Perdonar y dar una segunda oportunidad

Una segunda oportunidad y otras más, quizás

Cuando la conducta propia afecta gravemente a otras personas a quienes se ama, y hay sincero arrepentimiento, se pide “otra oportunidad”. Quien ha sido lastimado, muy lastimado, encuentra muy difícil dar esa otra oportunidad, y es que se tiende primeramente a pensar que las personas “no cambian”. ¿Se está en lo correcto, pensar así?



No se puede generalizar cuando las personas piden otra oportunidad. Y es que la primera duda es sobre la honestidad de esa petición, pues no se sabe si es sincera o no, si hay verdadero arrepentimiento y como se nos ha enseñado, propósito de enmienda. Más aún cuando no se trata de la primera vez, cuando ya se ha experimentado que la segunda o siguientes oportunidades han significado volver a fallar.

¿Qué hacer? Aprender del Maestro, Jesús. Cuando le fallamos, nos arrepentimos, le pedimos perdón a Dios, siempre nos da “otra oportunidad”. ¿Cuántas veces nos perdona Dios cuando hay arrepentimiento y propósito de enmienda? Siempre, todas. Él nos sabe pecadores, con debilidades humanas, y nos perdona.

A nuestra vez, ¿cuántas veces debemos perdonar a quienes nos han ofendido? En lenguaje de su época: setenta veces siete, cuando “siete” significaba muchas. Es decir, debemos perdonar también siempre. Pero cuando no vemos arrepentimiento y propósito de enmienda, nos detenemos en el perdón, y no damos esa nueva oportunidad.

Muchas peticiones de perdón humano son como se dice “de dientes para afuera”. Son solamente poses para intentar recuperar la confianza ajena, para quedar bien, para recuperar beneficios perdidos, como el amor (de todo tipo) sobre todo.

Así que es el momento de diferenciar entre dar un perdón y dar otra oportunidad. Debemos perdonar siempre, pero eso no significa dar esas oportunidades subsecuentes pedidas. Son dos cosas distintas.

Comenzando por la experiencia con quien pide nuevas oportunidades, es como debemos decidir si se conceden o no. Hay que insistir en la diferencia entre perdonar y volver a recibir a quien lo pide. Los casos de los violentos o de los celópatas son clásicos, cuando han fallado y vuelto a fallar, no debe haber nuevas oportunidades, no tienen sentido. Los casos de quienes son drogadictos, dipsómanos o ludópatas consuetudinarios hay que verlos con lupa, pues el arrepentimiento se comprueba con los esfuerzos serios y constantes de terminar los vicios.

Los infieles que lo son por vez primera pueden ser creíbles si dan muestras de buena conducta, pero los que han caído en ello una y otra vez no son creíbles. Sea por debilidad o por inexistencia del arrepentimiento y propósito de enmienda, así que las nuevas oportunidades se deben evaluar con sumo cuidado. Y es que quien es infiel a sus compromisos, los que sean, no solo amorosos, es infiel a sí mismo, a los principios que se supone tiene. Lo peor: cuando no tiene esos principios que dice tener, y si se analiza así, las segundas y más oportunidades no tienen sentido.

De esta manera, y en relación a las personas, distinguir primero el perdón (que Dios nos pide para ellas) y el dar segundas oportunidades. Cada uno debe velar por sí mismo y los suyos, es obligación. De esta manera y por salud mental y paz interior, las peticiones de nuevas oportunidades deben ser evaluadas con la experiencia previa y pidiendo luces divinas para decidir sabiamente.

Dios nos perdona siempre, y nos da siempre nuevas oportunidades, aunque hizo una limitación: quien peca contra el Espíritu Santo no será perdonado (Mateo 12, 31): sobre aviso no hay engaño. Él nunca nos falla. En cambio, las personas sí fallan, y sus fallas pueden sernos muy dañinas, a nosotros y a otros seres queridos, así que solamente con sabiduría pedida al Señor en caso de real duda, decidimos si damos o no otras oportunidades.

Como se dice comúnmente “el movimiento se demuestra andando”. ¿Se ve con razonable certeza que el ofensor está arrepentido y que no volverá a lastimar, a dañar? Va la oportunidad. Y humanamente hablando, en caso de razonable duda y lo crítico del comportamiento, sobre el ofrecido (y prometido, jurado) cambio de conducta, adiós a esa nueva oportunidad, se debe negar. Debemos cuidarnos.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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