El inconveniente de los cien metros

La frialdad de la sociedad egoísta en la cual nos ha tocado vivir hace que el común de la gente se deshumanice creyendo que solamente valen aquellos que tienen dinero, salud y apostura física.



¡Vaya que Sara tenía motivo para estar contenta! Había logrado lo que, a pesar de muchos trabajos, la gran mayoría jamás consigue en toda su vida: Una compra magnífica.

En efecto, había comprado un departamento de cien metros cuadrados que reunía todas las ventajas que ella deseaba: Bajo precio, amplitud, luz y una vista espectacular.

Todo muy bien, excepto un pequeño “inconveniente”: Que según estipulaba una cláusula del contrato de compraventa, quien le vendría habría de habitar la propiedad hasta su fallecimiento.

Lola (que tal es el nombre de la vendedora) tenía más de 70 años y había sido operada del corazón en dos ocasiones; asimismo, al fumar una cajetilla diario y beber sin control, todo hacía pensar que no aguantaría mucho tiempo.

Confiada en que todo habría de seguir el curso normal que la naturaleza hacía suponer, Sara compra el departamento y decide esperar…

Sin embargo, las cosas no siempre pasan como uno desea puesto que la vida suele darnos más de una sorpresa.

El caso es que Lola, una anciana que daba la impresión de ser una enferma terminal, acabó durando más de la cuenta.

En cambio Sara, quien parecía tener una larga vida por delante, empezó a ver cómo –poco a poco y de manera cada vez más intensa- iba perdiendo salud. Y no era para menos puesto que un tumor canceroso alojado en el cerebro se había encargado de irla minando.

Y es aquí donde viene lo más sorprendente…

La anciana a la cual todo parecía indicar que estaba ya en la antesala de una agencia funeraria no sólo echó por tierra cualquier pronóstico pesimista, sino que acabó convirtiéndose en el ángel de la guarda de una mujer que, por gozar de juventud, todo hacía suponer que viviría muchísimos años.

Antes de seguir adelante y con el deseo de que todo se entienda mejor diremos que tal es el argumento de la obra “Cien metros cuadrados o el inconveniente” que se representa en el Nuevo Teatro Libanés.

Los protagonistas se encuentran magníficamente representados gracias a las actuaciones de Mauricio Golaz (agente inmobiliario), Ana Karina Guevara (Sara, la compradora) y Jacqueline Andere (Lola, la anciana supuestamente desahuciada)

A pesar de su avanzada edad y vida consumida por el tabaco y el alcohol, Lola sabe estar presente siempre que Sara e incluso el agente inmobiliario le piden ayuda.

Y es así como la vemos dando oportunos y atinados consejos que no solamente les sacan de apuros, sino que en un momento dado tienen consecuencias favorables para el futuro.

Una obra profunda que nos hace meditar sacando la moraleja de que no debemos menospreciar a nadie puesto que es muy cierto aquello de que “donde menos se espera, salta la liebre”.

Suele ocurrir que la mayoría de la gente ve con marcado menosprecio a los ancianos, a mendigos que piden limosna, a quienes la suerte les ha volteado el rostro y, en fin, a quienes pasan por mil penalidades.

La frialdad de la sociedad egoísta en la cual nos ha tocado vivir hace que el común de la gente se deshumanice creyendo que solamente valen aquellos que tienen dinero, salud, apostura física e incluso el necesario don de gentes para relacionarse socialmente.

Creer eso no solamente es una injusticia sino incluso una ingenuidad pues son tantas las vueltas que da la vida que en realidad no sabemos quién habrá de hacernos un favor o causarnos un daño.

La obra de la cual hoy presentamos una brevísima reseña nos ofrece un alentador mensaje de humanidad al hacernos ver como quien tenemos al lado no es un objeto al cual habrá que sacarle cuanta utilidad sea posible.

Nada de eso. El de al lado no es un objeto, es una persona de carne y hueso, poseedora de un alma inmortal que, por estar próxima a nosotros, es nuestro prójimo.

En estos tiempos de tanto materialismo agravado por la violencia asesina, obras como “Cien metros cuadrados o el inconveniente” nos devuelven la esperanza perdida al ver cómo hay una luz al final del túnel y cómo es posible encontrar la salida que nos permita llegar a un mundo mejor.

Y dentro de lo mismo, una anécdota muy significativa: Hace algunos días, allí en el escenario, se rindió un merecido homenaje a una Jacqueline Andere de 83 años de edad y 66 de carrera en cine, teatro y televisión.

Una dama del escenario que es toda una institución dentro del mundo de la cultura teatral y que ha logrado tan respetable posición a base de trabajo, sacrificios, calidad histriónica y –muy importante- sin echar mano bajo recurso de los escándalos.

Apadrinando la develación de la place, estuvieron presentes Benny Ibarra y Paty Chapoy.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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