En la historia reciente de México, el periodo que abarca los dos gobiernos de Morena bien podría llamarse “cuando al destino nos alcanzó”. Hoy los grandes dramas nacionales explotan como consecuencia de decisiones políticas tomadas durante el gobierno de López Obrador, decisiones que este segundo gobierno no ha tenido la entereza de enfrentar, menos aún dar marcha atrás o por lo menos reconsiderar. Pasan los días y las decisiones absurdas nos tienen entrampados y debilitados frente al, cada vez más complejo, contexto internacional.
Uno de los principales males que arrastramos y nos pesará más de lo que creemos es la debilidad institucional, resultado de la erosión sistemática de nuestras instituciones. La mayoría de votos, indebidamente obtenida, les dio una sobrerrepresentación que les ha permitido destruir el principio de independencia del Poder Legislativo y, en consecuencia, permitió una infame reforma del Poder Judicial que tiene como único fin someter las decisiones de los jueces, magistrados y ministros al filtro y capricho del Poder Ejecutivo. Es decir, tenemos un México sin División de Poderes, situación que genera una enorme incertidumbre que no permite libertades ni siquiera para decir lo que uno piensa, ya no digamos para invertir.
Sumemos a esto la ya evidente corrupción estructural en todas las decisiones de gobierno, sin organismos autónomos que realmente vigilen y contengan el poder. Esto ha generado una sensación tan general de impunidad que los propios funcionarios de Morena, quienes durante años propugnaron austeridad, se han ido a viajar al extranjero de una manera grotesca y ridícula. Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidos ha advertido sobre la complicidad de organizaciones financieras cercanas a López Obrador con el crimen organizado, como es el caso de Vector Casa de Bolsa, así como presidentes municipales fronterizos y gobiernos locales.
Morena ya no puede hablar de abrazos, ni de complicidad, sino de entrega de territorio y gobierno al crimen organizado. La expresión más clara de los últimos días es la acusación que revivió el gobernador Javier May contra su predecesor Adán Augusto López Hernández a propósito del nombramiento que hiciera éste de Hernán Bermúdez como secretario de seguridad pública del estado cuando el Ejército había ya informado que esta persona no era cómplice sino jefe de una organización criminal.
Por otro lado, tenemos un Sistema de Salud que funciona bajo la combinación de dos premisas: la irresponsabilidad y la crueldad. El gasto en salud que tenemos que erogar los mexicanos es mucho mayor que en 2018. Nuestro pueblo lleva más de 30 meses esperando que se cumplan promesas empeñadas por el presidente anterior y por la presidenta actual: “el próximo mes ya van a llegar las medicinas”. Y no sólo no llegan, sino que el presupuesto para salud sigue disminuyendo debido al subejercicio, mientras las clínicas y los hospitales públicos están en el peor estado de los últimos 25 años.
Otro caso más: Hace un año Morena decidió reformar el artículo 27 de la Constitución, bajo el pretexto de una supuesta nacionalización del litio. Sobra decir que dicha reforma fue motivada como siempre por un discurso patriotero de defensa de la soberanía nacional. Inmediatamente nombraron como Director General de Litio México a un joven sonorense que dicen que tiene como único mérito ser sobrino de la consejera presidenta del INE (Guadalupe Taddei). Todo parece indicar que aquí, ante la imposibilidad de los directivos del gobierno mexicano, llegará Estados Unidos a rescatar a la compañía y a quedarse con la mitad de ella.
La desgracia es que nada parece corregirse. Al contrario, el gobierno ha decidido generar toda clase de distractores, aunque éstos representen una vergüenza para México: sentencias contra ciudadanos por expresar lo que piensan; manifestaciones organizadas por distintas causas operadas desde el gobierno de la Ciudad de México; reactivación de juicios políticos contra opositores y, ahora, una Comisión Electoral encabezada por alguien a quien seguramente se le pagará un sueldo para que nos entretenga a todos en una reforma electoral que por supuesto no tendrá previsto ningún diálogo con la oposición.
Todo se descompone, porque nada se quiere corregir. Y vivimos de las mentiras bordadas en promesas y en distractores que sólo consiguen dividir aún más al país.
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