¿Hay límites al poder público? Sí los hay, los ha habido siempre. Las lecciones son milenarias, es decir, la historia nos ofrece muchos ejemplos de qué son y cómo operan los límites al poder. Al respecto han escrito filósofos, evangelistas, hombres y mujeres de distintas ramas sociales que, una y otra vez, afirman que el poder público no es ilimitado; nos dicen que ningún pueblo, por sabio o ignorante que se le considere, ha tenido la intención de conceder un poder ilimitado a sus gobernantes. La clave está en quién ejerce el poder, pero también en la ciudadanía que debe estar pendiente de los límites que el gobierno a veces no quiere ni desea recordar. El poder público tiene como objetivo construir el bien común y nada más.
Lo que hemos vivido y vivimos en México es el ejercicio ilimitado del poder público. Cada vez los pasos son más grandes, cada vez nuestros gobernantes se atreven a más y lo hacen de manera más cínica. En nuestro país, el poder público se ejerce bajo una perspectiva patrimonialista y, por lo tanto, se exceden en el ejercicio de éste una y otra vez.
El gobierno ha utilizado el poder de manera facciosa. Ejemplos de excesos los podemos encontrar todo el tiempo y todos los días. Al poder se le usa para calumniar, para pedir favores a otros países, para perseguir desde el poder a los opositores e, incluso, se utiliza para la defensa de la imagen de una candidata presidencial, como hemos podido constatar en la ciudad de México en las últimas semanas.
En la Ciudad de México el poder se utilizó para enviar a seis mil miembros de la Guardia Nacional al sistema de transporte colectivo Metro, para confirmar una historia de supuesto sabotaje, evidentemente inventada. Todos sabemos que no se ha invertido en mantenimiento para el Metro. Es clarísimo, llevamos años en los que la falta de mantenimiento de infraestructuras es lo que está acabando con los servicios públicos. Sin embargo, en el gobierno de la República, como en el de la Ciudad de México lo niegan una y otra vez. En un acto de poder sin límites decidieron cancelar la vigilancia en una parte del país para cubrir a una sola persona: la candidata que es jefa de gobierno.
El colmo fue la semana pasada en lo que parece claramente un montaje para culpar a la alcaldesa que menos quieren en el gobierno de la ciudad y echarle a ésta la culpa de una campaña contra la jefa de Gobierno.
El evento de la semana pasada además de fantasioso es ridículo. Resulta que hay un tenaz contralor de la Ciudad de México que se atrevió a sentirse una mezcla de “Rambo” y el “Superagente 86” que, ante una denuncia anónima, se presentó a las 22 horas en la Alcaldía Cuauhtémoc, a fin de investigar quién se encargaba de dañar la imagen de su jefa.
Del video que se dio a conocer en las redes sociales resulta que el contralor va caminando muy casual cuando de pronto: ¡SORPRESA! ¡los cachamos! Y la imagen es una sola mesa en la que hay paquetes de propaganda y unas mantas con alusiones en contra de la jefa de gobierno. Tan mal hicieron el montaje que el contralor, ante los cuestionamientos de la prensa, se puso a leer lo que contenía el volante: “más de 1800 incidentes en el Metro…”, “en la Ciudad de México: mueren 10 mujeres al mes asesinadas y #EsClaudia”, “el 3 de mayo de 2021 colapsó el tramo elevado del metro y fallecieron 26 …” y no leyó más porque la propia prensa le hizo el favor de interrumpirlo.
Y como en la Ciudad de México no necesitamos policías, mandaron nada más y nada menos que 300 granaderos a las oficinas de Sandra Cuevas, en la alcaldía Cuauhtémoc, para demostrarle quién tiene el poder y cómo se maneja y utiliza este contra los opositores. Eso pasa en los regímenes autoritarios.
Pobre México, tenemos una autoridad que se pierde en sus propios intereses, que manipula el poder, y gobernantes que se sienten sin límites; por eso es que todos los días vemos que Morena con AMLO, así como con la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, utiliza el poder público para injuriar, perseguir y decir cosas falsas.
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