Por qué es una tiranía

Actualmente se discute, entre los interesados en la política, si el gobierno de México se ha convertido en una dictadura. Podemos decir que se acerca más a lo que Vargas Llosa llamó en su momento “la dictadura perfecta”, u otros “dictablanda”, que sufrimos en el país durante 80 años del siglo pasado. Pero si queremos calificar más precisamente al actual gobierno, debemos referirnos a él como a una tiranía.

El término tiranía procede del griego týrannos y del latín, Tyrannus, gobierno ejercido por un tirano, que es: Abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad. Y también: Es un sistema de gobierno en que se sacrifica el bien de la colectividad al provecho particular del gobernante o de los gobernantes (Diccionario Léxico Hispano, tomo 2, Jackson Editores, México, 1983, p. 1350). En su obra De Monarchia (1310), Dante Alighieri escribe como sentencia: “El rey es para el reino, no el reino para el rey. [ y…] el legislador es para los legislados. […] Hay que tratar a los demás que así erran como a los tiranos, que no dirigen el derecho público hacia la utilidad común, sino que lo tuercen en provecho propio” (Dante Alighieri, op. cit., lib. III, cap .IV).

A este respecto, Santo Tomás de Aquino afirma que “el régimen tiránico no es justo, porque no se ordena al bien común, sino al bien privado del regente”. Aquí, Santo Tomás distingue la noción de sedición en dos formas: una, que depende de una acción violenta de la multitud en contra del régimen establecido, concepto que se parece mucho a lo que hoy se entiende por tal en legislaciones de países democráticos. “En consecuencia –dice Santo Tomás-, la perturbación de este régimen nada tiene en común con la noción de sedición, a no ser (aquí viene la distinción) cuando se perturba el régimen del tirano, con tanto desorden, que la multitud sometida sufra mayores daños de las consecuencias de la perturbación que del régimen del tirano. Más bien es sedicioso el tirano que fomenta discordias en el público que le está sujeto, con la intención de dominar con más seguridad, pues es tiranía procurar el bien propio del presidente con daño de la multitud” (Suma Teológica, 2ª 2ae, cuestión 42-22).

Hasta aquí, resulta fácilmente identificable la tiranía con gobiernos que hoy han proliferado en el mundo, desde poderosos países hasta tercermundistas, pasando por muchos en vías de desarrollo, como México, en donde tenemos una especie de tiranía blanda, que es aquella que divide y hostiga a la parte de la sociedad que no está de acuerdo con el tirano, para mantener a la otra en servidumbre, comiendo de su mano. En la tiranía blanda, al gobernante le basta con destruir las instituciones democráticas y concentrar todo el poder en sus manos; no se atreve a la represión violenta contra los adversarios, tal como sí sucede en Nicaragua, Cuba, Corea del Norte, etc., de las que podemos decir que son tiranías duras.

La tiranía blanda es sediciosa, de acuerdo con la definición de Santo Tomás, porque consiste en implantar un régimen que, para sostenerse en el poder, divide a la sociedad, “fomenta discordias en el público que le está sujeto”, abusa de los más pobres e ignorantes para mantenerlos pobres e ignorantes y, calculando que son mayoría los beneficiados con sus dádivas, el tirano cree que tiene asegurada su permanencia en el poder.

Llegados a este punto, debemos preguntarnos si los ciudadanos que dependen en gran manera de los apoyos sociales para sobrevivir, no están cediendo cada vez más y más su libertad. Los “programas sociales”, estos derechos-deudas, son muy distintos a las libertades públicas; no deben ser confundidos con las prestaciones a que tiene derecho toda persona, de las que puede depender su goce de las libertades públicas y privadas, es decir, de sus derechos humanos. Pero cuando las dádivas van más allá del deber del gobernante de ser solidario y, sobre todo subsidiario, es decir, de subsidiar a la población más pobre e ignorante, mientras ésta no alcance la madurez para vivir con su esfuerzo y conocimiento, es justo decir que están obligando a los pobres a pagar el precio de su libertad, sobre todo cuando el número de pobres se incrementa para beneplácito del tirano.

Todo gobernante, en una democracia auténtica, está limitado por la ley, de tal manera que le está prohibida cualquier acción que viole la ley que lo limita y a la que se comprometió a obedecer cuando hizo su juramento al ser ungido en el cargo. Es cierto que hay leyes injustas, que se han multiplicado en los últimos tiempos, como la del aborto y la eutanasia, pero el gobernante tiene la facultad de enviar iniciativas al congreso, para intentar cambiarlas. Lo que le está estrictamente prohibido es que el gobernante viole una ley justa, por ejemplo, una ley que protege a todo ciudadano del uso arbitrario de sus datos personales con objeto de exhibirlo públicamente. Esto, por sí mismo, es un acto de tiranía, sobre todo cuando el tirano se justifica diciendo que “por encima de la ley (que está violando in fraganti) está su autoridad moral y política anteponiendo su voluntad como ley suprema.

La autoridad moral del presidente está por encima de la ley. […] La cita debe el sello histórico de su gobierno (de López Obrador). Ahí está la ´síntesis de su visión política. La soberbia moral conduce tarde o temprano a la defensa de la tiranía. Tiranía es eso: poder que no se somete a la ley. Ahí donde el poder no se sujeta al dictado de la ley, empieza el imperio de un tirano” (Jesús Silva-Hersog Márquez, diario Reforma, 26 de febrero del 2024).

Por contraste, el ciudadano es libre de hacer todo lo que no esté expresamente prohibido por la ley El ciudadano, por consecuencia, es más libre que el gobernante. Por eso a este último se le llama mandatario y no mandante, de tal forma que, si el gobernante invierte el sentido de la obediencia a la ley y se siente libre de hacer lo que quiera, la consecuencia puede ser la servidumbre del pueblo al que el tirano simula servir. “La servidumbre es la imagen de la muerte y la libertad es la seguridad de la vida. ” (Etienne de la Boëtie, Discurso sobre la Servidumbre Voluntaria, Ed Tecnos, Madrid, 1986).

De la servidumbre (voluntaria) de una parte substancial de la sociedad, se deriva que el tirano pueda disponer libremente de la riqueza generada por los ciudadanos para su beneficio personal, de su familia y de su partido, con el cual ha construido una verdadera oligarquía que es su marioneta para sostenerse en el poder. Y esto es más grave aún, cuando los instrumentos democráticos con los que contaba la sociedad libre han sido pervertidos, algunos aniquilados y otros amenazados de muerte por el tirano y por su posible sucesión en el cargo.

Son, pues, los mismos pueblos los que se dejan o, más bien, se hacen someter, pues cesando de servir, serían, por esto mismo, libres. Es el pueblo el que se esclaviza, el que se corta el cuello, ya que teniendo en sus manos elegir entre estar sujeto o ser libre, abandona su independencia y toma el yugo; consiente en su mal o, más bien, lo persigue.” (De la Boëtie, op., cit., pp.-11-12)

Nota del autor: Cualquier semejanza con la realidad, es sólo coincidencia con los regímenes de México, España, Rusia, Colombia, etc. (Todas las negritas son mías).

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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