La Navidad es, quizás, la tradición más persistente de la humanidad. Tras dos milenios, su influjo sobrevive a pesar del intento de censura y hasta de persecuciones violentas. Pero lo que pocos analizan es que este relato no nació en el vacío; no sigue la lógica épica de los héroes humanos, sino una paradoja que mezcla lo grandioso con lo sencillo. Mientras otros relatos se basan en un hombre que busca a Dios, en el cristianismo es Dios quien busca al hombre ¡y eso es Navidad!
El Eco de los Antiguos
Mucho antes de que el pesebre de Belén fuera una realidad, el mundo antiguo ya “suspiraba” por un libertador. Este “rastro” de búsqueda se encuentra en las grandes leyendas de civilizaciones que, sin conocer la revelación judeocristiana, intuían que el mundo estaba roto y necesitaba un “Relojero” externo para volver a ponerse en marcha.
Uno de los testimonios más fascinantes es el de Virgilio . El poeta romano, en su famosa Cuarta Égloga (año 40 aC), actuó como portavoz de un anhelo universal. Habló de una “Virgen” y del regreso de la justicia ( Astraea ), anunciando a una “nueva progenie descendida del alto cielo”. Virgilio no solo escribe poesía; transcribía una esperanza que, según él, provenía de la Sibila de Cumas (una profetisa pagana).
Una Expectativa Universal
El hambre de redención era un fenómeno geopolítico. Historiadores de la talla de Tácito y Suetonio documentaron que en todo el Oriente existía la firme creencia de que, de Judea, saldrían los futuros gobernantes del mundo. No era una opinión aislada, sino un clamor constante que desafiaba el poder de Roma.
Incluso la filosofía griega, cumbre de la razón, reconoció sus límites. Sócrates admitió que el ser humano debía esperar a que “Alguien” viniera a enseñarle cómo comportarse ante la divinidad. Más impactante aún fue la teoría de Platón, quien siglos antes de la era cristiana vaticinó que, si un hombre perfectamente justo aparecía, sería azotado y crucificado, pues su bondad sería un reproche insoportable para la maldad del mundo.
El Tajo en la Historia
Hoy, en pleno año 2025, contamos el tiempo a partir de ese nacimiento que partió la cronología en dos. Los presagios paganos y los oráculos antiguos han confirmado que el corazón humano siempre supo que la salvación vendría “de afuera”.
Y justo en este tiempo, en este día y a esta hora, espero que tú que me lees recibas ese influjo de luz que trae la Paz como un bálsamo que acaricia el corazón y nos hace sonreír por la bondad, el bien y el amor que siempre triunfan en medio de las adversidades; son esas adversidades que también superó esa familia en la cueva de Belén, pues a pesar de los obstáculos, la esperanza resplandeció como nunca:
¡Feliz Navidad!
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