No nos cabe la menor duda de que la personalidad de Rodrigo Borgia, quien se convirtió en Papa con el nombre de Alejandro VI, se presta a las mil maravillas para desahogar el más profundo anticlericalismo.
Un hombre que tenía muy poco de espiritual, cuya vida privada fue sumamente escandalosa y que en todo hizo gala de una absoluta falta de escrúpulos.
Apoyándose en los desmanes de un Alejandro VI, enemigos del catolicismo pretenden hacer creer que fue así como se comportan la mayoría de los Papas.
Con esto –y con toda la ignorancia y mala fe del mundo- se pasa por alto que dentro de los 267 Papas que han existido se dieron 80 santos y 31 mártires.
En una larga lista que casi llega a los dos mil años de historia, cuando mucho, media docena pueden ser considerados indignos.
No nos cabe la menor duda que esto es prueba de una grandeza humana así como de una santidad sublime que no se encuentra en los antepasados de ninguna dinastía.
Por otra parte, la Iglesia Católica nada tiene que ocultar y fue el propio León XIII quien abrió los archivos secretos del Vaticano para que en ellos investigasen sabios y eruditos con absoluta libertad.
Fue así como el historiador alemán Ludovico Pastor (1854-1928) director del Instituto Austríaco de Roma y embajador ante la Santa Sede desde 1920 se sumergió dentro de viejos infolios dispuesto a sacar a la luz pública cuanto pudiera perjudicar el buen nombre de la Iglesia.
Ludovico Pastor encontró de todo: Santidad heroica y miseria repugnante. Sin embargo, descubrió también como una mano providente guiaba desde lo Alto la Barca de San Pedro.
Fue entonces cuando este personaje –honesto intelectualmente- abjuró de sus creencias protestantes para convertirse al catolicismo.
A este gran converso del siglo XX se deben los dieciséis volúmenes de esa gran obra que es “Historia de los Papas” que abarca de 1417 a 1800.
Regresemos con el Papa Borgia.
Sin lugar a dudas, no tienen justificación ninguno de sus excesos, más propios de un maquiavélico príncipe renacentista que de un Sumo Pontífice de la Iglesia.
Ahora bien, si Rodrigo Borgia –en lugar de haber sido Papa- hubiera sido tan solo rey o emperador se le vería como uno de los gobernantes más eminentes de su época ya que casi todos sus contemporáneos que detentaban el poder cojeaban del mismo pie.
Algo que muy pocos sabes es que cuando Nicolás Maquiavelo escribió “El Príncipe” se inspiró en la figura de Fernando el Católico.
Claro está que Alejandro VI, por haber sido Papa, se le exige mucho más y esto es de justicia.
Prueba evidente de que incluso los enemigos de la Iglesia le reconocen al Papa una grandeza sobrehumana.
Ahora bien, Alejandro VI como gobernante no lo hizo tan mal y suyos son los siguientes méritos:
*Tomó providencias para detener el avance turco que amenazaba Europa.
*Concedió a los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, los privilegios necesarios para la evangelización de América.
*Fue él quien instituyó el rezo del “Ángelus”
*Si Isabel la Católica, con la ayuda del Cardenal Cisneros, reformó a la Iglesia española fue porque contó siempre con el apoyo de Alejandro VI.
*En 1493, por medio de la Bula “Inter Coetera”, reconoció que los habitantes del Nuevo Mundo eran aptos para recibir el Evangelio. Esta fue la primera visión optimista en pro de la racionalidad amerindia.
El Padre Daniel Olmedo, S. J. toda una autoridad en historia eclesiástica, al juzgar aquella época turbulenta del pontificado de Alejandro VI nos dice lo siguiente:
“La ola de cieno que cubría a Italia salpicó las gradas del Trono pontificio. Ni dejará de ser una muestra patente de la providencial asistencia de Dios a su Iglesia el que estos hombres entregados a la política, al enriquecimiento de sus deudas y aun a los placeres, no dieran un paso en falso como Maestros Supremos sino que custodiaron con tradicional fidelidad el Dogma y la Moral cristianas” (La Iglesia Católica en la Edad Moderna. Ediciones Buena Prensa. Página 35)
Como conclusión a todo lo anterior: El hecho de que cuando mucho una docena de Papas hayan sido de vida escandalosa, más que enlodar a la Iglesia, la cubren de gloria.
Y es que –a pesar de la bajeza de unos cuantos- la Iglesia saldrá siempre adelante porque no son los hombres sino más bien el Espíritu Santo quien la gobierna.
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