10 años del fallecimiento de Carlos Abascal Carranza

El mejor homenaje que podemos hacerle (a Carlos Abascal) es actuando como él hubiera actuado ante estas circunstancias, es seguir esa invitación que le hizo a Juan Pablo Castañón (…): “tienen que seguir, ustedes tienen que seguir por un México mejor”.


 Rosa Abascal


Hace 10 años, viví una experiencia que me marcó para el resto de mi vida. Mi padre estaba en un féretro en el Convento de la Visitación a los pies del altar. Por un momento tuve que salir de la capilla y al regresar, encontré que cuatro hombres hacían guardia de honor en las esquinas del féretro… cuatro hombres profundamente conmovidos, no los reconocí a la distancia pero conforme me fui acercando al féretro por el pasillo central, reconocí cada una de las cuatro caras que estaban de guardia: eran líderes sindicales… ¡líderes sindicales haciendo guardia de honor a quien fue el líder del Sindicato Patronal más importante de nuestra Patria, la Coparmex! ¡Líderes sindicales haciendo guardia a quien encabezó la política laboral de nuestro México por cuatro años al frente de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social!… Esa imagen la conservo aún en mi cabeza y en mi corazón por su profundísimo significado: a través del diálogo, ese hombre que estaba en ese féretro había cambiado para siempre la relación entre trabajadores y empresarios a través de la Nueva Cultura Laboral y ese día, el sector laboral a través de sus líderes, se lo reconocía.

Diez años han transcurrido desde que Carlos Abascal se fue, diez años en los que nuestra Patria ha vivido una transformación enorme, tres partidos diferentes han estado al frente de la Presidencia de la República, tres visiones diferentes y hasta encontradas, una sociedad polarizada, líderes que confrontan resucitando una lucha de clases ampliamente superada, una gran cantidad de políticos incapaces de unir en las coincidencias para dialogar en las diferencias y, por si fuera poco, descalificaciones morales (tú eres malo, yo soy bueno) a diestra y siniestra entre los diversos actores políticos, sociales y hasta en nuestras propias familias y círculos de amigos por tener visiones diferentes de lo que estamos viviendo…

¿Qué diría Carlos Abascal hoy si pudiera estar aquí con nosotros? Los dos grandes momentos de su vida política tienen que ver con el diálogo.

Por un lado, como director de empresa, líder empresarial y secretario del Trabajo, promovió y trabajó incansablemente por difundir y vivir la Nueva Cultura Laboral que fomenta el diálogo solidario entre trabajadores y empresarios con base en la dignidad de la persona humana para alcanzar una mayor competitividad y productividad generando así desarrollo sustentable que garantice la paz social. En voz de mi padre: “La Nueva Cultura Laboral debe tener como sustento fundamental el diálogo, la concertación y la unidad de esfuerzos entre las organizaciones sindicales y los directivos empresariales. Invariablemente buscaremos que dicha cultura se oriente a la creación y permanencia de las empresas, a la conservación y promoción del empleo, al aumento de la rentabilidad, a la justa distribución de las utilidades y a la lucha contra la corrupción de líderes sindicales y empresarios (…)” Y recalcaba que “es necesario mantener el diálogo a cualquier precio, vencer resistencias genuinas convenciendo, dialogar y aceptar las objeciones legitimas a lo que hasta el momento hemos hecho y hay que sostener el esfuerzo en el largo plazo, incidiendo en el empleo, productividad, y el poder adquisitivo”.

Y por otro lado, también como secretario del Trabajo y posteriormente de Gobernación, nos mostró que el ejercicio de la política es una forma excelsa de caridad. El papa Francisco proclamó el 1 de octubre de 2017 la necesidad, para la vida de la comunidad, de la buena política; “no de la que sirve a las ambiciones individuales o a la prepotencia de facciones o centros de interés. Una política que no sea ni sierva ni ama, sino amiga y colaboradora; ni temerosa ni temeraria, sino responsable y por tanto valiente y prudente al mismo tiempo; que haga crecer la implicación de las personas, su progresiva inclusión y participación; que no margine a ninguna clase (…). Una política que sepa armonizar las legítimas aspiraciones de los particulares y de los grupos teniendo bien aferrado el timón en interés de toda la ciudadanía. Este es el rostro auténtico de la política y su razón de ser: un servicio inestimable al bien de toda la colectividad. Y este es el motivo por el que la doctrina social de la Iglesia la considera una noble forma de caridad”. “En este sentido”, continuó Francisco, “el buen político acaba siempre siendo un ‘mártir’ del servicio, porque deja de lado sus propias ideas, sin abandonarlas, sino debatiéndolas con todos para caminar hacia el bien común”.

Los momentos más difíciles que mi padre vivió como Secretario de Gobernación fueron dos problemas postelectorales en el 2006: el plantón de Reforma y el conflicto magisterial de Oaxaca. En ambos su visión fue que “somos afortunadamente un mosaico de pluralidad, y es precisamente esto una gran fortaleza y riqueza que nos brinda la ocasión de resolver nuestras diferencias por medio del diálogo eficaz, el cual no busca edificar una imposible e indeseable igualdad de puntos de vista, sino un acuerdo básico para la construcción de un México en el que todas las personas puedan alcanzar la plenitud de su desarrollo (…) Es hora de recuperar el diálogo eficaz como el instrumento privilegiado de la política al servicio del pueblo. Es hora pues, de los verdaderos demócratas”. Es decir, se vale construir una visión de nación, pero siempre tomando en cuenta los puntos de vista de todos los actores y no simplemente avasallando desde el ejercicio del poder, porque las visiones plurales enriquecen, las visiones mesiánicas empobrecen.

Con estos antecedentes (ver a todo interlocutor como un ser humano con el cual podemos construir y dialogar en la pluralidad para ponernos al servicio de México) estoy convencida de que hoy mi padre le diría al gobierno entrante que trabaje por la unidad nacional, por dejar de lado las distinciones y la lucha de clases, pues todos somos mexicanos que queremos un México próspero y solidario, que encauce la rica pluralidad de nuestra nación a través del diálogo convirtiendo los desencuentros en momentos transitorios para mirar la trascendencia del futuro y de la construcción de una Patria renovada, que hoy la historia les presenta una disyuntiva:“O mirar estrechamente por el interés de un grupo o partido, o actuar unidos en el cuidado de la República, de sus Instituciones, de sus familias, de sus personas”.

Pero también tendría un mensaje para nosotros, para la sociedad civil que está a la expectativa, con incertidumbre, con miedo, con recelo por el futuro, nos invitaría a ver esta encrucijada como una oportunidad para ampliar el horizonte con el que miramos nuestra historia, para dar cabida en nuestro tiempo, en la historia que hacemos hoy a la confianza mutua, a la concordia, al diálogo eficaz sin ceder en lo esencial. Nos invitaría a asumir juntos la reconciliación con el pasado, con quienes no piensan como nosotros, y con nosotros mismos; nos invitaría a asumir el deber histórico que nos corresponde de ser una sociedad activamente constructiva, dialogante, participativa y a la vez firme, recuperando la política como el método propio de la democracia para escucharnos entre todos, para conciliar las diferencias y para propiciar el entendimiento. Nos invitaría a no tenerle miedo a la discusión “que nadie tema buscar acuerdos mediante el diálogo eficaz que mira por el bien común por encima del bien individual. Todos somos responsables del destino de nuestra patria (…) Ni la soberanía, ni la democracia, ni la libertad, ni la política se defienden solas. La política requiere demócratas, la democracia reclama políticos comprometidos con el diálogo.” Y añadiría, que la transición tampoco se defiende sola, nos invitaría a apoyar a quienes hoy, desde su ejercicio profesional como líderes sociales, como jueces, como legisladores están dando lo mejor de sí para defender la transparencia, la economía social de mercado y las libertades en general.

Y finalmente nos invitaría, a autoridades y sociedad, a trabajar por la unidad nacional expresada como igualdad de todos y todas frente a la ley y frente a las instituciones como un imperativo histórico y moral. “La unidad se debe asentar en el corazón de los políticos y en el quehacer de los ciudadanos como el eje central de la vida en democracia. La unidad no se mantiene ni se da por sí sola; la unidad exige un trabajo a fondo, generoso y cotidiano. La unidad automática sólo se puede dar en un régimen autoritario y, por tanto, no es unidad sino uniformidad, siempre indeseable. En una nación democrática, la unidad es fruto de las discusiones, los acuerdos y los consensos. La unidad no se logra ni se dicta por decreto. Es la unidad el trabajo más apremiante que tenemos por delante políticos y ciudadanos, aglutinados alrededor del compromiso de servir a la persona humana, razón de ser del Estado; aglutinados alrededor de nuestras leyes e instituciones de la solidaridad, de la paz y el orden, de la justicia social y el bien común”.

Estimados amigos y amigas, es un enorme gusto que nos estén acompañando el día de hoy, en nombre de mi familia, de mi madre, de mis hermanos, les agradezco profundamente. Hoy estamos aquí para honrar la memoria de un mexicano que tendría muchísimo que aportar para nuestro México en las circunstancias actuales. El mejor homenaje que podemos hacerle es actuando como él hubiera actuado ante estas circunstancias, es seguir esa invitación que le hizo a Juan Pablo Castañón y que nos compartió en el video: “tienen que seguir, ustedes tienen que seguir por un México mejor”. Ya hemos vivido su testimonio y escuchado su invitación. Ahora queda en nosotros trabajar unidos por el futuro de nuestro México, para alcanzar la paz y la plenitud democrática tan anhelada. Es momento que en particular nosotros, la Fundación Abascal, pasemos de buenas reflexiones a acciones concretas en pro del diálogo, para la construcción coordinada y estratégica del Bien Común de la mano de nuestros aliados y de la sociedad civil organizada.

Que la Virgen de Guadalupe nos ayude a cumplir con esta misión indispensable para el presente y futuro de nuestro querido México…

Y ahora pasemos al brindis y como diría mi Padre: ¡engorden y sean felices!

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