Matrimonios por conveniencia, divorcios por conveniencia

A lo largo de la historia se han conocido sonados casos de matrimonios y divorcios llamados “por conveniencia”, de hecho, hasta hace algunos años, era muy común saber de matrimonios “arreglados” por los padres para garantizar algún negocio o patrimonio, y esto ocurría más frecuentemente en algunas entidades de nuestro país en que por los llamados usos y costumbres ésta es una práctica que incluso es justificada jurídicamente.

Estos han sido una práctica recurrida especialmente en las élites políticas y económicas, y se sabe sirvieron para asegurar alianzas políticas, económicas y de estatus social, en lugar de basarse en el afecto personal. 

Pero cuando estos matrimonios por conveniencia son parte de la política, llegan a volverse temas de interés general, sobre todo por la afectación que tienen a la vida de una comunidad. Así que si algún político señala que no debe hablarse de su situación personal pues es parte de su vida privada, recuérdale que la vida de una mujer u hombre público es pública, y si no le gusta que se salga de la política.

Como ejemplo, podemos recordar el matrimonio arreglado en 1697, de María Adelaida de Saboya, de apenas 12 años con Luis, heredero al trono de Francia, como consecuencia del Tratado de Turín firmado el 29 de agosto de 1696. Este matrimonio llegó a crear una alianza entre Luis XIV de Francia y el Duque de Saboya, con lo que ambos reinos se fortalecen en cuanto a su economía y en poder militar.

Otro de estos matrimonios, que, por cierto, a la larga habría de influir en el llamado descubrimiento de América, se realizó el 19 de octubre de 1469 entre la princesa Isabel de Castilla y el príncipe Fernando de Aragón, quienes se casaron en Valladolid en una ceremonia clandestina, pues no contaban por la necesaria autorización Papal al estar emparentados; a partir de ese momento se consolidan política y financieramente ambos reinos. Con el transcurso de los años la pareja sería conocida como los reyes católicos, ese matrimonio sentaría las bases para la creación del imperio español y en 1492 Isabel la católica financia el descubrimiento de América. El resto de la historia ya lo conocemos.

Y en la política mexicana “no hacemos malos quesos”, el matrimonio de Enrique Peña Nieto y la actriz Angélica Rivera, mejor conocida como “La Gaviota”, por un personaje estelarizado en la televisión mexicana. Estos “convenios matrimoniales”, se dice, no fueron porque la alianza les aportase poder económico o político, sino para darles popularidad y cubrir las apariencias y callar chismes sobre las preferencias del entonces gobernador del Estado de México y aspirante presidencial del PRI, a cambio de una riqueza que aún no se ha podido contabilizar, pero de la cual la llamada “casa blanca” ya nos dio una muestra.

La boda fue en noviembre de 2010, tras algunas exclusivas a revistas y programas de televisión, pero la etapa más seguida por todos los medios de comunicación fue a partir de que Peña portó la banda presidencial, en febrero de 2019, tres meses después de dejar Los Pinos, la actriz Angélica Rivera anunció formalmente su divorcio de Enrique Peña Nieto.

Pero, así como se han dado bodas por conveniencia, también se ha conocido de los divorcios por conveniencia.

A mediados de los años 70s del siglo XX, después de que el entonces presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, destapara como su sucesor a José López Portillo, Marcela Ibáñez, la entonces esposa de Mario Moya Palencia, quien fungía como secretario de Gobernación y por ello se sentía el predestinado a la sucesión, le pidió el divorcio a su marido con el argumento: no más simulaciones, si ya no sería la primera dama, tampoco sería la esposa del aspirante derrotado.

En el 2004, todo México vio con poco o mucho asombro los videos filtrados por el empresario argentino Carlos Ahumada, cuando entregaba diversas cantidades de dinero, en bolsas o en ligas, pero siempre en efectivo, a políticos allegados al entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, uno de ello nada más y nada menos fue Carlos Imaz, entonces esposo de Claudia Sheinbaum, quien era la secretaria del Medio Ambiente de la CDMX.

Se sabe que ella inmediatamente fue a presentar su renuncia ante López, pero éste la convenció de que mejor tomara una decisión personal antes de una política, que en vez de renunciar al cargo y con ello a su carrera política, mejor se divorciara de su amor de juventud. Así fue como se consumó otro divorcio por conveniencia en la política mexicana.

Como regalo de día de las madres a su señora esposa, el 10 de mayo del presente año, Carlos Torres Torres, aún esposo de la gobernadora del estado de Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda, publicó en sus redes sociales que le fue retirada la visa para poder viajar a los Estados Unidos de Norteamérica. En los días siguientes nos enteramos por diversos medios de comunicación, que el motivo de ello es que se encuentra sujeto a una investigación en aquel país por vínculos con el crimen organizado.

Días después, la propia gobernadora de BC informó a los ciudadanos, que a ella también le había sido retirada su visa norteamericana. Desde ese momento su esposo desapareció de la vida pública y de sus redes sociales.

A partir de ahí la popularidad de la gobernadora y su partido en BC ha venido a la baja, y ya es común que en lugares en donde se conglomere la sociedad bajacaliforniana se escuche el ya famoso grito de “fuera Marina”, y fuerte.

Pero también cada día se van conociendo más tranzas del marido incómodo de la gobernadora y su hermano Luis, vinculándose incluso con el escándalo del huachicol fiscal.

Hace unos días, la propia gobernadora ha aceptado que se encuentran en un proceso de divorcio, pero llama la atención que se refiere a Torres Torres en una forma poco común en un divorcio: “yo respeto mucho a Carlos, es un gran hombre, un gran papá, y lo estamos haciendo con mucho cariño y mucho respeto”.

Quiero imaginarme como en el “cuarto de guerra” de la gobernadora se discutió el tema de su esposo, lo difícil que debió ser decirle a la mandamás estatal, que lo más conveniente era desvincularse de Torres, porque no solo la estaba hundiendo a ella, sino también a la autollamada cuarta transformación. Hace unos días el periodista Carlos Loret de Mola publicó un artículo en el que sostiene que el último empujón se lo dio la propia presidente Sheinbaum en su más reciente visita al estado, recordando su separación obligada por motivo similar de su esposo Carlos Imaz.

Y así pronto estaremos testificando otro divorcio por conveniencia en la política mexicana.

Es mi opinión, ni el divorcio salva del desprestigio a Marina del Pilar, y la estrategia de ser la víctima del ex panista Torres no habrá de ser exitosa. Puedo vaticinar que en los próximos días estaremos leyendo y escuchando a los paleros de la 4t afirmar que Marina, cuál moderno “pepe el toro”, es inocente, y que el culpable de todo lo robado al pueblo de Baja California y de México, es nada más y nada menos que el terrible ahijado de Calderón, Carlos Torres Torres.

Ay de quien se la crea y vuelva a darles su confianza en el 2027, no olvidemos que, así como hay matrimonios por conveniencia, también hay divorcios por conveniencia.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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