norte.
Además, la guerra comercial entre EE.UU. y China, la crisis en Europa del Este y la volatilidad de los mercados de materias primas generan incertidumbre que limita nuevas inversiones. A esto se suman las próximas elecciones presidenciales en EE.UU., que podrían traer cambios bruscos en política migratoria y comercial hacia México.
Señales de alerta: lo que los datos ya revelan
Varios indicadores confirman el riesgo. El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), que permite dar seguimiento mensual al PIB, cayó 0.4% en abril, su peor desempeño desde 2022. El empleo formal reportado por el IMSS tuvo su menor incremento mensual en dos años, y la inversión fija bruta cayó 2.1% anual en marzo.
El analista Jonathan Heath, subgobernador de Banxico, ha sido claro respecto a que si se suman dos trimestres consecutivos con crecimiento nulo o negativo, estaríamos técnicamente en recesión. Y esa posibilidad ya no parece remota.
Escenarios posibles: entre la cautela y la urgencia de reformas
A corto plazo: El consenso entre analistas es que el segundo trimestre de 2025 también tendrá un crecimiento marginal o nulo. Si esto ocurre, México entraría en recesión técnica. Las expectativas de crecimiento del Banco Mundial y la CEPAL ya se han ajustado a la baja: 1.4% y 1.6% respectivamente.
A largo plazo: La única salida es una reconfiguración de la política económica. Esto implica incentivar la inversión privada, generar condiciones de seguridad jurídica, mejorar la infraestructura y profesionalizar el servicio público para dar certeza a los mercados.
Para un analista económico que prefirió omitir su identidad, “México tiene una oportunidad única con el nearshoring, pero la está dejando pasar por no ofrecer energía limpia, infraestructura moderna y seguridad”.
El impacto sobre la población: una economía que no llega al bolsillo
Para las familias mexicanas, el efecto de la desaceleración se traduce en menos empleo formal, salarios que no alcanzan y una mayor precarización. La pobreza laboral aumentó de 37.7% a 39.1% entre enero y abril de 2025, según el CONEVAL.
Valeria Torres, madre soltera y trabajadora de una tienda departamental en Puebla, lo expresa con claridad: “Cada mes alcanza para menos. Ya no compramos carne tan seguido, y estoy pensando en sacar a mi hijo del colegio privado porque ya no lo puedo pagar. No veo que las cosas mejoren”.
Esta incertidumbre económica alimenta también el malestar social y político. Un entorno de desaceleración puede favorecer discursos radicales, polarización y ruptura del tejido social, como ha ocurrido en otros países en crisis.
México está ante una encrucijada: o corrige el rumbo con políticas estructurales que generen confianza, o corre el riesgo de caer en una recesión con consecuencias sociales y políticas imprevisibles. Aunque la narrativa oficial insiste en que “vamos bien”, los datos muestran lo contrario.
Es urgente que el próximo gobierno —sin importar su signo político— entienda que el crecimiento no puede improvisarse, y que requiere decisiones firmes, diálogo con el sector privado, y una visión de largo plazo.
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