La línea que divide México y Estados Unidos es mucho más que una frontera geográfica: es un campo minado por intereses cruzados, tráfico ilícito, cooperación ambivalente y sospechas mutuas. Desde hace más de medio siglo, la dimensión de seguridad en la relación bilateral ha sido una montaña rusa de pactos, traiciones, operaciones encubiertas y crisis diplomáticas. Hoy, bajo la amenaza del fentanilo, el endurecimiento fronterizo y la creciente militarización mexicana, ambos países intentan redefinir una estrategia común bajo el llamado Entendimiento Bicentenario. Pero, ¿realmente ha cambiado el enfoque o se trata solo de una narrativa renovada para un problema sin resolver?
Raíces de una guerra compartida: del opio al fentanilo
Aunque el tráfico de sustancias ilícitas entre ambos países data de inicios del siglo XX, fue en los años 60 cuando el consumo creciente en EE. UU. y el fortalecimiento de los cárteles mexicanos convirtieron el problema en crisis binacional. Richard Nixon lanzó en 1969 su famosa “guerra contra las drogas” con la Operación Intercepción, un cierre unilateral de la frontera con México para frenar el tráfico de marihuana. Fue una medida agresiva que no solo generó caos comercial, sino que marcó el inicio de décadas de fricción y cooperación forzada.
“Desde entonces, México ha tenido que balancear su soberanía con la necesidad de apoyo técnico y financiero estadounidense”, explica Guadalupe Correa-Cabrera, especialista en crimen organizado y relaciones bilaterales en la Universidad George Mason. “La desconfianza ha sido una constante”.
Camarena, Cóndor y la sombra de la DEA
En los años 70, se puso en marcha la Operación Cóndor, una campaña de erradicación aérea de cultivos ilegales en el norte de México con apoyo logístico de la DEA. Aunque debilitó temporalmente el cultivo de amapola y marihuana, la corrupción y las violaciones a derechos humanos mancharon la estrategia.
Pero el episodio más tenso llegó en 1985, con el secuestro y asesinato del agente estadounidense Enrique “Kiki” Camarena en Guadalajara. El gobierno de EE. UU., frustrado por la falta de acción mexicana, organizó el secuestro ilegal del médico Humberto Álvarez Machaín en suelo mexicano. La Suprema Corte estadounidense falló en 1992 que esa acción no violaba el tratado de extradición, lo cual indignó a México y congeló la cooperación antidrogas por años.
“El caso Camarena marcó un antes y un después. Estados Unidos cruzó una línea roja que para muchos sigue abierta”, comenta Sergio Aguayo, analista de seguridad.
Iniciativa Mérida: cooperación histórica, resultados ambiguos
Con el gobierno de Felipe Calderón y la intensificación de la guerra contra el narco, México y EE. UU. firmaron en 2008 la Iniciativa Mérida. Se trató de un plan sin precedentes: más de 3,000 millones de dólares en ayuda estadounidense para equipamiento, entrenamiento policial y reforma judicial. A cambio, México se comprometía a extraditar capos y abrir más canales de cooperación.
Aunque hubo avances —como la captura y extradición de Joaquín “El Chapo” Guzmán en 2017— la violencia en México no cedió. Por el contrario, el debilitamiento de los grandes cárteles dio paso a su fragmentación, lo que intensificó la disputa territorial.
“La Iniciativa Mérida falló en su objetivo central: reducir la violencia”, afirma Cecilia Farfán-Méndez, del Center for U.S.-Mexican Studies en UC San Diego. “Fue demasiado coercitiva y poco preventiva”.
“Rápido y Furioso”: armas y escándalo
Una muestra del doble filo de la cooperación fue la operación encubierta “Rápido y Furioso” (2009–2010), cuando agentes estadounidenses permitieron la venta de más de 2,000 armas para rastrear su destino. El resultado fue desastroso: las armas se “perdieron” y terminaron en manos de criminales mexicanos. Una de ellas fue usada en el asesinato del agente mexicano Jaime Zapata.
“El flujo de armas desde EE. UU. sigue siendo uno de los mayores agravios”, señala el periodista Ioan Grillo, autor de El narco. “La laxitud legal en Estados Unidos alimenta directamente la violencia en México”.
Caso Cienfuegos y ruptura diplomática
La detención en 2020 del general Salvador Cienfuegos, exsecretario de Defensa Nacional, por supuestos vínculos con el narco, provocó una crisis sin precedentes. El gobierno de López Obrador reclamó no haber sido informado por EE. UU. El caso terminó con la liberación del general y su exoneración en México, pero las secuelas políticas fueron duraderas: el Congreso aprobó una ley para limitar las actividades de agentes extranjeros.
“La detención de Cienfuegos fue vista como una humillación nacional. Y la respuesta mexicana evidenció hasta qué punto la soberanía sigue siendo una carta sensible”, sostiene Alejandro Hope, experto en seguridad fallecido en 2022.
Entendimiento Bicentenario: ¿nuevo enfoque o reciclaje?
Ante la pérdida de legitimidad de la Iniciativa Mérida, en 2021 se lanzó el Entendimiento Bicentenario. El objetivo era transitar de la guerra frontal a un modelo basado en salud pública, prevención y cooperación equilibrada. Entre sus prioridades están:
- Combatir el tráfico de fentanilo y precursores químicos
- Controlar el contrabando de armas
- Fortalecer instituciones judiciales y policiales
- Prevenir adicciones y reducir la demanda
- Desarrollar comunidades vulnerables
A pesar de la retórica, muchos especialistas ven pocas diferencias reales. “Es un cambio de discurso más que de estructura. Sin confianza mutua y con un ejército omnipresente en México, el enfoque de derechos humanos sigue ausente”, critica Stephanie Brewer, directora para México de WOLA.
Seguridad fronteriza y amenazas hemisféricas
Además del narcotráfico, la frontera México–EE. UU. concentra otros desafíos: tráfico de personas, migración irregular, armas y lavado de dinero. En este contexto se han implementado programas como la Iniciativa Frontera 21 y planes conjuntos ante emergencias sanitarias, como la pandemia.
Ambos países también colaboran en foros regionales de seguridad, especialmente desde los atentados del 11-S. Existe intercambio de inteligencia sobre potenciales amenazas terroristas, aunque México mantiene una postura más cautelosa respecto a sanciones y uso de la fuerza.
Para María Eugenia López, residente de Nogales, Sonora, el tema de seguridad se vive día a día. “Aquí no hay discursos, hay balas. Mis hijos han visto tiroteos desde la escuela. Y sé que del otro lado también hay miedo. Pero no hay muro que detenga un cártel”, dice con voz firme.
Su testimonio refleja lo que muchos ciudadanos sienten: una lucha binacional que rara vez los protege, pero sí los pone en medio.
De aliados tensos a socios necesarios
La cooperación en seguridad entre México y Estados Unidos es una relación marcada por contrastes. Han logrado acuerdos históricos como Mérida o el Entendimiento Bicentenario, pero también han vivido crisis como Camarena, Rápido y Furioso, y Cienfuegos.
Hoy más que nunca, la urgencia de enfrentar el tráfico de fentanilo, el contrabando de armas y el fortalecimiento del crimen transnacional exige una visión común, con respeto a la soberanía y transparencia mutua. No bastan helicópteros ni convenios firmados: se requiere voluntad real para transformar las raíces del problema.
Como afirma un informe del Council on Foreign Relations (2023): “México y EE. UU. están condenados a cooperar. La alternativa es el fracaso compartido”.
Y ante ese riesgo, ambos países deben recordar que la seguridad no se impone: se construye.
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