Contra la familia

Estamos en guerra, una guerra aún más aterradora, cruel y decisiva que la conflagración mundial por todos tan temida, puesto que esta poderosa contienda se está librando en el lugar donde; germina el amor, se mecen los sueños, se cura la herida, se consuelan las penas, se perdonan las ofensas, se ora en silencio y se aprende a ser hombre, la familia. Institución que a pesar de encontrarse gravemente herida sigue recibiendo golpes a diestra y siniestra de nuestros políticos y líderes internacionales quienes, seducidos por los cantos de sirena del eterno adversario del hombre, llevan décadas promoviendo y aprobando leyes dirigidas a destruir el núcleo de nuestra severamente fracturada sociedad. Desafortunadamente, las acciones de los últimos pares de meses tanto de políticos como de organizaciones internacionales de uno y otro lado del Atlántico indican que están dispuestos, sin compasión alguna, a apresurar el golpe mortal a tan sagrada institución.

La ONU, que no solo no ha logrado contener las guerras sino que las ha introducido al seno mismo de la sociedad, está (como lo comentamos en la entrega antepasada) preparando un informe que, en nombre de la libertad religiosa, amenaza con silenciar la moral sexual acorde con la inmutable ley divina. Por otro lado, la Unión Europea pretende que se garantice, a través de un certificado europeo de paternidad, que la filiación reconocida en cualquier país miembro sea reconocida en todos los países de la UE. Bajo la justificación de proteger a los niños, esta propuesta legislativa que pretende la legitimización de la paternidad de los llamados matrimonios del mismo sexo que tienen hijos mediante; la adopción, la fertilización artificial o la subrogación, estaría pavimentando el camino para que todos los estados miembros se vean obligados, en un futuro cercano, a aceptar tanto el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, como la subrogación, que a pesar de no ser aun mayoritariamente  aceptada, con esta ley se empezaría de “normalizar”, como lo han hecho ya otras conductas inadmisibles.

Como en España, en donde se acaban de aprobar dos perversas leyes. La ley del aborto que degenera aún más pues los políticos, no contentos con despreciar la vida, ahora buscan mermar la patria potestad al permitir que las adolescentes, a partir de 16 años, puedan abortar sin el consentimiento paterno. Por si fuese poco dejar a la menor sin el consejo de sus progenitores en una materia de vida o muerte, también se elimina la obligación de informar a la mujer sobre ayudas a la maternidad, así como el periodo de tres días de reflexión que se exigía a una mujer que iba a abortar. Asimismo, se elaborarán listas de médicos que, fieles a su profesión, se nieguen a asesinar a los no nacidos. Y a fin de matar las almas de los niños que no pudieron asesinar, con el aborto, se aprobó la autodeterminación de género o “ley trans” que permite el cambio de sexo sin la obligatoriedad de informes médicos o psicológicos. Los menores de edad podrán cambiar de género desde los 12 años (con el permiso de un juez), a los 14 (con permiso paterno) y a los 16 años, el adolescente es libre de elegir su género, sin la consulta o el apoyo de un adulto, al tiempo que puede acceder a tratamientos hormonales, a la cirugía y hasta a la mutilación de algunos miembros. Además, se reconocen los llamados derechos reproductivos de las “personas trans con capacidad de gestar”, es decir, mujeres que se dicen hombres pero que han decidido mantener su aparato reproductor femenino. Encima, la llamada educación sexual será obligatoria en todos los centros y en todas las etapas. Desde el jardín de niños, que cada vez está más lejos del edén y más cerca al averno, hasta la universidad, que forma poco y deforma mucho.

En América, el infame presidente Joe Biden, quien aunque se dice católico ha destacado por su fiero ataque a los principios cristianos, en su discurso anual sobre el Estado de la Unión presionó al Congreso a restaurar y codificar como derecho constitucional, el llamado derecho al aborto que la Corte Suprema retiró el año pasado. No contento con esto, instó al Congreso a aprobar la Ley de Igualdad. De aprobarse dicha ley, la identidad de género reemplazaría al sexo biológico. Con ello, los hombres que dicen ser mujeres tendrían derecho a: utilizar los dormitorios, vestuarios y baños femeninos (dejando a las mujeres vulnerables ante la agresión sexual), a competir en los deportes femeninos (que sabemos ganarán fácilmente), obligar a los empleadores y trabajadores a ajustarse a las nuevas normas sexuales o de lo contrario, perder sus negocios y/o trabajos (por ejemplo exigir a floristas, pasteleros, fotógrafos, etc. a participar en “bodas” entre personas del mismo sexo), presionar a las instituciones religiosas a aceptar personas que con su estilo de vida, contradicen los principios y políticas de la institución, coaccionar a los médicos a prescribir tratamientos hormonales (bloqueadores de la pubertad) y hasta a realizar cirugías de reasignación de sexo (las cuales incluyen entre otras cosas, mastectomías y castración). Además, esta nueva ley impondría la ideología de género en todas las escuelas e instituciones e impediría a los padres intervenir en la toma de decisiones sobre el tratamiento médico y la educación de sus hijos a quienes se les ofrecería: a los 4 años la transición social, a los 9 bloqueadores de la pubertad, a los 14 tratamientos hormonales y a los 18 cirugía; teniendo que elegir los padres, entre aceptar esta aberración o perder la custodia de su hijo.

A estas alturas ya no hay duda de que en nuestra sociedad occidental se libra una guerra abierta contra la familia, la ley natural y especialmente contra el cristianismo, al grado que, hace unas semanas, se filtró en los medios un informe sobre la investigación que el FBI estaba llevando a cabo sobre la amenaza que representan los católicos tradicionales en los Estados Unidos. Y es que además de su “crimen” de amar y promover la misa en latín estos católicos siguen, mayoritariamente, las enseñanzas perennes de la iglesia, cosa peligrosísima para los llamados derechos del aborto y de la ideología de género. Debido a que la filtración llegó a la mayoría de los medios, la sede del FBI rescindió el informe, por el momento. Mas con todas las leyes antes mencionadas y otras iniciativas que probablemente se sumarán, podemos prever que la cancelación social, educativa y profesional; se recrudezca, aumente y la cárcel sea, el precio por defender la ley divina perenne e inmutable. Pues como nos advirtió Quevedo: “Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.”

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La respuesta nos la da San Pio X: “Nuestro mundo sufre un mal, la lejanía de Dios. Los hombres se han alejado de Dios. Han prescindido de Él en el ordenamiento político y social. Todo lo demás, son claras consecuencias de esta postura.” Y es que al tiempo que desterramos a Dios de la plaza pública, depositamos, ingenuamente, nuestra confianza en líderes que en lugar de principios, tienen intereses. Creímos que, con la cada vez más débil “fuerza de las urnas”, podríamos “controlar” a unos políticos que, al no tener el menor temor de Dios, tampoco tienen, el menor escrúpulo. 

Solo en el reinado social de Cristo podremos encontrar el verdadero progreso y la paz tan anhelada. Todos los otros caminos llevan, más temprano que tarde, a la perdición. Recordemos que; “no hay sino un solo Nombre bajo el cielo en el que los hombres pueden ser salvados, el dulcísimo y sacratísimo nombre de Jesús.”

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